MORRIS STRAUCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Mil novecientos dieciocho no solo fue año de Primera Guerra Mundial y revoluciones, sino también de pandemia. De hecho la pandemia de influenza de 1918 mató a más seres que la “Gran Guerra”.

En el cuarto año de la Primer Guerra Mundial, Estados Unidos inclinaba la balanza a favor de los aliados, la paz se veía en el horizonte. En Rusia había estallado la revolución un año antes y en Alemania estaba a punto de hacerlo, México llevaba 8 años en la suya. Mientras esto sucedía, comenzaban a brotar los primeros casos de gripa de la temporada, al poco tiempo se vio que lo que la gente padecía no era un resfriado común.

La epidemia mundial de influenza de 1918 se conoció con diferentes nombres de acuerdo con cada país o región, pero el más usado fue el de la “Gripe Española”. España que era neutral en la guerra no tuvo ningún empacho en publicar los efectos de la epidemia “la grave enfermedad del Rey Alfonso XIII”, mientras que las naciones en conflicto ocultaban el número de muertos por la infección entre sus tropas, para no disminuir la moral entre ellas y subir al mismo tiempo la de sus enemigos. Ello creó un falso efecto mediático en el que España parecía ser el centro de la epidemia. El nombre de la enfermedad proviene de la palabra italiana para influencia: “influenza” cuando creían que la epidemia de 1743 era producto de la influencia de los astros.

En términos biológicos se puede decir que el frente de guerra se expandió de Europa al resto del mundo. La tierra tenía un arma más destructiva que las municiones, los explosivos y los gases militares: el virus de Influenza A-H1N1.

La influenza es causada por un virus con genoma de RNA, de la familia Orthomyxoviridae, que puede ser de tres tipos diferentes, A, B o C. Se aloja en el tracto respiratorio superior, nariz, garganta y bronquios, su periodo de incubación es de 18-36 hrs. Normalmente la infección dura aproximadamente una semana, sus síntomas son fiebre alta, dolor de cabeza, malestar intenso, tos seca, dolor de garganta, inflamación de la mucosa de las fosas nasales y dolor muscular. Sin tratamiento médico, las personas sanas se recuperan en general en una o dos semanas, pero los bebes, niños, ancianos y personas enfermas pueden contraer otras enfermedades seguidas de la influenza, en muchos casos neumonía, y perder la vida.

El contagio es simple, de persona a persona a través del aire por los fluidos del tracto respiratorio que se excretan cuando un individuo infectado tose o estornuda, así el virus ingresa por nariz o garganta de la persona sana; los síntomas aparecen de uno a cuatro días después. La influenza se propaga muy rápidamente, especialmente en sitios cerrados de reunión, salones, auditorios, templos, etc.

 

Demostración de la Cruz Roja. Washington. 1918.By National Photo Company (Library of Congress[1]) [Public domain], via Wikimedia Commons

 

La población infectada en 1918 fue de 500 millones de personas en todo el planeta, la quinta parte de la población mundial. El desplazamiento de tropas, y suministros desde todos los continentes a Europa, el Mediterráneo, y de regreso, propagó la influenza a lugares tan remotos como las islas del pacífico y el Ártico.

En un par de años mató alrededor de 50 millones de personas, del tres al cinco por ciento de la humanidad, una de las peores pandemias hasta ahora. La tasa de mortandad de epidemias de influenza anteriores habían sido menores del 0,1%, pero la de 1918 fue de 2,5%. Durante la pandemia la esperanza de vida en los Estados Unidos se redujo entre 10-12 años. De los soldados estadounidenses que murieron en Europa, la mitad fueron derribados por el virus de la influenza, aproximadamente 43,000. El presidente de los EUA, Woodrow Wilson, no se salvó del contagio, también padeció de la infección a principios de 1919 durante las negociaciones del Tratado de Versalles.

Algunas ciudades pedían certificados de salud para permitir el ingreso de gente que llegaba a ellas y el uso de tapabocas en la vía pública era obligatorio. En Estados Unidos los funerales se limitaban a 15 minutos, para poder atender la demanda, había escasez de médicos, enfermeras, ataúdes, morteros y enterradores.

Las crónicas de la época hablaban de pacientes con hemorragias nasales tan severas que las enfermeras tenían que cabecear como boxeadoras para evitar el chorro de sangre de los pacientes sobre sus caras. Muchos de estos pacientes murieron ahogados en su propia sangre. Corrían los rumores entre los ejércitos de qué se trataba de un arma biológica alemana, o una consecuencia del uso del gas mostaza en el frente.

En Alaska, el 85% de la población del pueblo de Brevig murió por la epidemia. A 30km de allí otro pueblo logró sobrevivir intacto aislándose de todo contacto humano exterior dentro de un perímetro resguardado con armas de fuego, con órdenes de tirar a matar a cualquiera que se aproximara y tratara de entrar.

En la influenza, la mortandad es mayor entre niños, ancianos, gente inmunodeprimida, anémica o con malnutrición. Pero el virus de 1918 mató muchos jóvenes de 20 a 40 años que tenían buen estado de salud antes de la infección. Algunas explicaciones que se dan al respecto postulan que los sistemas inmunológicos jóvenes respondieron fuertemente con choque de citoquinas que los llevaron a la muerte, lo cual no ocurrió entre la mayoría de los sistemas inmunológicos menos robustos de niños y ancianos infectados. Esto como resultado de estudios recientes con virus de influenza de esa epidemia recuperados de cuerpos congelados que murieron de la infección en el Alaska. El patólogo Johan Hultin colectó en 1997 una muestra del virus H1N1 de uno de los cuerpos congelados de una fosa común del pueblo de Brevig Mission en Alaska, su ARN fue secuenciado ocho años después, en el 2005. Otras hipótesis se inclinan por las condiciones que imperaban en la época, hacinamiento en hospitales y campamentos médicos, falta de higiene, y desnutrición, lo cual propiciaba la neumonía.

En diferentes décadas regresa la epidemia de influenza con diferentes tipos y subtipos del virus. En 1957 la Gripe Asiática (H2N2), 1968 la Gripe de Hong Kong (H3N2), 1997 la Gripe Aviar (H5N1) y en el 2009 la Gripe Porcina (H1N1). Afortunadamente desde la introducción de las vacunas y los antivirales el número de víctimas por la influenza cada vez son una fracción mucho más pequeña que la de la catástrofe de 1918, la cual esperamos que siga descendiendo.

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Fuentes:

en.wikipedia.org/wiki/1918_flu_pandemic#Aspirin_poisoning

virus.stanford.edu/uda/

www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3291398/

www.who.int/mediacentre/factsheets/2003/fs211/en/

www.theguardian.com/world/2012/mar/28/history-major-flu-pandemics

en.wikipedia.org/wiki/Influenza_pandemic

Brock & Brock. 1978. 2nd Ed. Basic Microbiology With Applications. Prentice Hall. 608pgs.