Enlace Judío México.- Vinieron a llevarnos al amanecer. Los hombres del Partido Cruz Flechada húngaro, acompañados por miembros de las SS, rodearon nuestra casa en la calle Pozsonyi, nos sacaron a todos afuera y comenzaron a conducirnos por las calles nevadas de la ciudad vacía. Desde arriba la gente nos miraba por las ventanas y nadie decía nada. Nos hicieron marchar por la calle Pozsonyi, hacia el puente Margit, y entonces entendimos que nos llevaban hasta la orilla del río Danubio para dispararnos a morir bajo los bloques de hielo que flotaban en el río.

YOSEF (TOMMY) LAPID
1931-2008

Esas “Marchas de la Muerte” pasaban todos los días, en una sola dirección. Nadie volvió jamás.

Cuando llegamos a la entrada del puente, nos sobrevoló un avión de patrulla soviético. Por un momento la caravana se detuvo de manera desordenada, y los guardias nazis se pusieron a cubierto en las entradas de las casas y disparaban hacia arriba con sus metralletas Schmeisser.

Nosotros nos quedamos junto a la puerta del pequeño baño público, hecha de metal, pintada de verde. Mamá me empujó hacia adentro: “Simula que estás haciendo pis”, me dijo. Me quedé ahí parado, congelado de frío y de miedo, pero no logré orinar: cuando tienes 13 años y estás asustado, no puedes orinar.

El avión soviético, en tanto, había pasado, y la caravana se reorganizó y continuó marchando. Nadie se dio cuenta de que mamá y yo nos habíamos quedado en el baño verde.

¡Media hora después, de esa caravana no quedaba nadie vivo!

Ese es el momento clave de mi vida. Ese es el momento que me define de modo exacto, más que cualquier otro momento, que cualquier otra cosa que haya hecho, que todos los lugares en los que estuve y que las personas que conocí. No porque me haya salvado –cada sobreviviente tiene el relato de su milagro particular– sino porque no tenía adónde ir.

París ya había sido liberada, también Roma e incluso Nobi Saad, pero yo no tenía adónde ir. En el mundo entero, en toda su extensión, no había un solo lugar donde pudiera ir un niño de trece años al que todos quieren matar. Entonces, volvimos al gueto.

Años después, cuando estuve con Yair (hijo del narrador) en Budapest, paseamos a pie y llegamos, sin darnos cuenta, al puente Magrit. Paseábamos y charlábamos, y de repente me detuve, señalé algo y comencé a temblar. Yair no entendió al principio qué estaba yo señalando, pero ahí estaba: el pequeño baño público, hecho de metal, pintado de verde. Nos quedamos parados ahí, dos hombres grandes, abrazándonos llorando, acariciando las paredes verdes del baño que me salvó la vida, y los húngaros en la calle nos rodeaban con prudencia, convencidos de que estábamos locos.

“Hijo mío”, le dije cuando logré tranquilizarme, “en este lugar, sin saberlo aún, me convertí en sionista. Esta es toda la idea sionista. El Estado de Israel es un lugar problemático, y todos tendremos siempre discusiones con él, pero es la razón por la cual fue fundado: para que todo judío, siempre, tenga un lugar adónde ir.” Un lugar adónde ir.”

 

 Yosef (Tomy) Lapid fue un escritor, periodista y político israelí, nacido en Serbia. Fue líder del partido Shinui, vice Primer Ministro y Ministro de Justicia en el segundo gobierno de Ariel Sharón. Lapid era famoso por su estilo directo, a veces incluso virulento, en su lucha por una sociedad liberal y contra la compulsión religiosa en Israel. A pesar de ello, subrayaba en cada oportunidad su profundo vínculo con su judaísmoSobre él escribió su hijo Yair el libro “Memorias después de mi muerte”

 

Tomado de: Yair Lapid
Memorias después de mi muerte
Ed. Keter, Jerusalén, 2010, págs. 55-56