Enlace Judío México.- Si existe alguien que con toda justicia puede ser considerado como “El decano del negacionismo en México” ese alguien es Salvador Borrego Escalante. Hombre de edad avanzada y aspecto venerable, más que centenario, con una formación académica e intelectual bastante sólida, Salvador Borrego sin embargo ha dedicado la mayor parte de su larga vida a sostener una gran mentira: el Holocausto judío no tuvo lugar y Adolf Hitler fue un prohombre que sólo buscaba salvar a la humanidad de las garras del sionismo internacional.

ALEJANDRO MUÑOZ HERNÁNDEZ EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Escritor, periodista e historiador, Borrego se ha convertido -aunque él lo ha negado en repetidas ocasiones- en una figura mítica dentro de la ultraderecha y el antisemitismo mexicano. Autor de más de una treintena de obras de carácter histórico, político y económico, su obra más conocida es ‘Derrota Mundial’ en donde expone los supuestos planes del judaísmo mundial para apoderarse del planeta durante la Segunda Guerra Mundial y los esfuerzos heroicos, pero infructuosos de Hitler y sus lugartenientes para impedirlo. Al igual que “Mi lucha”, escrita por su paladín, la obra de Borrego adolece de grandes y graves errores, omisiones, contradicciones e inconsistencias, las cuales, sin embargo, no han impedido que este libro sea uno de los más vendidos en la historia editorial en México. En esto último también se parece a la obra de Hitler: un libro muy malo y tendencioso y que sin embargo ha sido muy vendido y leído. En efecto, “Derrota Mundial” ha sido reeditada en más de ¡medio centenar de ocasiones! y continúa siendo una lectura fundamental para todo negacionista que se precie de serlo en México y otros países. Pero si el libro de Hitler se vendió tanto y fue tan leído se debió en gran medida a que su lectura se hizo obligatoria con la llegada de su autor al poder en Alemania, pero en el caso de la obra de Borrego, ésta ha sido leída de forma espontánea por miles de personas en México y otros países de habla hispana. Cabe añadir que es casi seguro que gran número de personas se han vuelto negacionistas o han reforzado su negacionismo con sólo leer el libro de Borrego. Y aquí es donde reside el peligro de este tipo de obras.

La gran mayoría de los negacionistas no se distinguen por su capacidad crítica -si fueran personas de amplio criterio simplemente no serían negacionistas- es fácil que se dejen influenciar por obras como “Derrota Mundial” y otras por el estilo; mal fundamentadas y tendenciosas, las cuales contribuyen en gran medida a sostener el entramado de mentiras de las que se alimenta el negacionismo. Como casi todas están escritas en un estilo bastante elemental, son de fácil comprensión e inclusive amenas en ocasiones y se prestan de maravilla para ser el sustento ideológico de gentes de mente frágil que suelen terminar siendo negacionistas quienes, reacios a consultar obras y fuentes más profundas, pero de más difícil comprensión, en donde se comprueba de manera contundente el proceso histórico del Holocausto, se decantan por la literatura negacionista.

Por su sólida formación, podemos descartar que la negación del Holocausto y de otros crímenes y hechos nefastos realizados por el nazismo antes y durante la guerra, sean producto de la ignorancia e impreparación de parte de Salvador Borrego. Pese a ello, hechos históricos más que comprobados como los planes de agresión de Hitler, la política discriminatoria y racista del Tercer Reich, las leyes de Núremberg, las locas teorías raciales nazis, la creación de los campos de concentración, el programa de eutanasia; que provocó la muerte de por lo menos cien mil personas -no judías- que “no merecían vivir”, el “Nuevo Orden” y sus trágicas secuelas, los guetos en Polonia y las condiciones de vida en los mismos, los Einzatzgruppen y sus acciones en Polonia y Rusia, las matanzas y saqueos realizados en toda Europa durante la ocupación nazi y ¡por supuesto! la existencia de los campos de exterminio y los hornos crematorios, avalada con miles de pruebas y evidencias de todo tipo, son algunos de los procesos y acontecimientos que el señor Borrego omite dentro de su voluminosa obra.

Para este autor, el dictador alemán ‘fue virtualmente empujado a la guerra’ debido a las ‘terribles presiones’ del judaísmo mundial. Podemos suponer entonces que una vez iniciada una guerra que le había sido impuesta a Hitler y en la cual ‘Alemania se jugaba su existencia como nación’, según la tan trillada frase del mismo führer repetida por sus fanáticos; si se daba el caso de conquistar algunas naciones sobre la marcha y ensanchar el territorio del Reich milenario ¡Por qué no hacerlo! y si también se podían aprovechar los recursos naturales, la industria y la mano de obra de dichas naciones ¡Pues que mejor! y si también de paso se podía acabar con los ‘enemigos del Reich’ de una vez por todas, ¡Sería tonto no hacerlo! Todo estaba permitido con tal de garantizar la seguridad del Reich alemán que luchaba por su ‘existencia como nación’.

Resulta por demás poco creíble que el señor Borrego no se haya enterado por cualquier medio de las atrocidades cometidas por Hitler y sus secuaces durante la guerra, si él vivió en esa época y debió de estar enterado de primera mano de lo acontecido. Es difícil de creer que no haya sabido ni visto la enormidad de las pruebas sobre la existencia de los campos de exterminio si una vez que fueron liberados por los aliados, se filmaron decenas de miles de kilómetros de películas sobre los terribles hechos -otras películas igualmente atroces fueron incautadas a los mismos alemanes que no pudieron o no tuvieron tiempo de destruirlas- se requisaron a su vez miles de fotografías y documentos probatorios, además de que se recabaron miles de testimonios de sobrevivientes y de los mismos verdugos hechos prisioneros y encausados.

Pese a lo anterior, el señor Borrego en su obra niega olímpicamente el Holocausto. Además, el estilo y algunas de las estrategias metodológicas que utiliza en esta obra han marcado desde entonces la forma de escribir de muchos negacionistas y antisemitas: inventar “teorías conspiratorias” de los judíos en contra de la humanidad, exagerar el poder económico y político de los judíos en el mundo, minimizar las características negativas del nacionalsocialismo, negar abiertamente los crímenes y hechos atroces cometidos por los nazis e hiperbolizar los cometidos por los aliados como por ejemplo, los bombardeos terroristas -iniciados por los alemanes- o los actos de venganza de los soviéticos en suelo alemán -posteriores a los cometidos por los mismos alemanes en suelo soviético- y finalmente el viejo cliché de que los alemanes fueron empujados a la guerra por los judíos capitalistas de occidente y los judíos marxistas por el oriente. A pesar de la evidente contradicción en ésta última afirmación, el señor Borrego la repite continuamente, ‘ad nauseam’, a lo largo de su obra. En algunos capítulos de su libro, menciona listas de industriales, financieros, políticos, científicos e intelectuales, todos judíos, supuestos culpables no sólo de la guerra, sino también de la decadencia del orden social y moral de occidente desde el siglo XIX, por lo menos.

Sin embargo, el señor Borrego omitió en su lista a algunos “arios” que no sólo propiciaron la ascensión de Hitler al poder, sino que también de forma directa e indirecta también ayudaron a desencadenar la guerra, puesto que fueron algunos de los principales beneficiarios de la misma: el clan Thyssen, los Krupp, Ferdinand Porsche, Hugo Boss y empresas tales como Siemens, Bayer, Daimler Benz, BMW e I.G. Farben, fueron sólo algunos de los monopolios fabricantes de acero, armas, municiones, vehículos, uniformes y productos químicos necesarios para la guerra y muchos otros productos bélicos, quienes no sólo se enriquecieron fabulosamente durante la conflagración, sino que también participaron indirectamente del Holocausto al utilizar mano de obra esclava en forma de miles de judíos provenientes de los campos de concentración y exterminio. Este ‘pequeño’ detalle fue olvidado, al igual que otros muchos, por el señor Borrego en su obra. Otra gran contradicción de su obra es que después de la guerra, Alemania, a pesar de su aplastante derrota, no sólo no desapareció como nación, como anunciaba el führer, sino que veinte años después del fin de la misma, este país -por lo menos en su parte occidental- gozaba de un esplendor y un nivel de vida mucho mejor que durante los años del nazismo.

Pero es el Holocausto el proceso que con mayor determinación se obstina en negar el señor Borrego, a pesar de que, por su clara inteligencia y su misma lucidez, es casi seguro de estar enterado de la terrible verdad. Si es así, ¿Porque obstinarse durante años y décadas, a lo largo de más de medio siglo, en negar lo innegable, en defender lo indefendible? La respuesta es bastante sencilla: para un negacionista de su calibre aceptar la existencia del Holocausto Judío significaría el fin del negacionismo en sí y un golpe mortal al antisemitismo, además de que el nazismo y su creador quedarían expuestos como lo que realmente fueron: uno de los regímenes más sanguinarios y perniciosos y el más grande genocida de la historia respectivamente. Es por ello que el señor Borrego en “Derrota Mundial” y otras de sus obras, se obstina en su insostenible posición. Pese a todo, el señor Salvador Borrego tiene razón al decir que Oriente y Occidente y prácticamente el resto del mundo, se unieron para combatir a Hitler. Pero se equivoca al decir que el judaísmo internacional estuvo siempre detrás de dicha unión. Fueron los pueblos, los gobiernos, las naciones del mundo; indistintamente de su origen, credo o filiación política, los que vieron en el nazismo un peligro mucho peor que el “capitalismo salvaje” de occidente o el “bolchevismo ruinoso” del este. No por nada Winston Churchill, estadista y viejo zorro de la política, enemigo número uno del comunismo, prefirió aliarse a este mismo enemigo para luchar contra Hitler y la pesadilla nazi, en quienes vislumbraba una amenaza mucho peor para la humanidad que el peor bolchevismo imaginable. No fueron los judíos los que aconsejaron o coaccionaron a gobiernos y cancillerías en la lucha contra Hitler: fue el más elemental sentido común y el mismo instinto de supervivencia de las naciones. La torpeza y la misma crueldad del régimen nacionalsocialista hicieron el resto. El aplastamiento de esta nefasta amenaza contra la civilización ha sido celebrado desde entonces en todo el orbe como una auténtica ‘Victoria Mundial’.

 

 

*Historiador