Enlace Judío México – Estamos acostumbrados a escuchar que el dinero no hace a un hombre ser más bueno, ni más amable; es su carácter lo que lo convierte en un hombre de valor. Sin embargo, no solemos escuchar que sus virtudes tampoco lo conforman, creemos que éstas son en todo momento su mejor carta de presentación. Aunque la siguiente historia jasídica nos demuestra lo contrario. Cuando las virtudes de un hombre son acompañadas por su orgullo, éstas mismas se tornan en su contra. En cambio un hombre que carga con muchos pecados puede brillar frente a D-os por su humildad. Esperamos les guste la historia.

El orgulloso y el humilde

El rabí de Apt llegó a una ciudad, en la que dos judíos se disputaban el honor de albergarlo en su casa. Acerca del uno sabíase que era un pecador, y él mismo, conociendo sus debilidades se tenía en poca estima. El otro, en cambio, era un espejo de virtudes, y andaba entre los hombres tieso y orgulloso de su pureza. El rabí escogió la casa del que tenía mala fama. Cuando le preguntaron por el motivo de su decisión, repuso:

– Del orgulloso dijo D-os: “Yo y él no podemos permanecer juntos en el mundo”. Si el Santo, bendito sea, no puede estar al lado suyo, ¿cómo he de poderlo yo? Por el contrario, está escrito en la Ley: “el que vive entre sus máculas”. Si D-os se aloja en su casa, ¿por qué no he de hacerlo yo?

Fuente: Raíces