Enlace Judío México – Nuestras colaboradoras Shoshana y Mylen vuelven a visitarnos para hablar con nosotros sobre un tema que a todos nos llega a afectar: el “auto vudú”, o hacernos daño de forma innecesaria.

Shoshana Turkia: Después del periodo de fiestas judías estamos muy contentas de volver a estar con ustedes y esta vez les traemos una plática, un poco no conservadora y no ortodoxa.

¿Han escuchado del vudú? De estos muñequitos pequeños a los cuales les metemos agujas y entonces la persona a la que se refiere ese muñequito sufre las consecuencias. Nos dimos a la tarea de pensar si es posible hacerse auto vudú. Es decir, hacernos sufrir poniéndonos alfileres en donde más nos duele.

Y creo que lo que más nos duele, lo más sensible -además de la cartera- es el corazón. Hablemos un poquito del corazón y de lo que pasa cuando las cosas nos pasan.

Mylen Saadia: A veces nos suceden cosas en la vida y nosotros decimos “Es que esto me pasa a mí”, “Yo soy la culpable, la de la mala suerte”. Comenzamos a contarnos estas historias del me pasa.

No nos damos cuenta que no es que me pasen las cosas. Lo personalizamos. Las cosas suceden y yo actúo o reacciono de acuerdo a lo que está sucediendo. Que es muy diferente al me pasa.

Tuve una paciente que me decía, “Se me murió esa noche”. No, le digo, “Se murió la persona”. Así hablamos.

En estos me pasa nos quedamos muchas veces resentidos con la vida. Hoy queremos hablar de ese resentimiento, porque este resentimiento son estos pequeños alfileres que nos clavamos cuando un evento ya pasó y lo vuelvo a recordar. Vuelve a tocar la herida y otra vez clávate otro alfilerito. Vuelve a pasar, lo recuerdo otra vez, y es otro alfiler más.

Nosotras creemos que el resentimiento es volver a sentir.

ST: Lo que pasa con el resentimiento, generalmente una vez que las cosas nos pasan, nos colocamos en dos papeles: o el de víctima de las circunstancias o de la vibra de otra persona; o la culpabilidad, de que es mi culpa y me lo merezco.

Vamos a hablar un poquito del perdón y de las cuatro R del perdón. Empecemos con Resentimiento.

Cuando vivimos bajo la fórmula de que las cosas me pasan, entonces volvemos a sentir una y otra vez. Y como lo hemos dicho muchas veces en este espacio, no nada más sentimos con la mente y el corazón, el cuerpo también lo vuelve a sentir.

En el cerebro los neurotransmisores de ese evento traumático, de ese evento que nos pasó, se vuelven a activar. El cuerpo vuelve a sentir el mismo miedo, el mismo enojo, la misma angustia. Pero aparte se va acumulando porque no se ha hecho un ejercicio de limpieza.

Tienes el enojo inicial más el siguiente, más el siguiente, más el siguiente. Resentir es que todo tu cuerpo vuelve a vivir esa experiencia.

Y yo me pregunto, si la experiencia es tan mala ¿Qué nos lleva a volvernos a poner en ese lugar una y otra vez? Hay tres vías o tres pasos de salida que nosotras proponemos desde Presente Continuo.

MS: La primera vía, que es la segunda R, es la Reflexión. Todos entendemos reflexión como volver a pensar sobre lo que nos pasó, hacer un poco de consciencia, de introspección. Eso es la reflexión.

Pero nosotras queremos hacer un juego de palabras donde reflexionar es poder flexionarnos de nuevo. Flexionarnos tiene que ver con la flexibilidad, con adaptarse al nuevo momento que se está viviendo. Porque ya no es el mismo que se vivió en una primera instancia y que causó el dolor.

Esto se vuelve a revivir con el resentimiento y entonces no me flexibilizo con las nuevas oportunidades o con los nuevos estímulos que estoy recibiendo que me pueden ayudar a ampliar también mi rango de experiencia.

Si yo me quedó con las ideas de, “Esto me hicieron”, “Esto es lo que tengo que sufrir”, “Yo soy la víctima”, “Me la deben”, uno se atora en una sola manera de pensar.

Cuando me flexibilizo amplio ese rango y entonces puedo incorporar nuevas ideas, nuevos conceptos, nuevas acciones y nuevas reacciones.

La reflexión tiene que ver también con cuando me flexiono. Cuando yo me flexiono también viene esta idea de poder ser humilde. Me puedo doblegar un poco y decir, “¿En dónde estuvo mi responsabilidad en todo esto? ¿Qué tengo que aprender?”.

Si es algo que me tocó vivir o que pasó para mí ¿dónde puedo sacar lo mejor de esta experiencia? En esta reflexión es cuando empiezo a ver qué puse yo para que esto sucediera, qué me toca a mi poner para salir adelante y qué me toca aprender de esto.

ST: Después viene una de las palabras favoritas de estos tiempos post-sismo, que es Reparar, volvernos a parar.

Es muy chistoso porque siempre que algo nos violenta o nos transgrede, ya sea el entorno, como en el caso del sismo, o cuando hay una infidelidad o un mal negocio, nos golpeamos, nos caemos, nos salimos de balance.

Reparar tiene dos acciones también. Volverse a parar, a ponerse de pie, es decir recuperar todas las virtudes y el buen estado en el que estabas previo a ese acto traumático o violento. Y también ver qué nuevas herramientas conseguiste a raíz del suceso.

Volverte a parar es ver dónde estaba tu espacio de seguridad, de plenitud que tenías previo al evento y cómo regresas ahí, pero de manera fortalecida.

Reparar tiene que ver mucho con nuestra auto imagen y nuestro auto concepto. Hay eventos que influyen contra nuestro patrimonio, contra nuestra seguridad física o contra nuestra seguridad emocional. Pero lo cierto es que lo primero que se lastima es nuestra imagen y nuestro concepto.

“¿Cómo se atrevieron a hacer eso a mí que soy…”. Y llenemos las líneas cada quién como pueda. Volverte a parar es cómo volver a reconformar esa identidad tuya, porque el desafío no está en reparar el vínculo con el otro, que ese es otro paso, sino primero contigo mismo.

Ese es el verdadero efecto del perdón. Yo creo que una vez que llegas a reparar, el resentimiento y la reflexión ya fueron transitados.

Y finalmente la última R es Reconstruir.

MS: Que es construir de nuevo. Que lo que de alguna manera pudo haber estado muy frágil y que por alguna razón se nos da la oportunidad de nuevo de construirlo pero con nuevos cimientos.

Cuando se ve amenazada la identidad es cuando yo me cuestiono quién soy, quién era y quién quiero ser. Ese es el momento de construirme de nuevo, de reconstruir. De cuestionarme nuevamente qué cosas, conceptos, emociones y qué valores me habían servido para reconstruir, y cuáles ya son obsoletos desde la parte emocional, intelectual y física.

Si voy a volver a construir un edificio tengo que ver qué partes ya le sobran, qué partes necesitan refuerzos, qué tengo que apuntalar.

Es así como nos podemos reconstruir en esta idea cuando empezamos a dejar de torturarnos y de seguir resintiendo, y empezamos a reconstruir.

ST: Reconstruirse suena muy bonito, pero hay ciertos pasos internos. Lo primero es qué estructuras se vulneraron con ese hecho, qué estructura de tu auto imagen se vulneró.

Y si esa estructura, como dice Mylen, es útil o no. Después de la auto imagen y del auto concepto, lo siguiente que tienes que revisar es cómo estaban acomodados los vínculos tanto internos como de las demás personas que estuvieron en el evento. Si eran vínculos de abuso o de afecto, de una o dos vías, qué utilidad y qué frecuencia tenían.

Y muchas veces en esa reconstrucción de nuestro propio self, de nuestra propia persona, de nuestra propia imagen, nos damos cuenta que hay vínculos que tenemos que dejar atrás.

En el hecho de perdonar y de dejar de resentir ese evento traumático, lo que tenemos que dejar son los vínculos que se tienen que cortar por lo sano y no dejar que vuelvan a florecer. Hay vínculos que tenemos que volver a buscar.

Pensemos en una pelea entre hermanos, que en un momento era muy importante que se separaran para que hubiera un poco de paz de ambos lados. Pero ya cuando se reparó el daño, cada quién en su auto imagen y en su auto confianza podríamos volver a evaluar si vale la pena reconstruir el vínculo y bajo qué condiciones. Lo mismo en la sociedad y en un matrimonio. Qué tan fuerte fue el cisma interno que permita o no que esa reconstrucción suceda.

Y finalmente qué vamos a hacer con esa experiencia. Hay experiencias que bien valen la pena dejar de sentir, reparar el daño y decir, “Bueno, hasta ahí llegue y no me vuelvo a meter nunca en esos terrenos”, pero lo cierto es que hay otras experiencias que bien valen la pena capitalizar para sumar a nuestros talentos.

Es decir: uno, qué aprendemos y cómo lo ponemos al servicio de los demás; dos, qué vale la pena como experiencia para que no me vuelva a pasar; y tres, cómo acompañamos a otras personas que han pasado por un evento similar.

Ahí se genera lo último que es la comunidad. Generar un espacio común de crecimiento y aprendizaje. Y creo que dentro de todo el concepto del perdón, esa es la finalidad última, que las comunidades vuelvan a estar en un estado más sano, menos vulnerable, más seguro y que permita a cada una de las personas que forman esos vínculos, fortalecerse unos a los otros para que no vuelva a pasar un daño similar.