Enlace Judío México  entrevistó, en exclusiva,  el 15 de noviembre, al director de Nacional Financiera, Jacques Rogozinski Schtulman,  un economista, funcionario público y escritor mexicano, articulista en los diarios mexicanos Milenio y El Financiero. El 6 de septiembre, Rogozinsky asumió la Presidencia del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Instituciones Financieras para el Desarrollo. 

Enlace Judío: Hoy se inaugura la quinta ronda de las negociaciones del TLCAN y no con muy buenos augurios porque ayer el secretario de Comercio de EE.UU. dio algunas señales un poco agresivas para México ¿son estrategias o vamos a vivir en un México sin NAFTA?

Jacques Rogozinski: Primero, sin la menor duda son estrategias y yo lo he escrito en algunas ocasiones, y platicado en otras, que las negociaciones con el gobierno de Donald Trump van a ser muy diferentes a todas las que México estaba acostumbrado por varias razones.

Una de ellas es que íbamos a estar negociando básicamente con empresarios. Los empresarios son distintos en las negociaciones con los políticos, pero no me voy a meter mucho a esa parte. La parte importante que hay que tomar en cuenta es que la negociación tiene dos características que no siempre están juntas y en este caso sí: que es una negociación posicional y al mismo tiempo es una negociación asimétrica.

Una negociación posicional es cuando antes de empezar una negociación uno se posiciona. Uno puede decir que se posiciona mucho más a la derecha o a la izquierda que lo que uno está dispuesto a ceder porque así empiezan las negociaciones. Pero hay una parte que es cambiar, que es a lo que me estoy refiriendo con la parte posicional de Donald Trump.

Donald Trump dijo, “Parte de lo que quiero hacer es reducir el deficit comercial de EE.UU.”. Muchos dicen que lo primero que debe hacer es ir con China, “No, es que Trump dijo que con todos”. Claro, empiezan con México que es el que tienen más cerca y probablemente, vamos a ponerlo así, es más débil desde el punto de vista de China y puede ofrecer menos a cambio de algo.

Vamos a suponer que China le diga a EE.UU., “Déjame de estar molestando con esta parte comercial y yo te ayudo con la parte de Corea del Norte. ¿Cuánto te gastas de tu presupuesto anual de todo lo que haces con Corea del Norte. Yo te ayudo pero réstamelo del déficit que tienes conmigo”.

Distintos países tienen distintas formas y distintas características que pueden ofrecer a la hora de una negociación posicional. Pero Trump pintó una raya: quiere que disminuya el deficit comercial. De ahí no lo vamos a poder mover, eso es parte de una negociación posicional.

Al mismo tiempo es una negociación asimétrica. México tiene más vulnerabilidades de las que tendría China. Cuando están estas dos cosas en forma conjunta, una de las cosas que tenemos que estar viendo es cómo compensar las partes que vamos a tener que ceder, porque si no la otra persona va a decir, “Yo te dije cuál es lo mínimo que yo requiero. Si tú no quieres, me estás obligando a salir”.

 Muchos creen en general, incluso en universidades y gobiernos, que los tratados comerciales son técnicos. Mi posición es que el TLC y en otros muchos el 90% es político y el 10% es técnico.

A Trump le pueden llegar y decir, “Mira, te voy a demostrar que lo que estás diciendo es incorrecto”. Trump te va a dar en algún momento la razón, pero agregará, “Eso es lo que yo le prometí a los que votaron por mí. Si quiero ir por una reelección no me creerán nada”.

Hoy le creen y los que votaron por él tienen la esperanza de que algunas de las cosas por las que votaron se van cumplir. Esto es lo que yo creo que sucede.

Habiendo dicho esto, yo no creo, como dice el Fondo Monetario Internacional o muchos periódicos, que en el caso que no hubiera un TLC nos irá mal. Creo más bien que esa es la espantada del otro lado.

Vamos a suponer que a EE.UU. le empieza a ir mejor: que el desempleo baja, las bolsas suben, se genera más demanda, etc. Vamos a suponer que la gente de West Virginia no tenia trabajo y no podía comprar un coche. Ahora supongamos que ya tienen trabajo. Esas 10 mil personas no tenían forma de comprar nada, con o sin TLC. Ahora vamos a suponer que no hubiera TLC, pero ya tienes 10 mil personas que van a poder entrar al mercado de compra de autos aunque les salga un poco más caro.

Aunque hubiera TLC, la demanda de estas 10 mil personas es 0. Ahora supongamos que ya tienen trabajo y generan ingresos, con eso ya tienen forma de comprar un auto ¿Y de dónde lo van a sacar? Pues de México porque los automóviles van a seguir produciéndose aquí. Las empresas no se van a ir de un día para otro.

Yo creo que el hecho de que a los EE.UU. le vaya bien desde el punto de vista económico, por la razón que sea, hará que haya más gente trabajando y haya más demanda. ¿Y de dónde sale parte de la demanda? De México.

Creo que va a tener un efecto más negativo el hecho de que logre pasar lo que se llama una reforma fiscal en los EE.UU. que si no se llega a una conclusión positiva del TLC. Uno, no lo veo aún muerto. Dos, a la larga va a tener que aceptarse que parte de lo que pide Trump se va a tener que dar de una u otra forma. Y tres, el TLC no nos va a perjudicar tanto como andan diciendo los so called expertos.

 

EJ: ¿Cómo ves las perspectivas de la economía mexicana ya que son tiempos electorales?

JR: Yo creo que México, aunque muchos opinen lo contrario, ya tiene una estabilidad sobre todo en la parte económica, ya no es tan fácil estar moviendo cosas, llegue quien llegue a la presidencia. Según yo, se ha demostrado, por ejemplo en el Banco de México que tiene autonomía y es muy difícil de tumbarla. Me dicen, “Es que puede llegar alguien que la tumbe”. Yo no veo tan fácil esto.

Con o sin democracia, está reconocido en todos lados: un presidente en este país ya no puede hacer lo que quiere. Porque en el Congreso ya no tiene en muchos casos mayoría para hacer cambios constitucionales.

Lo que creo es que México ya ha llegado a una situación donde habrá volatilidad durante el año, pero de eso a que cambie radicalmente lo que ya se ha logrado es algo muy difícil. Ya no existen esas diferencias extremas entre gobiernos sexenales como antes en México. Ya no se puede dar eso.

Una vez que se terminen las elecciones, todo va a volver a su normalidad.

EJ: Este fin de mes se va el gobernador del Banco de México, ¿cuáles son tus predicciones al respecto?

JR: Te voy a contestar como me contestó un amigo mío que le gustaban las apuestas. Le dije, “Oye, yo veo que a ti te gusta apostar en Las Vegas y tú ¿a qué caballo le vas a apostar? O en el Jai Alai ¿a qué jugador le vas a apostar?”. Y me dijo, “Yo no le apuesto a nadie ni a nada que involucre un cerebro porque me pueden cambiar las cosas. En los números yo tengo probabilidades y soy muy bueno en la ley de probabilidades. Lo que veo, por ejemplo en el pókar, son probabilidades y así es como apuesto o dejo de apostar. Pero donde hay un cerebro, así sea de un caballo, no lo hago”.

No voy a dar predicciones donde haya involucrado algún cerebro.

EJ: Al gobierno de México se le culpa de todo ¿Qué opinas de esta percepción que existe en la gran mayoría de que los servidores públicos son culpables porque son corruptos?

JR: Vamos a hablar de la palabra impunidad. Cada vez que voy a alguna reunión o a una universidad a dar una plática antes de empezar a hablar de los temas que ellos esperan digo, “A mí me gusta hacer preguntas. A ver, levante la mano aquella persona que haya escuchado lo siguiente: yo a lo que aspiro es a ser agente del Ministerio Público”.

Lo he preguntado yo creo a más de 4 o 5 mil personas, y lo primero que encuentro es que todo mundo sonríe, pero nadie levanta la mano. Y me digo, “¿Cómo? ¿No hay nadie que haya escuchado esto?”.

Hago una segunda pregunta, pero ahora en vez de agente de Ministerio Público, digo la palabra juez. Uno o dos me levantan la mano. De 2 mil a lo mejor he tenido 15 o 20 que levantaron la mano y cero en Ministerio Público.

A qué voy con esto. México en cantidad de jueces por cada 100 mil habitantes tiene muy pocos comparados con los estándares mundiales. Ni siquiera tenemos la cantidad ni la calidad.

Y cuando les pregunto: ¿por qué ser agente del Ministerio Público no es aspiracional para ustedes? Me dicen, “No, cómo crees, todos van a pensar que mi hijo es corrupto“. Lo único que me dicen con eso es que las personas que van a tomar esa posición van a ser corruptas y no van a estar bien preparadas porque su hijo ya tiene un nivel mayor y universitario.

A esos puestos está entrando la gente que no necesariamente es la mejor. Si yo no tengo buenos ingenieros en mi empresa, mi producto no saldrá muy bueno. Si yo no tengo buenos Ministerios Públicos a la hora en que se arma el expediente, cuando el delincuente llegue con el juez, este lo va a tener que soltar.

El gobierno sólo no va a poder cambiar esto por más que le digan. Esto tiene que ser un cambio cultural de que la gente tenga aspiraciones para llegar a ese tipo de puestos. Lo mismo con las policías. Yo quisiera ver cuánta gente de los que critican a las policías estarían dispuestos irse una semana a un crucero o a una patrulla para que vean cómo les va a ir.

Tienes un policía que gana 5, 6 0 7 mil pesos al mes. Si ve un asalto, va y por alguna razón hiere o mata al asaltante. Derechos Humanos y todas las leyes se le van a ir encima. El policía va a pensar, “Si veo el asalto, voy y lo mato, la bronca va a ser para mí. Voy a tratar de no matarlo, a lo mejor él me mata a mí. Tengo dos opciones: ir y tratar de salvar al que están asaltando. Si no uso demasiada fuerza a lo mejor el que sale bailando soy yo. A lo mejor lo que más me conviene es mejor tropezarme”.

Esa sería la forma lógica de lo que debería de pasar, ¿por qué? Porque si lo matan, va a dejar a todos sus familiares prácticamente en la calle.

Todo lo que estoy tratando de decir es que es un proceso de mediano plazo, esto no se arregla de un día para otro. Se tiene que arreglar con mejores policías.

Uno de mis hijos entró por una temporada a la policía en Washington o Maryland, no recuerdo. Y me decía, “Papá, para entrar tenemos que tener una licenciatura y luego pasar un curso de 6 meses, y luego tener cierta condición física, etc., etc.”. Es decir, es todo un proceso para llegar a eso.

Aquí en el país desgraciadamente muchos de los que entran a las fuerzas policiacas lo hacen porque no califican en otro lugar. No es porque sean aspiracionales, no es porque digan, “Yo lo que quiero es ser eso, siempre he querido estar en las fuerzas policiacas”.

Si hacemos unas encuestas generalmente vamos a ver que no, que la gran mayoría dirá, “Es lo que pude conseguir”.

Y termino con la parte de la educación. En la educación también le dicen a la gente que el gobierno es el que tiene la culpa de que esté mal. Y ahí yo les hago preguntas a amigos de alto nivel en cenas, “A ver, tú eres un médico muy exitoso. Tú un abogado muy exitoso. Tú un empresario muy exitoso. Tú un profesor que ha sido muy exitoso. Todos ustedes tienen hijos y los mandan a colegios privados. Díganme ¿cuándo han ido a donar una hora de su tiempo al año para irle a platicar a los compañeros de su hijo de lo que hacen ustedes?”

Y hay un silencio. Nadie. En EE.UU. todo lo contrario, tanto en escuelas privadas como públicas,  los padres de familia van, sobre todo en la preparatoria, para platicarle a los muchachos y muchachas de experiencias personales para de alguna forma darles una guía de qué cosas se van a encontrar en la vida real.

En México existe muy poca solidaridad de las familias a la hora de ir a apoyar la educación. Lo que quiero decir es que todo este tipo de situaciones no es una situación que solamente la va a poder arreglar un gobierno, en ningún país.

En EE.UU., los padres me decían “No voy a llevar a mis hijos a Disneylandia, mejor le vamos a conseguir un tutor a mi hijo”. Y les decía, “Oye pero tu hijo está estudiando muy bien en la escuela”, pero me respondían, “No es suficiente”. En las tardes los niños tenían tutor privado.

Básicamente el sacrificio de comprar un nuevo coche, se gasta en un tutor privado para que le de educación y su nivel sea mejor, aunque tenga muy buena educación en escuela privada o pública.

Hoy en Corea del Sur tienen un nivel altísimo. En China está empezando a pasar lo mismo. En México que yo sepa no. Yo no estoy viendo a las familias que se sacrifiquen para decirles que tomen más educación.

Ahora voy a hablar de la parte optimista. Yo veo que los jóvenes en este país están cambiando muchísimo. Están dispuestos a tomar riesgos, a decirle a sus padres, “Yo no quiero ser empleado el resto de mi vida como tú. Yo me voy ir a un lugar en el país a tratar de abrir un negocio. Haré lo que quiero hacer”.

Al haber una población joven en este país que quiera estar dispuesta a cambiar el status quo que venía anteriormente con la educación que todos teníamos, es más nosotros también con la educación judía, siento que México dará un salto cualitativo dentro de los próximos 10 o 15 años.

Lo que veo con los jóvenes que le echan ganas y los apoyamos aquí en Nacional Financiera, es que no se quieren quedar únicamente en un puesto toda su vida. Lo veo no solamente con los hijos de gente acomodada, lo veo con la gente en general. Se ven con muchísimas ganas de emprender y hacer algo distinto de lo que hacían los padres.

EJ: Eres un servidor público de brillante trayectoria que ha hecho mucho por México, pero iniciando desde tu infancia ¿Cómo fue ser hijo de sobrevivientes del Holocausto?

JR: Yo creo que parte de mi personalidad, que luego algunos dicen que yo soy persistente y otros dicen que soy obstinado o terco, es precisamente por el hecho de que desde que llegué a México a mí me costaba todo al doble.

Llegué a México y todo para mí era muy divertido, porque hasta en la Universidad cuando pasaban lista siempre era algo así de “Ramírez, Ramírez, Rodríguez…”, y cuando se atoraban yo ya sabía por qué y  decía, “Presente”. Porque mi apellido es Rogozinski Schtulman.

Eso tenía una ventaja y una desventaja, pero la desventaja era mayor porque les costaba mucho trabajo pronunciar mi nombre pero una vez que lo pronunciaba la primera vez, siempre se acordaban de él. Entonces cuando yo estaba en alguna clase o reunión, al primero que le preguntaban era a mí. “A ver señor Rogozinski ¿Qué dije?” Porque claro, ya sabían quién soy y ya se habían aprendido el nombre. Ese era el tema de mi nombre distinto, llamémosle así.

Nací en Francia y mis padres eran de Polonia, sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, mi madre fue sobreviviente de Auschwitz y mi padre estuvo en Bergen Belsen. Se conocieron en Francia después de la Segunda Guerra Mundial.

A mí nunca me gustaba escuchar acerca de ello. Y mi madre no quería decirme mucho, pero mi padre sí, pero yo no estaba muy dispuesto a estar escuchando. Obviamente se sabe y veías los números en sus brazos, etc. Los alemanes durante una época les estuvieron dando compensación por todo lo que perdieron, etc., etc.

El tema es que se conocen ellos en Francia en 1948, se casan y yo nazco en 1950 en Francia y mi papá me quiere poner un nombre muy francés: Jacques. Nada más que nunca tuvieron en mente que íbamos a terminar en México, me hubieran puesto mejor Santiago o Jacobo.

Terminamos en México cuando yo tenía 10 meses de nacido, porque mi madre tuvo miedo de que la Guerra de Corea se extendiera hacia Europa, entonces quería un océano en medio. Mi madre venía de una familia judía ortodoxa y 3 de sus 9 hermanos se vinieron a México en 1933 o 1934, porque parece que requerían ingenieros en aquél entonces y ellos tenía esta profesión. Obviamente fueron los únicos que sobrevivieron junto con mi madre.

Cuando la Guerra de Corea empieza en 1951 trataron de entrar a EE.UU., pero no les dieron la visa y se vinieron a México donde tenían familia. Llego yo a los 10 meses de nacido con un nombre muy mexicano. Para los franceses yo no era francés, porque para ser francés requería por lo menos haber vivido 5 años ahí. Yo era polaco para ellos. Para los polacos yo no era polaco porque mis padres no regresaron a Polonia y perdieron su nacionalidad. Y para los mexicanos yo era francés.

No tenía una nacionalidad, solo tenía un “laissez-passer” y mi carta de naturalización me la firmó el presidente López Portillo en mayo de 1981. Durante 31 años no tuve nacionalidad y todo me costaba doble trabajo.

Cuando terminé mi licenciatura en el ITAM donde estudié administración y quería mi cédula profesional me tuve que amparar por no tener la nacionalidad mexicana. Hay unos temas aquí en México que de plano, cuando uno se queja de cómo están los EE.UU., bueno, primero hay que verse en el espejo.

Yo por ley y por la Constitución, no puedo ser secretario de estado, diputado, gobernador, senador, ni gobernador del Banco de México. Hay una larga lista. Todo me costaba doble trabajo.

EJ: Cuando escuchas el himno nacional, ¿qué sentimientos te invaden?

JR: Probablemente tengo más sentimiento positivo que cualquiera que nació en México. ¿Por qué? Porque yo estoy adoptando al país. Ahí también se demuestra que persevero. Yo a los 18 años llegué a Relaciones Exteriores y les dije, “Señor director general Galeano (creo que se apellidaba así), yo quiero la carta de naturalización mexicana”. Y me dijo, “No cómo cree, aquí se dan muy poquitas, como una al mes. Aparte, usted no es empresario y tiene 18 años”.

Me eché desde los 18 a los 31 años, es decir 13 años duro y dale viendo por dónde iba a llegar para que me dieran mi carta de naturalización.

Me casé con una norteamericana. Pude haber pedido la residencia primero y tres años después la norteamericana mucho más rápido de lo que me dieron a mí la mexicana. Todavía me casé allá, me vine acá y seguía persistiendo porque yo quería la nacionalidad mexicana.

¿A qué voy con esto? No soy ni residente de EE.UU., mi esposa es americana pero no soy norteamericano, solamente soy mexicano. Habiendo explicado esto, a mí me causa muchísima más emoción poder decir, “Yo logré ser mexicano no porque nací aquí, sino porque lo pelée”.

Yo elegí al país. Pude haber dicho, “Ya me cansé, es mucho más fácil ser norteamericano, solo tengo que saber inglés y pasar un examen sobre fechas importantes y presidentes de EE.UU.”. Yo no conozco a nadie que haya aplicado para la nacionalidad norteamericana que no haya pasado el examen.

Es más, creo que es más difícil pasar el examen de manejo. Para el examen que le hacen a uno le dan todo lo necesario para que sepan que de ese material le van a preguntar.

EJ: ¿Cómo fue esta ceremonia de tu naturalización?

JR: No hubo mucha ceremonia. Estaba yo trabajando en el INDEVAL, casi a punto de tirar la toalla, cuando una de las personas que trabajaba conmigo me dijo, “Oye, ¿tú estás pidiendo una carta de naturalización?”. Y le dije, “¿Tú, de dónde sabes?”. Y me respondió, “Es que tengo un amigo que trabaja en Los Pinos con el presidente López Portillo y me acaba de decir que llegó tu expediente para acuerdo presidencial”.

Y ahí fue cuando me enteré, efectivamente pasó una semana y me llamaron para decirme que el señor presidente había firmado para darme el acuerdo de naturalización mexicana 5-1981.