Enlace Judío México.- El que una nación, cualquiera que sea, se sacuda por medio de las armas la tutela o el dominio de otra nación más poderosa, siempre nos habla de grandes esfuerzos colectivos y de hechos heroicos más o menos admirables. Naciones como los Estados Unidos, México, Haití, y las naciones del cono sur de América, debieron su independencia a sendas luchas que duraron largos años y que costaron innumerables sufrimientos, pérdidas materiales y cantidades ingentes de vidas. En tales luchas, por lo regular se pasa por diversos vaivenes. De esta manera, campañas, batallas, victorias, derrotas, retiradas, claudicaciones, traiciones, etc., se suceden para que una nación pueda alcanzar su tan ansiada independencia.

ALEJANDRO MUÑOZ HERNÁNDEZ PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO.

En el caso de los diversos procesos de independencia de las naciones americanas, no sólo largos años de lucha fueron necesarios para alcanzar la tan ansiada libertad, sino que algo que distinguió a dichas luchas, fue que dependiendo de los mismos vaivenes del conflicto, en el caso que la suerte les fuera adversa, los patriotas contaban por lo menos con aliados que los apoyaran, recursos que los sustentaran y territorios más o menos inaccesibles hacia los que se podían retirar para reorganizar sus fuerzas. En el caso del recién nacido Estado de Israel, no se contaba con ninguna de estas condiciones. Ni aliados, ni territorio a donde retirarse y casi sin medios. Era el triunfo definitivo o la derrota definitiva.

Las fuerzas de los contendientes eran terriblemente dispares. Los israelíes comprendían las siguientes fuerzas. En noviembre de 1947, la Haganá contaba con una fuerza móvil, Hish, compuesta por 20.000 soldados y 10.000 reservistas (con edades comprendidas entre los 18 y 25 años) y una unidad de élite, Palmaj, compuesta por 2.100 soldados y 1000 reservistas. Todas estas unidades estaban respaldadas por una fuerza de guardia (Heil Mishmar) compuesta por hombres y mujeres de más de 25 años. Así las fuerzas del yishuv ascendían a cerca de 35.000 soldados: de 15 000 a 18 000 soldados de la Haganá más la fuerza de guardia, unos 20.000. Los otros dos grupos clandestinos, Irgún y Lehi, contaban con 2000 y 500 miembros respectivamente. Cabría añadir, además, a aquellos soldados que lucharon en el ejército británico en la Segunda Guerra Mundial y que no sirvieron en ninguna de las milicias sionistas clandestinas, pero que prestaron apoyo logístico y experiencia durante la guerra. Los países musulmanes coaligados contra Israel – Egipto, Jordania, Siria, Irak y Líbano- por el contrario, contaban con una abrumadora superioridad tanto en hombres como en material bélico. Solamente en hombres, por no hablar del material bélico pesado -aviones, tanques y artillería- los árabes contaban con más del doble de fuerzas. Además, contaban también con la simpatía y el apoyo moral de todo el mundo árabe. El recién nacido estado de Israel estaba más sólo que nunca. Pero los judíos contaban con otros elementos que los hicieron superiores a sus enemigos durante la guerra: un mando unificado, una táctica superior y una elevada moral.

Para septiembre de 1947, la Haganá poseía 10.489 fusiles, 3500 pistolas y 760 morteros aproximadamente, más las arrebatadas al enemigo durante los primeros meses de hostilidades. Además, en una verdadera carrera contra el tiempo, entre octubre de 1947 y julio de 1948, el Yishuv fabricó 3 millones de balas, 150.000 granadas, 16.000 pistolas y 210 morteros. Se calcula que antes de que llegaran armas de Checoslovaquia como parte de la Operación Balak, solo uno de cada tres soldados estaba armado, excepto en el Palmaj que eran dos de cada tres. Hay que añadir que, inicialmente, la Haganá no contaba con artillería, vehículos armados, armas anti-tanques o anti-aéreas. Los pocos vehículos blindados con los que pudieron contar las fuerzas israelíes fue un puñado de tanques escamoteados a las fuerzas británicas que se retiraban por oficiales y soldados simpatizantes de la causa judía y algunos autos y camiones “hechizos” es decir, transformados artesanalmente mediante planchas blindadas soldadas a sus costados. Como “artillería de campo” poseían ¡dos cañones! y en mal estado además. Eso era todo.

La proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 por el primer Primer Ministro David Ben Gurión, fue la señal para que la formidable coalición árabe se abatiera sobre el recién creado Estado judío. En efecto, al día siguiente, las fuerzas de los cinco ejércitos coaligados contra Israel invadieron el país. Apenas tres años después de terminada la peor persecución de su historia, ya se avizoraba un nuevo Holocausto, esta vez de manos de cinco naciones árabes bien armadas y pertrechadas que habían jurado exterminar, literalmente, al recién nacido Estado judío. Para los países árabes se avizoraba la posibilidad de limpiar de presencia judía todo el Medio Oriente, en donde los judíos mantenían su presencia desde hacía más de tres mil quinientos años. El recién proclamado Estado de Israel la tiene mucho más difícil que cualquier otra nación que anteriormente haya buscado su independencia o librarse de algún molesto invasor. Los judíos en aquella coyuntura no contaban con aliados, ni armamento portátil suficiente y menos armamento pesado y ni siquiera territorio a donde retirarse en caso de una derrota inicial. Si eran derrotados en el campo de batalla -y casi todos los pronósticos parecían confirmar que así sería- para los judíos sólo quedaba “huir” hacía el mar o entregarse a la dudosa magnanimidad de un enemigo que había jurado acabar con el Estado Judío. Para los judíos no había mañana, o triunfaban o desaparecían como Estado y quizá también como Nación.

De esta manera, en número muy inferior, con armamento portátil insuficiente y casi sin armas pesadas, los miembros del recién nacido ejército israelí se lanzaron a esta la que fue su primera y más terrible prueba. Esos hombres y mujeres sabían perfectamente que para ellos no habría mañana, que tenían que vencer o morir. Y finalmente vencieron. El primer ministro y sus consejeros militares se dan cuenta que sólo un mando unificado puede salvar de su destrucción al nuevo Estado. Así, con la fuerza que da la desesperación, la Haganá, el Palmaj, Stern, Hashomer, Irgun y todos los grupos armados judíos conformados años antes, se unen bajo un único mando y un único objetivo: triunfar sobre un enemigo abrumadoramente superior en número de hombres y armamento. De esta manera, los diversos grupos y partidos, los de izquierda, de centro y de derecha, los sionistas, socialistas, comunistas, laboristas; hombres, mujeres de todas las edades y procedencias; colonos, artesanos, obreros, músicos, artistas, profesionistas, campesinos, estudiantes casi adolescentes, sobrevivientes del Holocausto, veteranos de la guerra, amas de casa, etc., todos juntos como una masa heterogénea pero unida por una causa común, combaten juntos y finalmente triunfan. Las operaciones militares se suceden una tras otra, y con ellas los triunfos. También las bajas comienzan a crecer.

Por increíble que parezca, para principios de 1949 los judíos comenzaban a avizorar la victoria. Ya comenzada la guerra, de Checoslovaquia, única nación que aceptó suministrar armamento a los israelíes, llegan fusiles alemanes mauser -¡vaya ironía!- procedentes de los stocks tomados a los nazis a finales de la guerra, ametralladoras pesadas y algunos cazas Messerschmitt producidos por los checos, los cuales fueron la única fuerza aérea de Israel durante el conflicto. Con todo, la superioridad armamentística árabe sigue siendo apabullante. Sin desanimarse, los israelíes lanzan sucesivas y fulgurantes ofensivas en contra de sus enemigos. Surgen también los nuevos héroes de Israel, jóvenes comandantes y oficiales cuyas acciones se volverán legendarias, sus nombres ya pertenecen a la historia: Yitzhak Sadeh, Yigal Allon, Moshe Dayan, Yitzhak Rabín, Yigal Yadin y otros menos conocidos. Algunos de ellos no llegan a la treintena todavía, pero sienten sobre sus espaldas la gran responsabilidad del momento. Contra todo pronóstico, los israelíes comienzan a ganar terreno. Audaces y fulgurantes ofensivas le dan a Israel la primacía en la guerra.

Arrebatan a los árabes gran cantidad de localidades tomadas por aquellos desde el principio del conflicto: Safed, Lod, Ramle, Beersheba, Faluja, son tomadas por el ‘Zahal’, el nombre oficial del flamante y victorioso ejército de Israel nacido de la unión de todas las agrupaciones y todos los partidos judíos. También son arrebatadas gran cantidad de armas, vehículos, piezas de artillería y todo tipo de equipo militar. Miles de libaneses, sirios y egipcios son hechos prisioneros. Jordanos e iraquíes, desmoralizados, abandonan la lucha. Libaneses y sirios son vencidos en los altos del Golán y los egipcios envueltos y obligados a capitular en el Negev. Sólo la intervención de la ONU evitó su total aniquilación. Excepto en Jerusalén (la cual será finalmente reconquistada por los israelíes 18 años más tarde), por primera vez en más de diez siglos flamea en la antigua tierra de Eretz Israel la alba bandera de franjas azules y la Estrella de David. Contra todo pronóstico, los judíos finalmente triunfan en toda la línea contra una coalición de cinco naciones poderosamente armadas y pertrechadas, en la que ha sido hasta hoy, la más épica de las guerras de independencia.

 

*Historiador

 

Fuentes

https://www.ecured.cu/primera-guerra-arabe.israeli
https://www.elimparcial.es/noticia/13715/…/cronologia-de-las-guerras-israel-html
John Laffin/Mike Chappell, El ejército israelí en las guerras de Oriente Medio, Osprey Military/RBA, Madrid 2000