Enlace Judío México.- Claroscuros en la Ayuda a los Damnificados de los Sismos

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

El Gobierno Federal difunde diariamente en los medios de comunicación las acciones que realiza para otorgar ayuda, material y económica, a diferentes grupos de damnificados de los sismos de septiembre pasado en la Ciudad de México, Morelos, Chiapas y Oaxaca, principalmente. El Presidente de la República y Secretarios de Estado viajan constantemente a “supervisar las ayudas y alentar a los afectados”; creo que básicamente buscan mejorar la imagen gubernamental, lo cual es válido, empero, en cierta forma demagógico. En este marco de “buenas acciones y apoyos” existen reclamaciones, irritación, desilusión e inquietud de los damnificados y afectados por los sismos, testimonios de la gente en TV y otros medios dan cuenta del complejo entorno postismos, a saber:

– Hay quejas de las personas que mencionan que los recursos que precisan para la reconstrucción de sus viviendas no les han llegado, muchas de ellas prácticamente viven a la intemperie, frente a sus casas afectadas, esperando la ayuda y cuidando que no les roben sus pertenencias.

El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México se quejó públicamente de que no ha recibido recursos del Fonden (Fondo para Desastres Naturales); sus comentarios al respecto fueron groseros. El 7 de noviembre el Jefe de Gobierno y el Secretario de Hacienda se reunieron y acordaron que se darían recursos para la reconstrucción de la Ciudad de México por 3,371 millones de pesos. En una primera instancia se van a liberar 1,669 mil millones a través del Fonden para la reestructuración de las áreas de educación, forestal, hidráulica, salud y deportes. Posteriormente habrá una liberación complementaria para los rubros de vivienda y cultura. Se aclaró que los fondos se otorgarán directamente a los acreditados y no se depositarán en la Tesorería de la Ciudad. En el caso de los recursos para vivienda los beneficiarios pagarán intereses sobre los montos que se les concedan, “sin tener que pagar capital”; ¡vaya ayuda!

Los demandantes de ayuda económica, han escuchado que organismos del gobierno han recibido múltiples donaciones de instituciones, empresas, y personas nacionales y del exterior, empero, ellos no reciben donaciones, sino que les otorgan los recursos como créditos.

– Personas que han visto afectadas sus viviendas en diferentes grados y con seguros enfrentan dificultades con las empresas aseguradoras para que les paguen, algunas de ellas han tenido que demandarlas.

– Muchas personas que habitaban en edificios y que fueron dañados, Protección Civil no les permite ingresar a sus departamentos; el problema es que no les define si las viviendas pueden ser reparadas o van a ser demolidas; esta gente no tiene techo y vive en la incertidumbre.

– El 8 de noviembre pasado el Presidente de la República consignó que los sismos de septiembre dejaron daños en 184 mil viviendas, en 114 comercios, en 16 mil escuelas, en 1521 edificios históricos, 175 clínicas y hospitales y 140 carreteras. De acuerdo al Presidente, el costo de la reconstrucción será de alrededor de 48 mil millones de pesos, de los cuales la iniciativa privada aportará el 10.0%.

Analistas de varias especialidades consideran que el cálculo está subvaluado ante la destrucción que se observa por doquier. Asimismo, están subvaluadas las ayudas de la Iniciativa Privada; en este sentido, en la edición de Enlace Judío del 2 al 8 de noviembre del 2017, se presenta un proyecto de la empresa Provivah, que preside Alfredo Achar, quien ha iniciado un proyecto en conjunto con el gobierno federal, estatal y municipal para construir 4 mil viviendas para familias damnificadas, que solo pagarán el 10.0% del costo total de la vivienda. Una iniciativa extraordinaria con un elevado sentido humanitario, vale la pena escuchar en Enlace Judío la entrevista que la periodista Nadia Cattan le hizo al Sr. Achar.

En este sentido, cabe destacarse la activa participación de la comunidad judía de México en diferentes campos para ayudar a los afectados por los sismos, entre otros, repartir despensas, labores en centros de acopio, rescates, apoyo médico y sicológico, donaciones de bienes y dinero, principalmente. Por lo demás, los judíos de México nos sentimos orgullosos del trabajo del numeroso equipo de rescatistas que envió el Estado de Israel a México. Su desempeño fue elegido por la ciudadanía y agradecido por las autoridades de México.

– El gobierno ha señalado que el proceso de reconstrucción ya se inició, no ha fijado fecha para su conclusión. Sin embargo, para miles de familias su situación es la misma que se registró en el periodo inmediato a los sismos. El periodista Raymundo Riva Palacio en su columna de El Financiero del 9 de noviembre pasado, que titula La Tragedia del Istmo, describe la cruda realidad que se vive en esa región de Oaxaca, que registra “una crisis profunda y sin fin”.

Riva Palacio comenta “que el sismo de hace 2 meses fue de 8.2 grados y desde entonces ha tenido unas 10 mil réplicas de 4 a poco más de 5 grados de intensidad. La parte más afectada es el Istmo de Tehuantepec, donde vive aproximadamente el 30% de los casi cuatro millones de habitantes de Oaxaca, donde impactó en tres regiones indígenas, zapoteca, la hueves, y los mixes. En esas zonas, el sismo los mantiene en vilo. En Guevea de Humboldt, en la Mixe baja el piso cruje. No se mueve, pero hace ruido constante, por lo cual no quieren empezar a reconstruir sus viviendas. En la montaña hay una fractura que parece un deslave, por donde se está desgranando permanentemente la ladera. En la parte de arriba, el sismo abrió una grieta a cuyo alrededor surgieron borbollones de agua caliente. ¿Qué está sucediendo ahí? Nadie lo sabe. Los lugareños juran que está naciendo un volcán, lo que sí se sabe es que el miedo sigue apretándoles el alma.

En Juchitán, en la zona costera la comunidad más cerca del epicentro, la tierra zumba, como aviso de un nuevo sismo. Esta ciudad, devastada en el centro, es la más atendida de todas en Oaxaca, pero lejos de ser la más necesitada. Por ejemplo en Santiago Astata, en la zona mareña, dos meses después del sismo, siguen los ríos de mierda por los derrames de aguas negras causadas por el colapso de los malos drenajes. En San Mateo del Mar, la sacudida hizo que el agua saliera de los pozos, que se llenaron de tierra o se azolvaron. Los que no, tienen sal. Los pobladores empiezan a sufrir de necrosis en los pies por las enfermedades bacterianas ante la falta total de capacidad para potabilizar el agua. Ahí mismo, el mar se retiró de la costa 30 metros y aún no regresa. Los peces, tampoco.

Los daños son tan cuantiosos en algunas zonas, como invisibles en las mediciones oficiales. Según el censo gubernamental, hay 60 mil viviendas afectadas –en cada una de ellas viven un promedio de ocho personas-; pero de acuerdo con quienes conocen la zona, la estimación se dio sobre aquellas propiedades que estaban construidas con materiales sólidos. En la zona ribereña abundan las casas de morillo –que son pequeñas vigas de madera y palma, muy ligeras, que no se cayeron. Quedaron enterradas. Hoy apenas se puede apreciar al ras del suelo la parte superior de los morillos. ¿Qué tipo de fuerza fue la que los hundió? El misterio sólo se explica por la violencia del sismo, que hizo desaparecer esas viviendas que, por lo mismo, no fueron contabilizadas en el censo. Las postales de la tragedia permiten entender la magnitud de lo que se vivió y se sigue sufriendo en la zona del Istmo de Tehuantepec, donde la psicosis probablemente ha tenido un impacto mayor en las niñas y los niños, los adultos de la tercera edad y los discapacitados, que en esa región se encuentra la mayoría de los que habitan en el estado. El gobierno federal se metió de lleno a la tarea de reconstrucción, que sin embargo parece haberlos rebasado en sus cálculos iniciales. En esa zona la gente mantiene una enorme desconfianza frente a las autoridades, pero por la incertidumbre sobre hasta dónde van a llegar, cuánto más van a estar y en qué momento los volverán a abandonar. La desgracia es continua. Las capacidades productivas no han podido ser reinstaladas y dependen completamente del gobierno federal y el estatal.

La tragedia que provocaron los sismos también se vive de diferente modo y magnitud en los otros estados; los fenómenos naturales catastróficos son inevitables. Los gobiernos deben tener tolerancia cero para quien incumple con los reglamentos de construcción. La ciudadanía debe tener plena conciencia de que México vive en una zona sísmica y tomar previsiones personales.