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lunes 14 de octubre de 2024

Religión en las FDI: La lucha por el espacio público israelí

Enlace Judío México.- Los últimos años han visto un incremento notable en los que llevan kipá entre los soldados de combate y comandantes de las FDI. La creciente oposición a la presencia de kipot, sin embargo, no es lo que impulsa la lucha contra la religionización. Es, más bien, el miedo a perder el carácter del ejército como un espacio público nacional que es laico o al menos neutral con respecto a la religión.

GENERAL DE DIVISIÓN (RES. GERSHON HACOHEN)

Ha habido un incremento notable en los portadores de kipá entre los soldados de combate y comandantes de las FDI en los últimos años, un fenómeno que está afectando considerablemente la atmósfera en las unidades. La oposición creciente a las kipot, sin embargo, no es lo que impulsa la lucha contra la religionización. Es, más bien, el miedo a perder el carácter del ejército como un espacio público nacional.

Según la perspectiva liberal de los que están liderando la lucha, un espacio nacional significa un espacio laico, o al menos uno que es neutral con respecto a la religión. Una expresión pública de los temas “religiosos judíos” en la conversación militar “profesional”, y en el espacio que se supone contenga una variedad multicultural de opiniones, es considerado una violación a las reglas. Aquí, en pocas palabras, está la explicación para la ola de críticas que surgieron cuando, durante Operación Margen Protector en el verano del 2014, el comandante Ofer Winter de la brigada Givati envió un despacho a sus subordinados que incluía motivos religiosos.

En su libro El Comandante Divino (en hebreo), Yagil Levy aclaró la queja comparando a dos portadores de kipá que comandaron a brigadas de combate de élite: Winter, el comandante Eliezer Toledano de la brigada Givati, comandante de la brigada de los paracaidistas. Winter es un portador de kipá quien lleva a su Dios a su trabajo profesional; Toledano es un portador de kipá que mantiene una separación entre sus identidades religiosa y profesional. Levy interpreta las declaraciones de Winter como  “un intento por dar significado religioso a la tarea militar…y particularmente un intento por impartir este significado a todos los soldados.” A la inversa, él presenta a Toledano como ejemplar: “Él dio a la campaña un significado amplio de proteger las vidas de los ciudadanos, un significado que no es religioso y se condice con la importancia del ejército como una institución militar.”

Para Levy, estos dos comandantes ejemplifican “la distinción entre un oficial para quien la religión da forma a su identidad profesional, y un oficial que es un portador de kipá pero para quien la religión juega un rol secundario en dar forma a su identidad profesional.”

Winter y Toledano de hecho pueden no ser tan diferentes uno del otro. Ciertamente la diferencia podría estar limitada al hecho que Toledano, a diferencia de Winter, estaba suficientemente atento al código de Levy y sus amigos. No obstante, la distinción de Levy es esencialmente correcta e importante: más que entre los oficiales portadores de kipá y los oficiales laicos, es una distinción entre oficiales – o empleados públicos – quienes llevan a su Dios a trabajar con ellos y los que supuestamente se las arreglan para mantener a su Dios y su fe dentro de la esfera privada de la sinagoga.

La crítica elevada por Levy obedece a dictados que han prevalecido desde la Revolución Francesa: un empleado público debe mantener una separación estricta entre su experiencia profesional y su religión y fe; de lo contrario, será sospechoso de un conflicto de intereses y doble lealtad. Y de hecho, desde la Emancipación de la Europa Oriental, incluso los judíos religiosos se las han arreglado para ajustarse a esta demanda. Muchos portadores de kipá concuerdan con la crítica de Levy de la violación de las normas por parte de Winter.

Curiosamente, no fue ningún otro más que el padre fundador de Israel, David Ben-Gurión, quien no llevaba una kipá, y quien llevó con él toda su fe judía dentro de su trabajo público y gubernamental. Por ejemplo, en abril de 1948, cuando arreciaba la Guerra de la Independencia, explicó en un discurso ante el Comité Ejecutivo Sionista por qué estaba enfocando la principal campaña militar sobre Jerusalén: “Ese juramento por el cual los ríos de Babilonia son tan vinculantes hoy lo fueron en esos días; de lo contrario no seremos dignos del nombre Am Israel [el pueblo de Israel].” “Ese juramento,” como todos entonces entendieron, era, “Si te olvidare, Oh Jerusalén, que mi mano derecha olvide su astucia.” Responsable por dirigir una guerra en esa hora odiosa, Ben-Gurión como líder osó vincular cuatro dimensiones: la nacional, la religiosa, la militar, y la política. Parece que en nuestros días, con su discurso bíblico y enfoque operativo, Ben-Gurión sería denunciado junto con Winter como un instigador de religionización.

Desde esta perspectiva, el rechazo de Winter a cumplir con los principios fundamentales del orden moderno es defendible. La crítica de largo alcance a la modernidad y sus prácticas gubernamentales por parte del sociólogo francés Bruno Latour expone estas prácticas como una ilusión infundada. Más allá de la afirmación que el orden liberal es requerido para el funcionamiento político apropiado, se argumenta que, en Israel, la mayoría de la población es laica y quiere un espacio público con un carácter laico. La participación de los soldados en los rezos antes de una batalla es vista entonces como una táctica de religionización que explota la ansiedad de los soldados. Es difícil, sin embargo, negar la existencia de una necesidad auténtica de rezos incluso entre soldados que no son “gente religiosa estándar” cuando el rezo es familiar para ellos desde sus hogares.

Los sociólogos israelíes concuerdan en que “los judíos laicos son la mayoría de la sociedad israelí.” Ellos clasifican al gran grupo definido como “tradicional” como un tipo de grupo judío laico – “laico liviano.” Sin embargo, basado en los mismos datos, uno puede sacar una conclusión contrastante. Si cambiamos meramente el punto de partida para la distinción entre religiosos y laicos – si concordamos en que no todos los que manejan en Shabat son necesariamente laicos – podemos afirmar que la mayoría de la sociedad israelí judía es religiosa y tradicional. Entonces son los fuertemente laicos quienes son el grupo minoritario.

Una plétora de luchas intensas converge en una lucha principal: a saber, sobre la naturaleza del espacio público en Israel como un Estado judío. Esa es precisamente la controversia: no sólo quién constituye la mayoría y qué caracteriza su identidad, sino también qué tipo de espacio público quiere.

Este es el contexto dentro del cual entender, por ejemplo, la lucha por el programa en las escuelas estatales. La escuela estatal en Israel, sin embargo, es ante todo una escuela judía y no necesariamente una laica. El hecho que los padres eligieran enviar a sus hijos a una escuela estatal no garantiza una presunción de que ellos desean una educación laica para ese hijo. Parece que el nuevo líder del partido Laborista, Avi Gabbay, con su sensibilidad hacia la mayoría israelí que es caracterizada como tradicional, entiende estos puntos. Por lo tanto puede ser que aquellos que lideran la lucha contra la religionización representen una opinión minoritaria – una que tiene peso, pero es marginal comparada con el deseo de la mayoría, la cual es al menos ocultada parcialmente a la vista.

 

 

Fuente: BESA Center for Strategic Studies

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.

 

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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