Enlace Judío México.- El pasado mes de mayo un artículo en este diario preguntaba, “¿Irán es una democracia o una dictadura?” Después de más de una semana de protestas en 80 ciudades iraníes, es seguro decir que tenemos la respuesta. Nuevamente.

BRET STEPHENS

Así de evidente fue a partir de la velocidad con la cual las manifestaciones, inicialmente por el precio de los huevos, se transformaron en llamados de “muerte al dictador”, completados con la quema de imágenes del Líder Supremo Ali Khamenei. Así de evidente fue, también, a partir de la fuerza con la cual el régimen reprimió lo que llamó “sedición.” Las democracias verdaderas no viven con temor a su propio pueblo.

Es muy pronto para decir si las protestas han sido erradicadas, al menos por ahora. Pero no es muy pronto para comenzar a repensar la forma en que se piensa acerca de Irán.

En la mayor parte, la atención occidental se enfoca en lo que Irán tiene — centrifugadoras, misiles balísticos, uranio enriquecido — tanto como en lo que hace — financia a Hezbolá, ayuda a Bashar al-Assad, arma a los huzíes, o encarcela a los ocasionales ciudadanos británicos o estadounidenses. Administraciones de ambos partidos han gastado la mayoría de sus energías para Irán tratando de engatusar o coaccionar a Teherán para que renuncie y desista, sin mucho éxito.

Ni cerca de la atención suficiente, empero, va a la pregunta de qué es Irán. Esto no se trata sólo de si es una dictadura. ¿Qué tipo de dictadura? Para obtener la respuesta correcta hay que conocer qué tipo de presión puede cambiar su comportamiento.

El saber convencional es que es una dictadura con características democráticas, y que está dividida entre intransigentes que quieren hacerla más represiva y militante, y reformistas que quieren hacerla menos. La política occidental, conforme este análisis, debe hacer lo que pueda para alentar y recompensar a los últimos a expensas de los primeros.

Pero el análisis falla en explicar por qué, por ejemplo, aumentó el número de ejecuciones en Irán bajo el liderazgo ostensiblemente reformista del Presidente Hassan Rouhani. No cuenta con el Ministro del Exterior Mohammad Javad Zarif depositando una corona de flores en honor a Imad Mugniyeh, el terrorista de Hezbolá responsable de matar a cientos de estadounidenses. Y no explica la política exterior hiper-agresiva de Teherán en la estela del acuerdo nuclear del 2015, el cual se suponía inauguraría su apertura al resto del mundo.

Una mejor forma de describir a la dictadura de Irán es como una cleptoteocracia, manejada por impulsos que son por turnos doctrinarios y venales. Noten cuán rápidamente los manifestantes provincianos volvieron sus miras al líder supremo: Tal vez se deba a que saben mejor que la mayoría cuán minuciosamente él los está esquilando. Como informaron Steve Stecklow y sus colegas en Reuters en el 2013, una fundación presuntamente caritativa controlada por Khamenei, conocida como Setad, tenía activos que valen un estimado de u$s95 mil millones.
“Setad levantó su imperio sobre la incautación sistemática de miles de propiedades pertenecientes a iraníes comunes,” destacó la investigación de

Reuters. “La organización ahora detenta un monopolio ordenado por los tribunales en incautar propiedades en nombre del líder supremo, y normalmente vende las propiedades incautadas en remates o busca extraer pagos de los propietarios originales.”

Lo que ocurre con Setad va para otras bonyad exentas de impuestos, “organizaciones de caridad” multimillonarias en dólares manejadas principalmente para el beneficio de sus amos clericales. Ocurre también con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que se estima controla otro 15% de la economía iraní.

Una de las razones por las cuales nunca fue probable que aliviar las sanciones contra Irán suavizara al régimen es que la gente que se encontraba en posición de ganar a partir de los vínculos comerciales con empresas extranjeras son las mismas personas que más invirtieron en la preservación del régimen y su sistema de preferencias. No hay economía de goteo en la República Islámica.

Pero también significa que la cleptoteocracia es singularmente vulnerable a las acusaciones de hipocresía. Todos los movimientos islámicos toman el concepto de justicia (como opuesto a libertad) como su concepto político organizador, y todos ellos lo ignoran para su peligro. El problema del régimen iraní es que ha pasado cerca de 40 años haciendo clara su hipocresía para todo su pueblo, salvo para aquellos que se benefician de ella.

Esta es una oportunidad a ser explotada por el mundo libre. Ken Weinstein del Hudson Institute ha argumentado que el gobierno estadounidense “debe publicar detalles sobre los miles de millones en bienes robados” llevado a cabo por el CGRI y el líder supremo. Eso — y asegurar que los iraníes comunes se enteren de ellos, una revelación escandalosa en un momento — es la idea correcta.

Otra idea correcta es la de Mark Dubowitz de la Fundación para la Defensa de las Democracias, de poner una vez más a Setad, junto con sus decenas de empresas fachada y subsidiarias, bajo las sanciones estadounidenses por corrupción. El gobierno de Obama hizo tal cosa en el 2013, sólo para revertir el curso como parte del acuerdo nuclear.

En 1982, Ronald Reagan elogió al movimiento Solidaridad de Polonia por permanecer “magníficamente no reconciliado con la opresión.” Resulta que es así para los iraníes hoy. Un Occidente que quiera ayudarlos puede empezar por explotar la contradicción interna que define al régimen que los oprime y el cual puede todavía demostrar su perdición.

 

 

Fuente: The New York Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

 

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