Enlace Judío México – Forjar una paz regional más amplia puede requerir primero que otro líder árabe llegue a Jerusalén.

CHARLES BYBELEZER

Hace exactamente cuarenta años, el 20 de noviembre de 1977, el entonces presidente egipcio Anwar Sadat se dirigió al parlamento israelí en lo que se considera un momento decisivo en la historia del Estado judío. Su llamado a la paz con Israel transformó el conflicto con el mundo árabe, que hasta ese momento se había expresado en cuatro grandes guerras: en 1948, 1956, 1967 y unos pocos años antes, en 1973. En todas estas conflagraciones, Egipto jugó un papel fundamental como el país más poblado e importante de la región y, por lo tanto, el portador de la antorcha del nacionalismo árabe, el sistema político predominante en el Medio Oriente en ese entonces.

En su discurso al pleno de la Knesset, Sadat “declaró al mundo que nosotros, los egipcios, aceptamos vivir en una paz permanente con ustedes basada en la justicia”. Meses después, el 16 de marzo de 1979, Sadat y el entonces primer ministro israelí Menajem Begin se dieron la mano en el césped de la Casa Blanca después de firmar un tratado formal negociado por el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter.

La enormidad del evento no puede sobrestimarse porque, desde ese momento, la frontera sur de Israel se ha mantenido relativamente tranquila, eliminando una amenaza existencial, lo que permite a Jerusalén reasignar recursos a la construcción de un país próspero. También allanó el camino para la firma del acuerdo de paz de 1994 con Jordania, que aseguró el flanco oriental de Israel.

Según Zvi Mazel, ex embajador de Israel en Egipto, “la visita de Sadat fue probablemente el evento más importante de la corta existencia de Israel hasta ese momento. De pronto el presidente de Egipto decidió venir a Jerusalén y lo hizo muy rápidamente, fue como un sueño, no podíamos creer que estaba sucediendo. El líder del mayor país árabe con el que sólo luchamos guerras viene y dice que quiere la paz”.

Itzhak Levanon, otro ex enviado israelí a El Cairo, comenta que en Israel se sentía que “el Mesías venía”. Para Sadat era un gran riego, ya que se enfrentó a un gran antagonismo de casa y finalmente fue asesinado por extremistas islámicos en 1981. Dos ministros renunciaron y la Hermandad Musulmana se opuso. También fue criticado por la mayor parte de la esfera pública.

“Desde el principio existía una dicotomía entre ambos pueblos”, explica Levanon, una realidad que en su opinión explica la paz “fría” que persiste actualmente.

A pesar de la ausencia de una coexistencia significativa, hoy parece haber un nuevo descongelamiento en los lazos entre el Estado judío y el mundo árabe, impulsado por una confluencia de intereses, principalmente el deseo compartido de frenar el expansionismo del Irán chiita.

Entre otras cosas, este fin de semana el ministro de Defensa Avigdor Lieberman hizo un llamamiento a los líderes de los países musulmanes sunitas para visitar Israel. “Pido a los líderes de la región que sigan los pasos del ex presidente Sadat, que vengan a Jerusalén y abran una nueva página … Sadat fue valiente, nadó contra la corriente y allanó el camino para el reconocimiento de la importancia de la relación estratégica con el Estado de Israel”, escribió Lieberman.

Sus declaraciones se produjeron luego de que el Jefe del Estado Mayor de las FDI Gadi Eisenkot concedió una entrevista muy publicitada al periódico saudí Elaph, en la que afirmó que “Israel está dispuesto a intercambiar experiencias con Arabia Saudita y otros países árabes moderados, así como información de inteligencia para enfrentar a Irán”.

Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha declarado en varias ocasiones que Jerusalén está al borde de una “nueva era” en sus relaciones con los países árabes.

Este aparente acercamiento ocurre en el contexto de los esfuerzos del presidente estadounidense Donald Trump para impulsar las negociaciones entre israelíes y palestinos, y los múltiples informes que afirman que Jared Kushner y Jason Greenblatt han comenzado a formular los parámetros de un acuerdo que incorporará a los países de la región.

Según varios analistas, la llamada “normalización” con los países árabes sólo puede ocurrir cuando se resuelva la cuestión palestina.

El mismo Sadat subrayó durante su visita a Israel que la paz con Egipto no puede separarse del destino de los palestinos. “En ausencia de una solución justa al problema palestino, nunca existirá esa paz duradera … sobre la que insiste todo el mundo”, afirmó.

El acuerdo con Israel dio origen a las “conversaciones sobre la autonomía palestina” que tenían por objeto resolver el estatus de Cisjordania y la Franja de Gaza, que quedaron bajo el control israelí en la Guerra de 1967. El Marco para la Paz en Medio Oriente, una sección de los Acuerdos de Camp David de 1978, llamó a celebrar elecciones en los territorios y a la formación de una “autoridad autónoma” palestina en el plazo de un año.

Hasta la fecha, se ha avanzado en este frente ya que la Autoridad Palestina actualmente gobierna al noventa y ocho por ciento de su población en Cisjordania e Israel retiró el ejército y desalojó a aproximadamente 8,000 israelíes de la Franja de Gaza en 2005. Pero las ofertas de paz de Israel para poner fin al conflicto fueron rechazadas por el ex líder palestino Yasser Arafat en 2000 y su sucesor Mahmoud Abbas en 2008.

Según Mazel, la raíz del problema radica en la negativa de gran parte del mundo árabe de aceptar la legitimidad de un Estado judío. “Los países árabes están unidos contra Israel por el problema palestino, pero hay un punto muy importante que debe entenderse. En muchos aspectos, esa posición ha sido una cobertura para que las naciones árabes sigan negando la permanencia de Israel”.

“Ningún país árabe ha tenido el coraje de decir a los palestinos: pongan fin al conflicto, porque saben muy bien que lo que quieren los palestinos no puede suceder. Por ejemplo, el derecho al retorno (que implica la reubicación de millones de refugiados palestinos en Israel) es imposible, así como la creación de un Estado palestino basado en las fronteras de 1967. Tienen que cambiar su forma de pensar pero no están dispuestos a hacerlo. Si lo hicieran, se podría llegar a un acuerdo”, continuó.

Mazel habla de una larga historia de negación árabe que comienza con el rechazo del Plan de Partición de las Naciones Unidas de 1947 que habría dividido el Mandato Británico de Palestina en dos estados, uno palestino y otro judío. La Resolución de Jartum, tras la Guerra de 1967 que incluye los “tres no”:”no a la paz con Israel, no al reconocimiento del Estado de Israel, no a las negociaciones con Israel”.

“El viaje de Sadat a Jerusalén fue parcialmente motivado por un deseo de aliviar la vergüenza de la pérdida de la Península del Sinaí en 1967”, señaló Levanon.

“Además, Sadat odiaba a los soviéticos y deseaba regresar a la órbita estadounidense. Finalmente, quería conducir a los países árabes por el camino de la paz después de haberlos llevado por el camino de la guerra (sin éxito)”.

“Actualmente hay dos campos rivales principales, el eje sunita y el chiíta. Este último incluye a Irán, Hezbolá y Siria. Israel se siente más cómodo con el primero, que integra a Egipto, Arabia Saudita, Jordania [y otros países del Golfo]. La paz con los palestinos beneficiaría a las relaciones de Israel con el eje sunita”.

Por lo tanto, Netanyahu se encuentra en un aprieto, sabiendo que al final del proceso de paz se encuentra una olla de oro en teoría que, con el tiempo, podría transformar a Israel y reestructurar la región, mientras su capacidad de maniobra política sigue restringida debido a la composición de su coalición de derecha y los riesgos vinculados con las concesiones necesarias para avanzar con un acuerdo.

Pero el primer ministro israelí es un historiador apasionado, consciente del hecho de que en el pasado, Jerusalén fue debilitada e incluso atacada por acceder a las demandas palestinas, árabes y estadounidenses. El hecho de que en varias ocasiones, Netanyahu haya pedido al liderazgo palestino que reconozca al Estado judío muestra que está consciente de uno de los principales obstáculos para poner fin al conflicto.

Quizás el apoyo de los países árabes debido a un temor a la hegemonía iraní envalentonará a Netanyahu lo suficiente para superar sus reservas sobre un Estado palestino. Sin embargo, como Sadat demostró anteriormente, tal avance puede requerir que otro líder regional audaz se dirija al parlamento israelí.

Fuente: The Jerusalem Post / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico