Enlace Judío -“Hay personas con corazón de piedra, pero hay también piedras con corazones de personas. Y esas piedras de las cuales ustedes hablan, son piedras llenas de corazones de personas”.

Durante su visita a Jerusalén, nuestra directora, May Samra, realizó el recorrido de los túneles excavados debajo del Monte del Templo. Guiados por Menahem, experto en estas excavaciones que iniciaron desde 1968, descubrimos algunos secretos relacionados con este lugar sagrado para los judíos del mundo entero.

Acompáñenos en este apasionante recorrido.

Aquí estamos parados al lado de lo que era alguna vez un portón en la época del Segundo Templo. Dentro de ese portón había una escalera por la que se podía subir al Monte del Templo.

En el siglo VII, durante la época de los Omeyas, los judíos construyeron en ese portón una pequeña sinagoga. La “sinagoga de la cueva”. Esos primeros musulmanes que llegaron a Jerusalén permitieron a los judíos regresar a vivir a Jerusalén, pero les prohibieron subir al Monte del Templo a rezar. Aunque para ellos esa época era mucho mejor que la anterior, durante la época bizantina, cuando fueron expulsados de Jerusalén.

Vale la pena mencionar el testimonio de los mismos bizantinos: que aunque expulsaron a los judíos de Jerusalén, una sola vez al año, el día 9 del mes hebreo de Av, les permitían venir para orar y lamentar la destrucción del Templo, después de que pagaran una suma de dinero.

Parece ser que por esa razón fue que se creó el nombre de “Muro de los Lamentos” al Kotel, menos en el idioma hebreo, que lo sigue llamando tal como en la antigüedad. Los árabes lo llaman con 2 nombres: Al-Buraq, por el animal especial de Mahoma, o Hait Al-Mabka, el Muro de los Llantos.

Hace un año decidí hacer algo referente al nombre del Muro. A todas las personas que venían conmigo les sugerí que dejaran de usar los nombres traducidos del Muro, y que lo llamen simplemente por su nombre original: Kotel. Y les explico porque: cuando se habla de la Mezquita Al-Aqsa, nadie le cambia el nombre, y es una palabra árabe. Si se traduce al español sería “Extremo”. Y nadie dice “Mezquita del Extremo”. Muy cerca de aquí hay una calle romana llamada Cardo, y no conocemos a nadie en el mundo que traduzca la palabra Cardo. ¿Por qué habría que traducir al Kotel hebreo?

En ese punto de ahí están unas mujeres rezando en uno de los lugares más cercanos del Kodesh Hakodashim. Son cerca de 97 metros entre ese punto y el Kodesh Hakodashim.

Vamos a caminar en un piso con dos ventanas. Bajo una de ellas veremos piedras del Kotel que los romanos rompieron y tiraron. Bajo la segunda ventana veremos la profundidad máxima del Kotel.

Nos encontramos en el punto donde terminaba la calle Herodiana. Esa calle terminaba aquí, pero nadie sabe por qué esa calle terminaba aquí. Hay suposiciones, como una que dice que Herodes ya había muerto para ese entonces y que no había más dinero para continuarla. O que los romanos ya habían sitiado Jerusalén. ¿Qué es lo que hay que saber de esa calle? Esta estaba al aire libre hace 2 mil años, pero el techo que ahora la cubre es de hace cerca de 750 años, de la época mameluca. En su momento quizá la calle más importante de Jerusalén. Tenía alrededor de 12 metros de ancho, pero hoy sólo se ve lo que se ha excavado de ella. Esta calle hoy llega a la Ciudad de David, y a su paso atraviesa el Jardín Arqueológico que está al sur del Monte del Templo, desde donde se puede apreciar todo su ancho.

Las columnas que se ven aquí son de la época de Herodes, pero fueron usadas por los mamelucos para su reconstrucción en la edad media. Las suposiciones abarcan desde que formaron parte de una tienda, hasta que formaron parte de una plaza de columnas que existía en la calle. Pero en mi opinión sólo es una ocupación secundaria de piedras. Hace 2 mil años ¿Cómo se hacían estas piedras? Tomaban una roca del Monte y la transformaban en piedras.

El piso también es original de hace 2 mil años. Un judío que llegara desde el norte de Jerusalén tenía que pasar por esta calle hasta el portón en el que estuvimos previamente, y por ahí subir la escalera para llegar al Monte del Templo.

Vamos a pasar por un acueducto de la época macabea. En esa época, estaba lleno de agua, que le llegaba desde el sur de Jerusalén, a través de un tramo de casi 14 kilómetros hasta llegar ahí. Esta agua satisfacía una parte de la que el Monte del Templo necesitaba. A principios de la época herodiana seguía llegando agua, pero más adelante no hubo más, no porque dejara de llegar a Jerusalén, sino porque en aquél entonces decidieron desviar el agua.

En este último punto dentro de los túneles, estamos en una cisterna de agua. Ésta es sólo la cuarta parte de la cisterna de agua. Las tres cuartas partes están del otro lado de la pared. Esta cisterna recibe agua de un manantial  y de la filtración de agua de lluvia. Si regresaramos al tiempo hace 2 mil años, a la época herodiana, no existía aquí ninguna cisterna de agua. Esto era el norte del Monte del Templo, que era a la vez su punto más alto. Y por ser la parte más alta, la gente le temía, porque pensaban así: al sur, oeste y este del Monte del Templo hay un valle, y en el norte se localizaba el punto más alto, por lo que cualquier enemigo que quisiera conquistarlo tenía que llegar por aquí, ya que sería mucho más fácil conquistarlo bajando desde la montaña, que subiendo desde el valle. Por lo que ante este temor, hicieron una excavación muy profunda en este punto, y desviaron la corriente de agua que surtía al acueducto macabeo hacia este punto. Con ello pensaron que resolvían el problema, con dos obstáculos contra cualquier enemigo que quisiera conquistar el Monte del Templo.

La conclusión sí fue correcta, pero no la solución. Cuando los romanos llegaron y quisieron conquistar el Monte del Templo, llegaron por el lado norte. Pero cuando vieron qué era lo que había aquí, construyeron una enorme rampa, subieron en ella y lo conquistaron.

¿Qué es lo que hemos visto en todo este camino a lo largo de los túneles?

Podría recibir muchas respuestas y todas diferentes. Pero lo que yo les quiero decir es que lo único que hemos visto son sólo piedras, y no soy cínico. Son piedras que nos relatan su historia. La gente cree que las piedras son mudas. Pero ninguna es muda porque todas nos relatan su historia, la de Jerusalén y la nuestra, entrelazada en ellas. Las piedras de la época judía nos cuentan qué hicieron nuestros ancestros aquí. Piedras de épocas antijudías o no judías, nos cuentan qué es lo que les hicieron a ellos o sin ellos.

Les contaré otra historia: hace menos de 100 años había un Mandato británico en Israel, y los ingleses prohibieron que se sonara el Shofar al lado del Kotel. Pero los judíos de la época hacían lo que fuera para hacerlo sonar, aunque fuera una sola vez al año en Yom Kipur. Desde el primer año de esa prohibición, hubo detenidos y los ingleses creían que con esto iban a dejar de hacer esto, porque no creían que existieran personas que se arriesgarían a tocar un Shofar para ir a la cárcel. Pero se sorprendieron tanto al ver que esto siguió año tras año, hasta que decidieron entender el fenómeno, y fueron a ver al rabino principal de Israel, el rabino Cook.

“Queremos entender qué es lo que pasa con ustedes los judíos ¿qué tienen con ese Muro Occidental? Para nosotros no es más que un muro de piedras”, le preguntaron los británicos. “Oigan bien, señores: hay personas con corazón de piedra, pero hay también piedras con corazones de personas. Y esas piedras de las cuales ustedes hablan, son piedras llenas de corazones de personas, sólo que ustedes los ingleses todavía no lo entienden. Hay judíos en todo el mundo, pero no importa dónde estén, dónde vivan, al pararse para rezar cada uno de ellos, donde sea que estén, tanto sus ojos como su corazón se dirigen hacia Jerusalén, y de ahí hacia el Templo, y de ahí hacia el Kodesh Hakodashim. Y esos tres lugares hoy en día están representados por ese muro que es el Kotel. Lo que quiere decir que en esas piedras del Kotel están representados todos los corazones de todos los judíos del mundo”, les respondió Cook.

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