Enlace Judío México.- El más valioso -y espeluznante- de los hallazgos de Franklin Foer en World Without Mind, el libro que escribió sobre las corporaciones digitales que se han vuelto parte de la vida cotidiana de miles de millones de usuarios del Internet, es el proyecto, las metas y los modos, que se ocultan tras la fachada que nos venden.

ISABEL TURRENT

Google es mucho más que una herramienta útil para encontrar información. Sus creadores buscan nada menos que alterar el curso de la evolución humana. Google Brain, el sueño que persigue uno de sus dueños, Larry Page, busca reproducir las redes neuronales del cerebro humano, replicando a través de sus (secretísimos) algoritmos los procesos y los métodos para aprender del cerebro, para crear un modelo de inteligencia artificial -un ejército de computadoras humanoides- que complementen, o mejor aún, sustituyan, a los defectuosos seres humanos.

Google se ha dado a la tarea, por ejemplo, de escanear todos los libros existentes. Uno de los ingenieros de Google informó casualmente a un visitante que no guardaban estos libros para que los leyeran seres humanos, sino para entrenar y enriquecer a las máquinas omnisapientes del futuro.

Si la distopía de Google es aterradora a largo plazo, la utopía de Facebook, esa que enmascara la realidad de ganancias multimillonarias, para los pelos de punta ahora. La aldea global que pregona Mark Zuckerberg, el ágora democrática de las redes donde todos tienen el derecho a opinar es, en realidad, un poderoso monopolio: un entramado de reglas y procedimientos para extraer información de sus usuarios. Reglas diseñadas por la corporación en forma de algoritmos -complejos manuales de instrucciones para sus computadoras- en beneficio de la corporación.

El negocio es la información. Los algoritmos de Facebook (tan secretos como los de Google) permiten a la empresa manejar más de 100,000 “señales” para decidir qué información y en qué orden reciben sus usuarios en su News Feed.

Facebook no oculta el enorme poder político que ha acumulado. Acepta que un solo mensaje puede haber incrementado en cuatro años y en .60% la cantidad de votantes que acuden a las urnas. Pero su poder va más allá: la información que ha recopilado Face-book con cada like de sus usuarios y el hecho de que la mitad de ellos -mil millones de personas- entran diariamente a Facebook, ha convertido a la plataforma en un paraíso para los anunciantes. Y también para los estrategas políticos que compran espacios en Facebook para difundir propaganda y desinformación, y adquieren asimismo su acervo de datos para saber qué grupos de votantes pueden inclinarse a favor de un candidato y diseñar propaganda personalizada para ellos.

No sólo fueron grupos de hackers rusos quienes usaron la plataforma y los datos de Facebook para manipular elecciones en el 2016. También empresas estadounidenses de ultraderecha como Cambridge Analytica.

La intervención de estas organizaciones en las elecciones del año pasado, a través del uso de las redes y de la información gratuita que los usuarios de monopolios tecnológicos como Google y Facebook les regalan, ha tenido dos ventajas.

Encuestas anteriores a 2016 indicaban que 60% de los facebookeros no se habían enterado que la empresa funciona con base en algoritmos: no sabían que recibían info y recomendaciones de una máquina.

El porcentaje de los que no conocían el uso político de esos datos debe haber sido mucho mayor. Después del escándalo de la intervención rusa en la elección de Trump, y de libros como el de Foer, no sabe el que no quiere saber. Ese hipotético usuario se dejará engañar a sabiendas.

La otra ventaja es que Brexit y Trump mostraron que las redes, su info y sus algoritmos, no han sido el sendero hacia el futuro radiante que prometen Page o Zuckerberg. Revoluciones digitales como la Primavera Árabe se disiparon sin dejar huella. Y en 2016 decidieron el voto a favor de Brexit, que tiene a Gran Bretaña metida en un brete, y llevaron a Trump a la Casa Blanca.

Los monopolios informáticos no van a regularse y supervisar el uso que se da a sus datos porque no van a matar a la gallina de los huevos de oro. La panacea para la desinformación que propician y el voto irracional que alimentan, es la información abierta y plural en los medios de tinta sobre papel que pretenden sustituir.