Enlace Judío México.- Las noticias se cruzan, se agolpan, se empujan. Se hacen zancadillas o se devoran unas a otras buscando la salida del laberinto. Las noticias dicen que Cristina Kirchner va a juicio oral acusada de encubrir a los terroristas que volaron la AMIA (1994, 85 muertos), con quienes habría pactado impunidad a cambio de petróleo. Esa acusación se basa en la investigación de un fiscal que apareció muerto en su departamento cuatro días después de denunciarlo y un día antes de ir a explicarlo al Congreso. La Justicia buscó un suicidio pero no lo encontró. Más de dos años después, se puso a buscar un homicidio. Bingo.

HÉCTOR GAMBINI

¿Mataron a Nisman por haber denunciado a Cristina? Sería histórico que la justicia argentina pudiera responder a esa pregunta sencilla, pero aún restan kilómetros de recorrido adentro del laberinto.

Dos senderos podrían confluir si la justicia considera un día que aquella pregunta es posible y decide que el encubrimiento por la AMIA elevado a juicio ayer podría ser efectivamente el motivo del asesinato de Nisman. Y unificar las causas.

La Cámara Federal le abriría la puerta a esa posibilidad esta misma semana. Y aún falta un paso para que el encubrimiento del atentado llegue efectivamente a juicio oral: que Casación resuelva las apelaciones a los procesamientos de Cristina, Zannini, Parrilli y compañía.

¿Qué podría suceder? La Sala IV -Mariano Borinsky, Gustavo Hornos y Juan Carlos Geminiani- dictó más de 20.000 fallos, pero no suele pronunciarse sobre los procesamientos sino sobre las condenas. Si actúan como siempre, este jueves todas las acusaciones quedarán firmes. Es un detalle sustancial: el ex juez Fraticelli -acusado del crimen de su hija en un pueblo de Santa Fe- terminó absuelto de culpa y cargo porque el tribunal de Venado Tuerto que revisó su condena fue el mismo que antes había revisado su procesamiento. Los experimentados jueces de la casación federal no se expondrían a esa ingenuidad técnica.

Otra noticia es que el ex jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra renunció a la defensa de Cristina ayer mismo, apenas una semana después de haber asumido. Lo único que había dicho era que a la ex presidenta la acusaban de “encubrimiento, un delito menor”. ¿Encubrir el mayor atentado terrorista en la historia argentina es menor? Difícil saber si ese torpe debut en los micrófonos lo eyectó, o si fue la tardía toma de conciencia de que, en el juicio oral, el funcionario echado de su cargo por la tragedia de Cromañón estaría cara a cara con los familiares de las víctimas de la AMIA y, otra vez, en la vereda de enfrente.

En el sentido común y fuera de los tribunales, la muerte de Nisman siempre estuvo ligada a su denuncia contra Cristina. El primer intento por desinflarla fue un Nisman suicidado por la vergüenza y la culpa de no sostener mínimamente su trabajo. No resultó. El segundo intento fue desechar su denuncia por “insostenible”. Lo hizo el juez Daniel Rafecas, en tiempo récord y cuando el país aún era conducido por Cristina. Enseguida el kirchnerismo archivó un pedido de juicio político contra el juez por el caso Ciccone. El tercer intento fue digitar la causa de la muerte para evitar a toda costa que pasara a la justicia federal, lo que alejaba al expediente del suicidio tanto como lo acercaba al homicidio. Pero terminó sucediendo.

Poco antes de terminar con una bala 22 en la cabeza, el fiscal Nisman había escrito: “La gravedad institucional de esta denuncia, en tanto involucra a funcionarios de alta jerarquía del gobierno nacional, no debe convertirse en obstáculo para la investigación judicial…”. La ex presidenta y sus colaboradores sentados en el banquillo para responder sobre alertas rojas y reuniones secretas con iraníes en Siria es lo que Nisman imaginaba. Ahora ese expediente podría terminar fundido con el de su propia muerte. Y ayudar a explicarla.

 

 

Fuente:clarin.com