Enlace Judío México – La responsabilidad que tiene un padre sobre sus hijos nunca termina, va más allá del momento en que ellos ya han crecido. Es en padre quien le da al hijo una moral sólida, un grupo de valores y formas que lo arropan; sólo él puede heredarle al hijo una tradición de la cual sostenerse. Por eso el ejemplo que le dé y las enseñanzas que le trasmita perdurarán más allá de la infancia y la adolescencia. Será una guía para su hijo por el resto de su vida.

Sin padres y sin mentores no podríamos sobrevivir; son los padres y maestros quienes nos enseñan a distinguir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto; y son los primeros en darnos las herramientas necesarias para poder manejar el mundo en que vivimos.

Sin embargo, pese al gran rol que tienen también cargan con un gran conflicto: A la vez que son guías deben aprender a permitir que sus hijos y alumnos aprendan de primera mano sus propias lecciones; y deben aprender a respetar el camino que han escogido seguir. La siguiente historia es sobre un padre y un hijo que se enfrentan a diferencias ideológicas, el amor que se tienen puede abrirles los ojos para ver más allá de sus diferencias. Esperamos les guste.

La vara. Martín Buber

El padre de Mosché Leib era opositor del jasidismo. Cuando supo que su hijo había abandonado la casa sin pedirle permiso, para estudiar junto a Rabí Schmelke, en Nickolsburg, encendióse de ira. Cortó una vara y la dejó en la casa preparada para el día del regreso de Mosché Leib. Cuando veía en algún árbol alguna rama apropiada, arrancábala, pues le parecía más apropiado a su propósito, y tiraba la vieja.

Pasó mucho tiempo, muchas varas fueron arrojadas vírgenes a la calle. Una vez, haciendo el criado limpieza en la casa, depositó la vara en la buhardilla. A los pocos días llegó Mosché Leib, quien había recibido permiso del maestro para hacer una breve visita a los suyos. Cuando lo vio entrar, el padre se levantó y miró a su alrededor, como si buscará algo. Mosché Leib subió a la buhardilla, tomó la vara y se la llevó al anciano, quién contempló, vencido ya, y con cariño, las serias y amadas facciones del futuro gran rabí.

Fuente: Raíces