Enlace Judío México.- Las relaciones diplomáticas representan comúnmente el respeto reciproco entre dos entidades. En el caso particular de Israel y el Vaticano la historia para alcanzar esas relaciones ha sido compleja ya que en ella se entrelazan aspectos religiosos, históricos, culturales y políticos.

La Santa Sede, que mantiene vínculos oficiales con más de 120 países, no reconoce oficialmente al Estado judío. Esta negativa se debió, en un principio, a razones de tipo teológico. A partir de 1965 con la Declaración Nostra Aetate promulgada en el Concilio Vaticano II se invalidaron estos impedimentos.

Posteriormente la exigencia de la Santa Sede de un tratado de paz entre Israel y sus vecinos árabes que definiera fronteras, de un “estatuto de garantías internacionales” para Jerusalem y de una “patria” para los palestinos dificultó aún más el establecimiento de relaciones diplomáticas. El Vaticano sostiene que la ausencia de éstas se debe, así mismo, a la posibilidad de represalias contra las minorías cristianas en los países árabes.

HISTORIA

La política sionista en torno a la presencia cristiana en Tierra Santa se convirtió en parte integral de los proyectos judíos sobre Palestina. Antes de la realización del Primer Congreso Sionista en Basilea en 1897 los ideólogos y políticos judíos manifestaron su preocupación por el resguardo de los lugares sagrados cristianos en Tierra Santa. En 1896, por ejemplo, Teodoro Herzl padre del movimiento sionista, escribía en su libro. El Estado Judío: “Los santuarios cristianos deberán ser salvaguardados asignándoles un status extraterritorial como lo establece la ley de las naciones. Debemos formar una Guardia de Honor para estos santuarios y debemos cumplir esta tarea con nuestras vidas. Esta Guardia será el más grande símbolo de la solución al problema judío después de 18 siglos de sufrimiento”.

Por el otro lado en 1904 Herzl viajó a Roma para entrevistarse con el papa Pío X y le solicitó infructuosamente que proclamar a una encíclica apoyando o removiendo las objeciones católicas al programa sionista.

El tema resurgió durante la primera guerra mundial cuando los líderes sionistas -Jaim Weizmann y Nahum Solkolow- lucharon por asegurar el apoyo de los aliados para administrar Palestina. Sokolow se reunió con autoridades eclesiásticas para obtener su aceptación al establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina bajo el marco de la administración británica.

Posteriormente Sokolow logró la aprobación del papa Benedictino XV.

En los años que transcurrieron entre la Declaración Balfour (1917) y la transferencia del Mandato Británico de Palestina a la Liga de Naciones (1923) Weizmann consideró necesario esclarecer las dudas cristianas en relación al establecimiento del hogar nacional judío. Por ello viajó a Roma para entrevistarse con el cardenal Gasparri, secretario de Estado del Vaticano, quien expresó su preocupación en cuanto al futuro de las peregrinaciones cristianas a Tierra Santa. Weizmann respondió que tales cuestiones serían responsabilidad exclusiva de la administración británica y que las autoridades judías no intervendrían en el asunto.

El último contacto directo entre la Santa Sede y el movimiento sionista antes de la independencia del Estado de Israel en 1948 se realizó en abril de 1945 cuando Moshe Shertok, líder del Departamento Político de la Agencia Judía, fue recibido en una audiencia privada por el papa Pío XII.

Cuando en noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas (NU) adoptó por mayoría el Plan de Partición de Palestina en un estado judío y uno árabe las relaciones con el Vaticano tomaron nuevos rumbos.

Previamente a la adopción de la resolución, la UNSCOP (Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina) llevó a cabo una investigación en la que se realizaron entrevistas con representantes de las distintas denominaciones religiosas. Surgió así la idea de internacionalizar la ciudad de Jerusalén misma que fue cristalizando hasta ser adoptada como parte de las recomendaciones de las NU. El Vaticano apoyó la propuesta de conservar a la ciudad santa como un “corpus sepantum” que no sería gobernada ni por árabes ni por judíos.

Las naciones árabes se negaron a aceptar la resolución de las NU y la Legión Árabe de Transjorania ocupó por la fuerza la parte este de Jerusalén incluyendo los lugares sagrados, hecho que fue condenado unánimemente por todos los integrantes de las Naciones Unidas, exceptuando a Pakistán y Gran Bretaña. La Santa Sede intervino dos veces intentando detener el enfrentamiento y restaurar la paz en Tierra Santa. Demandó un “régimen internacional para Jerusalén y sus alrededores, salvaguardando los sitios sagrados en la ciudad santa así como el libre acceso a los peregrinos, libertad a las instituciones culturales católicas en el país y la conservación de los derechos adquiridos por sus fieles”.

Sin embargo la zona oriental de Jerusalén quedó bajo dominio jordano y se limitó la entrada a los lugares santos, tanto cristianos como judíos. La comunidad cristiana que en 1948 sumaba 25,000 almas disminuyó a 10,000 para 1967 debido, en gran medida, a las restricciones impuestas a la libertad de credo. Los jordanos, de hecho, no permitían que los cristianos compraran tierra en la ciudad, que construyeran iglesias o que mantuvieran un sistema educativo propio.

El compromiso judío con la salvaguarda de los derechos de las distintas denominaciones religiosas se plasmó en mayo de 1948 en la Declaración de Independencia del Estado judío en donde se incluye una cláusula estipulando que “Israel se compromete a lograr la seguridad total de las instituciones religiosas… otorgar la supervisión de los lugares santos a quienes los consideran sagrados… y a aceptar los controles internacionales para su inmunidad y protección”. Sobre el particular, Jaim Weizmann, primer presidente de Israel, declaró que “No existe ninguna incompatibilidad real entre el cristianismo y las aspiraciones del pueblo de Jerusalén”.

La vida religiosa se reactivó una vez que la guerra había terminado. Las propiedades de la Iglesia en territorio israelí fueron reparadas con asistencia del gobierno judío y se realizaron acuerdos para asegurar a los cristianos el ingreso a los lugares santos. En marzo de 1952 Moshe Sharett, ministro del Exterior de Israel, fue recibido por el papa Pío XII en audiencia privada, como primer secretario del nuevo Estado judío.

Sin embargo a pesar de que la vida cristiana en Israel se desarrollaba con tranquilidad la cuestión de Jerusalén se debatía en forma inconclusa en el seno de las NU, aunque hay que destacar que las presiones por internacionalizar a Jerusalén no tuvieron la intensidad que cobraron después de 1967 cuando Israel logró la reunificación de la ciudad santa. En la coronación de Juan XXIII en 1958, a la muerte de Pío XII, el Estado de Israel fue invitado oficialmente y la delegación judía a estos servicios fue públicamente reconocida. No obstante aún no se establecieron relaciones diplomáticas entre el Vaticano e Israel.

Con el papa Juan XXIII se inició una etapa de acercamiento entre Israel y el Vaticano con múltiples mensajes de buena voluntad. Y en enero de 1964, durante un receso en la deliberaciones del Concilio Vaticano -convocado por Juan XXIII en 1962- el papa Paulo VI inició el primer peregrinaje a Tierra Santa. Meses después, en octubre de 1965, se celebró el Concilio Vaticano II en el que se absolvió a los judíos de la muerte de Jesús, erradicando así los prejuicios y condenas que se sucedieron a lo largo de los siglos. La Iglesia Católica prohibió las enseñanzas antijudías en los libros de catecismo. Por añadidura, diversos documentos papales posteriores han afirmado que no hay impedimentos teológicos para el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel.

Años después, durante la guerra de los Seis Días (1967) Su Santidad envió un mensaje a los presidentes de Egipto, Jordania, Irak e Israel solicitando el cese de la guerra y la restauración de la paz. Con la reunificación de Jerusalén como resultado del conflicto armado, los lugares santos cristianos pasaron a formar parte de la jurisprudencia judía. El 22 de junio de ese mismo año el parlamento israelí adoptó un decreto de “Protección de los Lugares Santos” y un mes después la Santa Sede envió un emisario especial a Jerusalén para consultar con el gobierno judío sobre la nueva situación. En un comunicado conjunto se habló de una “atmósfera amistosa y de mutuo entendimiento”.

Con la visita del papa Juan Pablo II a la sinagoga principal de Roma en 1986 se abrió una nueva era en las relaciones entre ambos Estados. Se reconoció la validez del pacto judío con Dios y públicamente aceptó la centralidad del Estado judío para la existencia del pueblo hebreo. Fue, así mismo, el primer pontífice en mencionar a Israel por su nombre.

En 1988 la Pontificia Comisión “Iustitia et Pax” en Ciudad del Vaticano publicó un documento titulado La Iglesia ante el Racismo en la que se refuta el antisemitismo incluyendo el uso del antisionismo como pantalla para encubrir motivos antijudíos. Presenta, además, una denuncia contra organizaciones que mantienen vivo el mito antisemita racista y censura los actos terroristas que han tenido como objetivo el ataque a personas o símbolos judíos.

A raíz de la caída del Muro de Berlín y la guerra del Golfo Pérsico el mapa geopolítico se transformó y decenas de países de Europa oriental y Africa -entre éstos India y China- establecieron por primera vez vínculos oficiales con Israel. Europa occidental inició una serie de reuniones con el Estado judío con el objeto de estrechar sus lazos económicos. El portavoz del Vaticano publicó, por su parte, un comunicado sobre sus relaciones con Israel el 25 de enero de 1992, detallando que reconoce al Estado judío a pesar de no mantener relaciones diplomáticas.

En julio de 1992 la Santa Sede oficialmente anunció el establecimiento de una comisión bilateral que se reuniría con el propósito de examinar y definir conjuntamente asuntos de interés común a fin de normalizar las relaciones entre las partes.

El dos de noviembre de 1992 arribó a Israel una delegación del Vaticano abocada a dialogar sobre el intercambio de representantes oficiales y los problemas relacionados con la normalización de vínculos entre ambos Estados.

Después de siglos de relaciones ambivalentes esta reunión, como afirma Avi Pazner, embajador de Israel en Roma, es un paso trascendental hacia el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos Estados.

En marzo de 1993 el papa Juan Pablo II giró instrucciones para que las monjas carmelitas quienes habían ocupado desde hace casi una década un edificio colindante al campo de exterminio de Auschwitz dando pie a intensas confrontaciones entre representantes de ambas religiones ante el silencio del Vaticano- se retiraran de este sitio, símbolo por excelencia del Holocausto judío. Este gesto representó sin lugar a dudas, un paso más hacia la reconciliación No deberá sorprendernos pues que las relaciones se cristalicen en un futuro cercano, resarciendo al fin múltiples episodios de prejuicios e intolerancia y marcando así una nueva era en el diálogo entre judíos y cristianos.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Fuente:tribuna.org.mx