Enlace Judío México.- El presidente turco tiene la insolencia de intitular ‘Operación Rama de Olivo’ a su campaña de limpieza étnica.

BERNARD-HENRI LÉVY

En Siria como en Irak, los kurdos han sido los aliados más firmes del Occidente contra el Estado Islámico. Con su victoria completa sobre el ISIS, los combatientes kurdos fueron lo suficientemente ingenuos como para pensar que se les permitiría vivir en paz en la tierra que ellos habían defendido y en la cual están enterrados sus hermanos y hermanas. El precio de esa inocencia es que están siendo perseguidos, torturados y asesinados una vez más, esta vez en Afrin, una ciudad siria cerca de la frontera turca.

Los kurdos, quienes habían sido el muelle repeliendo la marea islámica, ahora están siendo perseguidos por el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan —ese bravucón en las puertas del infierno—quien está convirtiendo a su país en un instrumento de chantaje a ser esgrimido contra el Occidente. Pero frente al cinismo de Erdogan, la comunidad internacional se está comportando como los tres monos que no ven ningún mal, no escuchan ningún mal, y no hablan nada malo.

Los diplomáticos occidentales están ciegos al martirio de los combatientes kurdos que ellos encuentran alternativamente admirable y dispensable. Cubren sus oídos como para no escuchar a la artillería del nuevo sultán, quien ha extendido el sarcasmo, la insolencia y su dedo del medio tan lejos como para intitular ‘Operación Rama de Olivo’ a su limpieza étnica. Con las manos sobre sus bocas, ellos aceptan la propaganda de Ankara: No ocurrió nada en Afrin—nada sucedió allí.

Algunos—en Moscú—perciben en sudario de la vergüenza que los irregulares turcos han extendido sobre el Kurdistán sirio el precio de una victoria estratégica escuálida contra el Estado Islámico. Otros—en Washington—actúan como lobistas suaves adoptando un nuevo plan para obtener la paz sin haber librado la guerra.

En otras partes reina el mismo silencio largo y enloquecedor, interrumpido ocasionalmente por palabras insignificantes y sentimientos baratos. Es “una región compleja” plagada por “cambios incomprensibles en las fronteras y alianzas.” ¿Por qué el Occidente debe “correr el riesgo de una disputa con Rusia?” Mientras fingen estudiar las hojas de té y se rehúsan a levantar sus caras por temor a encontrar su propia cobardía, los estrategas de programas de entrevistas, cínicos y remolones, dicen que no tiene más sentido morir hoy por Afrin que ayer por Danzig.

Es el cuento eterno—un clásico, desafortunadamente, entre las democracias—del poderoso traicionando al débil. Lo que es nuevo es la negociación faustiana que ha hecho el Occidente con Erdogan. Es una negociación que, simplemente, ya no es más sustentable. Turquía no puede continuar existiendo en forma simultánea dentro de la OTAN y fuera de ella.

Turquía se ha puesto cómoda con la alianza del Atlántico mientras liquida abiertamente al mejor aliado de la OTAN en la lucha contra el ISIS. Erdogan se ha sentido lo suficientemente confiado como para hacer, a través de sus ministros, declaraciones indignantes sobre la masacre de los kurdos (¡no es que haya ocurrido alguna masacre, tengan cuidado!) como decir que esto no es nada al lado de la colonización de Argelia, lo cual priva a Francia de cualquier derecho a dar cátedra a Turquía. Además, Ankara ha desplegado a los yihadistas más odiosos, manteniéndolos en estipendios antes de enviarlos subrepticiamente de regreso al combate.

Todo mientras Turquía se hace pasar por un país civilizado que, como Suiza, Noruega o Bosnia, afirma su sociedad estratégica con la Unión Europea. Esta triste farsa ha ocurrido durante demasiado tiempo. A menos que el Occidente recobre sus sentidos, el año 2018 vivirá en la infamia como el año en que Turquía bajó una cortina de hierro sobre el pueblo kurdo.

Lo que significa hoy recobrar nuestros sentidos es terminar—no congelar—las negociaciones sobre el acceso de Turquía a la U.E., disolver el Comité Parlamentario Conjunto de la U.E. y Turquía que continúa operando dentro del parlamento europeo, expulsar a Turquía del Consejo de Europa (el cual ha condenado al país, de paso, a través de la Corte Europea de Derechos Humanos, 2,812 veces desde 1959), y reabrir, en una forma seria, la cuestión de si Turquía pertenece a la OTAN.

Erdogan deja sin opciones al Occidente. Si fallamos en reunir este grado básico de resolución, entonces el horror de la masacre de los kurdos será agregado a la vergüenza de observar a su asesino regodeándose encima de las ruinas de nuestro honor.

 

*Henri Lévy es director de las películas documentales “Peshmerga” y “La Batalla de Mosul.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.

 

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