Enlace Judío México – Coincidentemente con su ingreso al gymnasium (colegio secundario), los anaqueles de la habitación de Sigmund Freud (1856-1939) comenzarían a abarrotarse de libros, trasuntando ello un manifiesto y creciente interés por los paradigmas culturológicos consustanciales a los procesos civilizatorios que jalonaron la historia de la humanidad.

LIC. PSIC. JORGE SCHNEIDERMANN

Con peculiar fruición y denuedo, consagró sus días de juventud a la lectura de los grandes clásicos de la filosofía, la literatura, la filología, la teología y las artes, hasta transformarse en un conspicuo polímata de perfil cuasi renacentista.

Asimismo, deseoso de acceder a las grandes obras del pensamiento universal en sus versiones originales y evitar los eventuales ambages conceptuales de las traducciones, también se abocaría al estudio de diversas lenguas en forma autodidacta.

En efecto, además de su acendrado dominio del alemán[1], aprendió a leer y escribir fluidamente en inglés, italiano, francés, castellano, griego y latín (Rizzi, 2014).

En una carta enviada el 7 de mayo de 1923 al traductor Luis López Ballesteros y de Torres reconociendo las bondades de la adaptación de su obra al castellano, Freud expresaría:

Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal “Don Quijote” en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana. Gracias a esta afición juvenil puedo ahora -ya en edad avanzada- comprobar el acierto de su versión española de mis obras, cuya lectura me produce siempre un vivo agrado por la correctísima interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo. Me admira, sobre todo, cómo, no siendo usted médico ni psiquiatra de profesión, ha podido alcanzar tan absoluto y preciso dominio de una materia harto intrincada y a veces oscura. (Freud 1923, p. 13)

El llamado de la vocación

Aquél pequeño Sigis[2], fascinado por la narrativa épica y la historia, y que durante una noche de infancia hubo de soñarse blandiendo el bastón de mando de André Masséna (el único oficial judío que revistara en las fuerzas de Napoleón Bonaparte), desde sus primeros escarceos con la lectura desarrolló una particular afición por las letras, hasta que a los 17 años y a poco de culminar el bachillerato, una disertación del Prof. Carl Brühl acerca del ensayo Naturaleza (atribuido a Goethe), inclinó su vocación hacia las ciencias naturales.

Cuando aún no había cumplido los 18 años, en 1873 decidió matricularse en la Facultad de Medicina de Viena (Fachinelli, 1968).

Durante los primeros tramos de la carrera se mostró especialmente motivado por la tarea investigativa, inquietud que le llevó a incorporarse en 1876 al laboratorio del connotado médico y fisiólogo Ernst Wilhelm Brücke[3], dando inicio a una fermental etapa que se extendería hasta 1882.

Entre sus principales trabajos destácanse sendas monografías acerca de las glándulas sexuales de las anguilas y el sistema nervioso central de una larva de lamprea (Freud, 1923).

Tras su graduación como médico en 1881, la escasez de oportunidades laborales en el área investigativa comienza a preocuparle. Luego de una desalentadora charla con Brückeen la que éste no le garantiza posibilidades concretas de continuar a su servicio, opta por ingresar en 1882 al Hospital General de Viena en calidad de clínico.

No era difícil por aquel entonces comprobar la solapada proclividad del corporativismo científico a restringir la formación de investigadores de origen judío. Ello le llevó a abandonar la investigación, pero no por mucho tiempo: en 1883 se integra a la clínica psiquiátrica del Dr. Theodor Meynert -reconocido neurólogo, neuroanatomista y psiquiatra alemán radicado en Austria- quien inmediatamente le asigna funciones en el laboratorio de anatomía cerebral.

A mediados de 1885, poco antes de titularse como Privatdozent en Neuropatología (habilitación para ejercer la docencia en el ámbito universitario), se hace acreedor a una beca que le permite trasladarse a París y participar de los cursos dictados por el prestigioso neurólogo galo Jean-Martin Charcot (1825-1893) en el recinto hospitalario de la Salpêtrière[4].

Su estadía en Francia entre octubre de 1885 y febrero de 1886 impactaría sensiblemente en la orientación de su futura praxis, acrecentando su interés por la clínica psicopatológica en general y la histeria en particular. De regreso en Viena, decide focalizarse en el tratamiento de pacientes neuróticos, revisar minuciosamente la eficacia de su arsenal terapéutico y perfeccionar sus destrezas en el manejo de la sugestión hipnótica.

En 1889 se traslada a Nancy con la intención de abrevar de las enseñanzas de autoridades en la materia como Liebault y Bernheim, no obstante lo cual pronto declinaría de la aplicación de esta técnica. Ello se debió fundamentalmente al reconocimiento de sus propias limitaciones como hipnotizador y a la constatación de que no todos los pacientes eran pasibles de responder a los efectos de la sugestión hipnótica.

En 1892 comienza a implementar lo que dio en llamar método catártico, consistente en solicitar al paciente que exprese todas las ideas, recuerdos y pensamientos que asomaran a su mente sin someterlos a juicio o censura de ninguna índole.

La palabra emerge repentinamente como agente vehiculizador de la cura. Sus pacientes comienzan a manifestar el efecto liberador de este nuevo procedimiento y a guiarlo por los hasta ese entonces tumultuosos territorios de la patología neurótica.

Parafraseando a Stefan Zweig, el descenso a los abismos del Inconsciente había comenzado.

Bibliografía

Fachinelli, E. (1968). Freud. Los hombres de la historia, 1, 1-28.

Freud, S. (1923). Sigmund Freud. La interpretación de los sueños. En Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo. Volumen 2A. Cronología (p. 7) .Planeta-Agostini. Cali.

Freud, S. (1923). Sigmund Freud. La interpretación de los sueños. En Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo. Volumen 2A. Unas palabras del Dr. Freud sobre la versión al castellano de sus Obras Completas (p. 13).Planeta-Agostini. Cali.

Rizzi, M. (2014, setiembre). Biografía médica de Sigmund Freud. Revista Médica del Uruguay, 30 (3). Recuperado de https://www.scielo.edu.uy/scielo.php?pid=S1688-03902014000300008&script=sci_arttext&tlng=en#a

[1] Si bien su primera lengua había sido el checo, aducía estar bastante olvidado de la misma.
[2] Apócope de Sigismund, nombre de pila original de Freud que luego trocaría por Sigmund. Apodo utilizado especialmente por su madre para referirse a su primogénito.

[3] En dicho ámbito entablaría amistad con el Dr. Joseph Breuer, respetado clínico cuyas ideas en torno al tratamiento de la histeria (método catártico) constituirían un importante factor de inspiración para Freud en las etapas previas al nacimiento del Psicoanálisis. En 1895, publicaron en coautoría “Estudios sobre la histeria”.

[4] Tradicional nosocomio parisino inaugurado en el siglo XVII.

*El Licenciado Jorge Schneidermann (egresado de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República en 1990) se desempeña como Psicólogo Clínico. Ejerció la docencia en dicha casa de estudios en las Cátedras de Historia de la Universidad y la Psicología en el Uruguay, Psicopatología y Psicología Evolutiva, entre 1990 y 2004. Impartió cursos de Psicología del Aprendizaje, Psicología Evolutiva y Psicología del Niño en el Instituto Normal de Enseñanza Técnica (I.N.E.T) y en los Institutos Normales de Montevideo “María Stagnero de Munar y Joaquín R. Sánchez” (I.I.N.N), entre 1992 y 1993. Fue Director del área de Psicogerontología de ALAPP Uruguay (Asociación Latinoamericana de Psicogeriatría y Psicogerontología) entre los años 2006 y 2010. Es ensayista y columnista de diversas publicaciones nacionales e internacionales.


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