Enlace Judío México – Hoy es Lag Ba Ómer; hoy celebramos la luz que trajo a este mundo el gran sabio rabí Shimon bar Yojai. Él fue quien descubrió los secretos de la Cábala, fue el mejor alumno de rabí Akiva y de los hombres más brillantes que han existido en este planeta. El Talmud tiene muchas historias sobre él y su sabiduría. Una de las características que más lo distinguía era la disciplina con la que atendía los asuntos sagrados y la forma en que logró dominar su cuerpo y sus deseos hasta niveles fuera de este mundo. Las siguientes historias son muestra de ello. La primera nos enseña el comportamiento que tenía con sus discípulos y la segunda nos muestra la historia que más destaca de su vida. El momento en que tuvo que esconderse de los romanos con su hijo en una cueva. Los doce años en que adquirió toda su sabiduría. Esperamos les guste.

Entre el Oro y el Cielo

Cuenta la historia que una vez un discípulo de rabí Shimon bar Yojai salió de la tierra y regresó con muchas riquezas. Cuando los otros discípulos lo vieron, lo envidiaron profundamente y desearon también ellos irse. Al escuchar eso, rabí Shimon bar Yojai llevó a sus discípulos a un valle cerca de Meron donde comenzó a rezar: “¡Valle, Oh Valle, llénate de oro!” inmediatamente después, frente a sus ojos, del valle surgió un río de denarios de oro. Entonces dijo a sus discípulos “Si es oro lo que quieren, ahí está el oro tómenlo. Sin embargo, deben saber que el que tome de este oro está cambiando su estancia en el mundo venidero, ya que la recompensa del estudio de Torá no es este mundo sino en el mundo venidero”

La cueva de la sabiduría

En una ocasión, mientras rabí Yehuda, rabí Yosi y rabí Shimon se sentaban juntos; pasó a lado de ellos Judá, el hijo de los proselitistas romanos, y se sentó con ellos. Observó lo que sucedía cuando rabí Yehuda empezó la discusión diciendo: “¡Vean cual grandes son las obras de esta nación [romana]! Han construido puentes, han cimentado calles y hecho grandes baños.” Rabí Yosi permaneció en silencio, sin embargo, rabí Shimon bar Yojai levantó la voz y explicó: “Todo lo que han construido lo han hecho con el único fin de adularse vanamente: construyen calles que rápidamente llenan de prostitutas; baños con los que se deleitan en placeres y puentes con los que cobran grandes impuestos.”

Judá, el hijo de los proselitistas romanos, repitió las palabras de los sabios por doquier hasta que llegaron a oídos del gobierno romano, el cual decretó lo siguiente: Yehudá, quien elogio será enaltecido y fue nombrado intermediario de los judíos; Yosi quien calló será exiliado a Seforis y Shimon, quien criticó recibirá un decreto de muerte.

Al escuchar del decreto rabí Shimon y su hijo Eliezer se escondieron en la casa de estudio. Cada día la esposa de rabí Shimon les llevaba pan y un cántaro de agua, con los cuales se alimentaban. Pero cuando la insistencia del gobierno sobre su muerte se intensificó rabí Shimon dijo a su hijo: “La determinación de las mujeres es débil, tu madre, bajo tortura podría revelar nuestro escondite.”

En consecuencia rabí Shimon y su hijo se escondieron en una cueva. Ocurrió un milagro y un árbol de algarrobos con un pozo fueron creados para ellos en la cueva. Solían quitarse las ropas, llenarse de arena hasta el cuello y estudiar todo el día. Cuando era la hora del rezo se vestían nuevamente, se envolvían en el manto de oración y rezaban. Acabando se quitaban nuevamente su vestimenta, para que esta no se gastara.

Vivieron así doce años hasta que el profeta Elías vino y parándose en la entrada de la cueva anunció: “¿Quién alertara al hijo de Yojai que el Cesar ha muerto y su decreto anulado?” Así que salieron.

Cuando rab. Pinjas ben Yair, el yerno de rabí Shimon, escuchó que por fin el gran sabio había dejado la cueva. Salió rápidamente a su encuentro y lo llevó a los baños de Tiberias, donde le dio masajes. Al ver las heridas que la arena había provocado en su piel, rab. Pinjas rompió en llanto sus lágrimas caían sobre el cuerpo de rabí Shimon de tal manera que hacía a este gritar de dolor.

Rab. Pinjas dijo: “¡Cuánto sufro de verte en este estado!” rabí Shimon le contestó: “¡Dichoso eres de verme en este estado! Si no me hallaras así, no podrías encontrar tanta sabiduría en mí”

Fuente: Sefer Ha-Agadá