Enlace Judío México.- Se revela una de las características típicas de las personalidades autoritarias: la paranoia acerca de la posibilidad de perder el control.

ESTHER SHABOT

Los días 26, 27 y 28 de marzo próximos se celebrarán elecciones presidenciales en Egipto. Y aunque el actual mandatario, Abdel Fatah al-Sisi, se perfila como seguro ganador, ya que ha sacado de la competencia a sus posibles rivales bajo acusaciones diversas, –por ejemplo, el exjefe de las fuerzas armadas, Sami Anan, fue detenido poco después de anunciar su candidatura acusado de irregularidades burocráticas– continúa la política gubernamental de acallamiento forzoso de las voces críticas a Al-Sisi. El jueves pasado éste se dirigió a los medios de comunicación nacionales advirtiéndoles que se emprenderían acciones legales contra quien difamara a las fuerzas de seguridad o incurriera en propagación de “noticias falsas”.

Todo esto revela una de las características típicas de las personalidades autoritarias: la paranoia acerca de la posibilidad de perder el control del que gozan si se arriesgan a permitir las expresiones críticas de sus gobernados. De ahí, las acusaciones tan comunes en nuestros tiempos acerca de conspiraciones de los medios de comunicación para debilitar o destruir a gobernantes. Trump, Erdogan y Maduro, por ejemplo, se comportan de manera similar a como Al-Sisi lo está haciendo, aunque por supuesto las diferentes calidades de la institucionalidad democrática en la que actúan les permite, en cada caso, mayor o menor posibilidad de éxito en cuanto a sus pretensiones de uniformar a su favor el discurso público.

En Egipto, el escasísimo desarrollo de una tradición democrática con división de poderes y libertad de expresión reales se manifiesta en el lugar que ocupa este país en el Índice de Libertad de Prensa elaborado por Reporteros sin Fronteras, que lo ubica en el lugar 161 de 180 países listados. Se sabe que al menos 29 periodistas están encarcelados, entre ellos simpatizantes de la proscrita Hermandad Musulmana, o liberales que desde su trinchera han sido críticos al régimen. Incluso, en meses recientes, las autoridades han bloqueado cerca de 500 sitios de internet, lo mismo que a la cadena Al Jazeera, y a la local Mada Masr debido a sus reportajes que osaron disentir de la “verdad oficial” emitida por las fuentes gubernamentales.

También cuando se trata de crítica a las violaciones de derechos humanos realizada por medios internacionales, la acusación del gobierno se centra en denunciarla como parte de una campaña malintencionada para difamar mediante falsas noticias, reacción que ha sido recurrente al condenar a cadenas como la BBC acusándolas de estar coludidas con intereses oscuros.

Es así que en los comicios nacionales que están en puerta los resultados son bastante previsibles. El único rival para disputarle a Al-Sisi la presidencia es Moussa Mustafá Moussa, representante del partido Ghad, un personaje poco conocido, simpatizante incluso del actual mandatario y quien ha entrado en la competencia más como comparsa para darle un toque de legitimidad a la elección
que como opción real capaz de obtener el triunfo.

El cuadro actual de la política egipcia remite así al modelo vigente en el pasado en el cual presidentes como Nasser, Sadat y Mubarak gobernaron hasta su muerte los dos primeros, y hasta su derrocamiento por efecto de la Primavera Árabe el último, sin que haya habido una sucesión por la vía de elecciones democráticas más que en 2013 cuando la Hermandad Musulmana ganó en las urnas, pero perdió el poder un año después en el golpe de Estado protagonizado por los militares al mando de Al-Sisi. Nada de democracia pues, a pesar de las expectativas despertadas en 2011 cuando se creyó que Egipto al fin empezaba a superar el estancamiento político vigente a lo largo de toda su vida independiente.

 

 

Fuente:excelsior.com.mx