Enlace Judío México.- Tienen razón los que afirman que ya nada es como era antes, ni siquiera los maravillosos servicios de Seguridad e Inteligencia de Inglaterra, que en un pasado no lejano eran capaces de prever, detectar e incluso impedir, el vuelo de una mosca a cinco mil kilómetros de distancia.

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Ahora en cambio, el MI6 descubre tarde los atentados terroristas en Londres, y el Scotland Yard, la policía metropolitana, se entera de robos y atropellos una hora o más después de que los hechos ocurren y los periodistas ya lo han comentando por la radio, la tele y los medios en general. ¿Será que James Bond ha muerto? ¿Quién será el nuevo, después de que Daniel Craig esbozara la idea de dejar el personaje? ¿O será que simplemente James se ha resignado a ser, como tarde o temprano nos ocurre a todos, un humilde y pasivo televidente más?

Deutschland por estos días y en estas calles

No recuerdo en estos momentos qué escritor puso en boca de uno de sus personajes la siguiente reflexión, me parece que fue León Uris: “Cuando un judío dice: “Yo pienso, -está en realidad diciendo- “Yo recuerdo”.

La frase vino a mi memoria cuando hace unos días, caminando por una de las calles de Londres, pasé por Bavarian Beerhouse, un “pub” en City Road. Aguijoneada por la curiosidad, entré. No sé qué celebraban, pero hasta la calle se escuchaban las risas y el canto de un numeroso grupo de alemanes. Les confieso que cuando yo veo muchos arios juntos festejando con cervezas y canto, sobre todo en estas fechas de Rosh Hashaná, automáticamente se me paraliza el pensamiento y se me activa la memoria. Por eso, todos los posibles razonamientos sobre que el pasado es pasado, la vocación democrática de la nueva generación, y la integración europea con Alemania, me son ajenos e irrelevantes. Mi limitada mente, apenas si sirve para evocar siempre el sufrimiento aislado y desesperado de todos y cada uno de los millones de judíos humillados, torturados y asesinados por los padres y abuelos de esta “feliz” familia alemana, reunificada desde que cayó el muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

El Fin de Año

Como todos los años por estas fechas, me acuerdo de un intelectual norteamericano de nombre Francis Fukuyama, quien decretó, ignoro si bajo la influencia de Hegel o de un Tequila Cuervo, el fin de la historia y el advenimiento de una nueva Era, en la que las contradicciones y conflictos que caracterizaron a la historia hasta entonces, estaban despareciendo, para dar lugar a un mundo racional, democrático, pacífico y justo.

A pesar de que su opinión no albergaba una cuota mayor de sentido común que la que poseían los sabios que determinaron que la tierra era cuadrada, o los ideólogos que certificaron ver a Stalin reabriendo las puertas del Paraíso, la tesis de Fukuyama ganó titulares y despertó encendidas polémicas entre los intelectuales de occidente. Algo parecido siento hoy al recibir tantas tarjetas por internet deseándose unos a otros Feliz Año Nuevo. Supongo que tiene que ver con que duele perder las ilusiones que un día se albergaban, y la atracción por la felicidad es demasiado grande, al igual como la fuerza de los deseos, que es incontenible en el tonto corazón humano y el afán de aferrarse a algo, casi una necesidad biológica.

Ha recaído en un primer ministro coreano, que responde al nombre de Kim Jong-Un, quien se hizo conocido mundialmente por sus peculiares gustos y las represalias extremas que toma con quien no lo satisface, el singular privilegio de demostrar, en forma práctica e irrefutable, que los festejos en torno a la muerte de la historia, eran, con el perdón de Fukuyama, tan absurdos como prematuros. La historia a la Kim Jong-Un y su aliado, no sólo que no ha terminado, sino que tal vez apenas está por comenzar.

“El mundo fue y será una porquería
ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil también
pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldad insolente
ya no hay quien lo niegueeee”

El tango de los argentinos lo predijo todo. Ni que Nostradamus se hubiera parido en tango.

Pero yo no soy argentina ni estamos en el siglo veinte, y hay momentos en que uno decide trazar una línea en la rutina cotidiana y decir: hasta aquí llegó el pasado, a partir de aquí comienza el futuro.

Creo que el secreto de Rosh Hashaná radica precisamente en esa arbitraria fragmentación del tiempo, que cada 365 días nos brinda la oportunidad de soñar con un futuro hecho a la medida de nuestros deseos, para así recomenzar, sin amargura ni heridas, una nueva “luna de miel” con la vida.
Hay días en que pienso que el Destino, efectivamente, nos está juzgando. No solamente a mí, sino que también a usted, y a usted, juzgándonos no en función de las propiedades y el dinero que tenemos, sino en función de lo que hacemos, hemos hecho y lo que “somos”. Y precisamente porque lo conocemos, al innombrable, sabemos que con Él no hay mentiras que valgan.

El Enigma

Muchas veces me siento como Yosef K., el personaje de la pesadilla del escritor Franz Kafka, atormentada como él, en medio de un juicio en que soy condenada por un juez anónimo, en base a cargos que nunca se especifican y en virtud de crímenes que jamás he cometido.
Pero yo sé que los que me acusan también serán juzgados por un juez justo y todopoderoso, en base a mezquindades sí reconocidas y acumuladas, sin que ello aparentemente les quita el sueño, el apetito o las vacaciones.
Tengo dos explicaciones posibles a esta desconcertante apatía frente al Presidente de la Corte Suprema: o se han acostumbrado a su misericordia, o cuentan de antemano con su indiferencia.

A pesar de todo

A mi hijo Yonatan, cuando era pequeño, (aunque para mi sigue siéndolo), le encantaba el Metro de Caracas, donde vivimos unos años, porque decía que tenía una escalera mágica, un chofer invisible y un túnel a cuyo término lo esperaban garzas, elefantes y jirafas, refiriéndose al zoológico de Caricuao.

En mí, el metro de Londres, el de Caracas y las calles de todas las ciudades, ejercen una fascinación parecida, renovada cada vez cuando el viaje por las ciudades me revela la existencia de un mundo eficiente, pacífico, ordenado y puntual.

Por eso y a pesar de todo “lo malo” que hubo en el mundo el año pasado, (éste que termina hoy), esa fascinación por las ciudades y sus misterios vuelve a resurgir cada día, cuando me entero por las redes sociales acerca de las acciones generosas de tanta gente, donde el dinero no tiene importancia.

Tantas veces escribo que no creo en nada, pero les confieso que en el fondo siempre he creído en las palabras de Ana Frank, asombrada de no haber abandonado por completo sus esperanzas, aunque le parecían absurdas e irrealizables, y aferrándose a ellas a pesar de todo, creyendo hasta el final en la innata bondad de la gente.

Pienso que sí, que con bondad y cotidiana perseverancia, podemos construir los cimientos de un mundo alternativo, inexistente todavía, pero posible.

Feliz Año, los quiero.

Shulamit Beigel