Enlace Judío México.- En 2002, Daniel Kahneman ganó el Premio Nobel de Economía. Lo más sorprendente de este hecho es que Kahneman no es economista sino sicólogo.

PASCAL BELTRÁN DEL RÍO

El motivo por el que obtuvo el galardón es por haber incorporado aspectos de la investigación sicológica en la ciencia económica, particularmente en lo que concierne al juicio humano y a la toma de decisiones en momentos de alteración emocional o bajo condiciones de incertidumbre.

Para Kahneman, la irracionalidad humana es el gran tema. Se ha enfocado de manera especial en la manera en que mucha gente, que toma decisiones bajo ciertas condiciones, no actúa de acuerdo con lo asumido por los modelos económicos: no “maximiza la utilidad”.

Kahneman ayudó a desarrollar un modelo alternativo de toma de decisiones, más apegado a la sicología humana, que ha sido denominado“teoría prospectiva”. De hecho, esa aportación lo hizo merecedor del Nobel.

En su libro Thinking, fast and slow (Pensar rápido, pensar despacio, 2011), que se ha convertido en un clásico sobre el comportamiento humano, Kahneman muestra errores sistemáticos en el proceso cognitivo de gente considerada “normal”.

Aún así, el especialista de origen israelí ha encontrado que el ser humano tiene una defensa racional contra la toma irracional de decisiones, pero implica un esfuerzo intencionado de enfrentar el exceso de confianza, cuestionando premisas que nos suenan lógicas. En un experimento, encontró que el simple esfuerzo físico de fruncir el ceño puede conducirnos a tener una actitud más crítica hacia cosas que, de otro modo, asumimos de entrada como ciertas o falsas. Ese proceso, llamado por Kahneman “sistema dos”, se contrapone al “sistema uno”, el modo rápido, automático intuitivo e inconsciente en que solemos analizar el entorno y tomamos decisiones.

El “sistema uno”, que se caracteriza físicamente por las pupilas dilatadas del individuo, da por resultado una versión rápida y distorsionada de la realidad.

El “sistema uno” es el que, por ejemplo, detecta una voz hostil o permite completar un dicho cuando nos presentan únicamente la primera mitad.

En cambio, el “sistema dos” es el que ponemos en acción cuando nos vemos obligados a estacionar el auto en un espacio reducido o cuando llenamos una forma migratoria en un país al que llegamos por primera vez.

Dotados de uno y otro sistema, los seres humanos suelen usar más el primero, como sucede cuando tenemos la opción de subir por las escaleras o tomar un elevador que nos está esperando.

En todo momento podemos poner en marcha el “sistema dos” de pensamiento, pero hay dos problemas: requiere de un esfuerzo adicional y suele inhibirse cuando la persona se encuentra en un estado emocional alterado: por ejemplo, excesivamente molesto, triste o feliz. En un experimento, Kahneman encontró que cuando una persona tira los dados antes de tomar una decisión, ésta varía si obtiene un seis o un uno.

En estos días he pensado mucho en Kahneman a causa de la decisión que los ciudadanos mexicanos tendrán que tomar en las urnas el próximo 1 de julio.

Me pregunto si el hecho de que las encuestas no se hayan movido mucho en los meses recientes tiene que ver con el enojo que tienen los mexicanos hacia el PRI y que casi nadie niega, independientemente de su preferencia electoral.

Es probable que el llamado “efecto teflón”, del que goza el puntero de las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, no sea otra cosa que el “sistema uno”, descrito por Kahneman, imponiéndose a un “sistema dos” inhibido por efecto de ese enojo.

Construir una serie de refinerías para reducir el costo de los combustibles no parece una decisión racional, como tampoco lo es la promulgación de una “constitución moral” para combatir la corrupción, sobre todo cuando el candidato se rodea de personajes tránsfugas de dudosa moralidad.

El efecto del enojo hace sonar como sensatas, propuestas que si son sometidas a una mínima revisión, carecen de cualquier lógica. Y sin embargo, parecen gozar de gran apoyo.

Ante esto sólo queda reconocer que la sociedad mexicana está enojada. Y cualquiera que desee que la decisión que la mayoría de los electores exprese en las urnas dentro de cuatro meses no sea un simple resultado de ese enojo tendría que actuar sobre los motivos de la molestia y no hacer como que no existe o quedarse en el deseo de que el “sistema dos” de la mayoría se ponga en funcionamiento.

 

 

 

Fuente:excelsior.com.mx