Enlace Judío México – En Londres, Netanyahu finalmente dijo la verdad sobre el conflicto israelí-palestino: no habrá una plena independencia palestina, ya que es demasiado peligroso. Lo que nos queda es una autonomía, un Estado menos, siempre y cuando se mantengan las restricciones de seguridad y una separación política.

YOAZ HENDEL

La presión a veces saca buenas cosas de gente. Un año después de que Donald Trump fue electo presidente de Estados Unidos, y en medio de las investigaciones de Benjamín Netanyahu y las aflicciones legales de su familia, el primer ministro comenzó a hablar de sus aspiraciones ideológicas.

Los mandatarios dan a conocer su ideología en dos casos: antes de subir al poder o cuando lo dejan. Es una de las mejores razones para limitar el mandato de un primer ministro, darle un límite de tiempo para poner en práctica sus creencias o abandonarlas.

En una conferencia que tuvo lugar recientemente en el Instituto Real Británico de Relaciones Exteriores Chatham House en Londres, se le preguntó a Netanyahu sobre la opción de un Estado palestino. El primer ministro israelí respondió que hemos visto el fracaso de muchos países musulmanes en el Medio Oriente y que convendría reexaminar el modelo de soberanía moderna sin fronteras (en otras palabras, ya no podemos basarnos en las fronteras de 1967).

Para la audiencia en la sala, podría haber parecido otro intento típico de evitar un avance hacia un Estado palestino, pero en realidad ese fue un refinado momento de la verdad.

Desde el discurso de Bar-Ilan, que básicamente fue impuesto a Netanyahu por el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, Israel se ha estado mintiendo a sí mismo y al mundo. No hay primer ministro que esté dispuesto a regresar a las líneas de 1967, incluidas algunas correcciones menores, aunque sólo sea por las limitaciones conocidas relacionadas con Jerusalén, los refugiados y los habitantes de los asentamientos israelíes. Por otra parte, ningún líder palestino se conformará con el establecimiento de un Estado en menos de eso. El resto está sujeto a interpretación.

En los últimos años, cuando los representantes israelíes han hablado de un Estado palestino, se han referido a una autonomía extendida en la que los palestinos mantienen el control político (y diplomático), pero Israel conserva el control de seguridad y la supervisión de los cruces fronterizos, algo muy similar a lo que tenemos hoy. La única diferencia entre derecha e izquierda en este contexto es el tamaño del territorio a discusión.

Cuando los palestinos hablan de un Estado palestino, ven a Israel en su imaginación, y cuando la comunidad internacional menciona la solución de dos Estados para dos pueblos, ven la Línea Verde.

Estas diferencias son la fuente de la disputa con la comunidad internacional y, a veces, la razón por la cual el Estado de Israel es malinterpretado. Su pregunta inmediata es cómo podemos acortar la distancia entre la retórica y la acción: si queremos dos Estados para dos pueblos, ¿por qué estamos construyendo más allá de las líneas de 1967?

Hace aproximadamente un año, cuando Trump fue electo presidente, se dio una oportunidad única para presentar una visión israelí diferente al discurso de Bar-Ilan y convencer a los estadounidenses de aceptar un modelo de soberanía distinto del que se ha discutido en innumerables conversaciones desde los Acuerdos de Oslo. Israel murmuró algo poco claro, y en respuesta aparecieron emisarios, y la misteriosa iniciativa de paz de Trump, que nadie sabe realmente de qué se trata.

La estrategia israelí durante la última década ha consistido en mentir y maniobrar hasta que los vientos peligrosos dejen de soplar. Pero el peligro todavía está aquí y la mentira no nos ha llevado a ninguna parte.

Hace dos años, un líder de uno de los partidos de la oposición me comentó sobre una campaña negativa que se había planeado contra Netanyahu. En uno de los sondeos, se cuestionó si presentarlo como un mentiroso en relación al conflicto israelí-palestino ayudaría a alejar a sus votantes. La política es fea en ambos lados. Los hallazgos fueron sorprendentes: la derecha dijo que Netanyahu mentía en lo que respecta a la Tierra de Israel. La izquierda respondió que mentía y no tenía intención de avanzar en esa área. Todos coincidieron y nadie se sorprendió.

Lo que es válido en las relaciones domésticas es problemático en las relaciones exteriores, por lo que el evento de Londres es muy interesante, porque hizo que Netanyahu revele lo que ha estado diciendo a puerta cerrada durante mucho tiempo: la verdad sobre el conflicto israelí-palestino conflicto.

No podemos alcanzar una solución absoluta que lleve a la independencia palestina. No sucederá porque es demasiado peligroso, no importa cuántos discursos similares al de Bar-Ilan se pronuncien en el proceso. Lo que tenemos es básicamente una autonomía extendida, un Estado menos, una entidad o incluso un imperio palestino, si así lo quieren llamar, sobre la base de los territorios existentes de la Autoridad Palestina, una separación política de Israel manteniendo las restricciones de seguridad. Otro tipo de soberanía. Deberíamos haberlo dicho hace mucho tiempo.

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