Enlace Judío México.- La firme oposición del presidente estadounidense Donald Trump al acuerdo nuclear con Irán (JCPOA, por sus siglas en inglés) ha desatado una grave brecha transatlántica. Sin embargo, la UE intenta equilibrar su apetito comercial con un examen de los riesgos de seguridad. Al hacerlo, poco a poco se está despertando a sensibilidades israelíes y árabe-sunitas con respecto a las aspiraciones hegemónicas de Teherán en Medio Oriente.

Dr. George N. Tzogopoulos

Cuando el presidente de EE.UU. Donald Trump decertificó el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) en octubre de 2017, la UE pensó que un problema “resuelto” había vuelto a la agenda sin una razón real. Casi de inmediato emitió una declaración llamando al JCPOA “un elemento clave de la arquitectura global de la no proliferación nuclear y crucial para la seguridad de la región” y alentó a los Estados Unidos a mantenerla.

Desde una perspectiva europea, si bien los asuntos relacionados con los misiles balísticos iraníes y las crecientes tensiones en la región eran motivo de preocupación, debían abordarse “fuera del JCPOA”. En enero de 2018, tras otro discurso de Trump sobre Irán que esencialmente emitió un ultimátum a los europeos para que reconsideren su enfoque, la Alta Representante Federica Mogherini dijo: “El acuerdo está funcionando; está cumpliendo su objetivo principal, lo que significa mantener el programa nuclear iraní bajo control y bajo estrecha vigilancia“.

La decisión de Trump de terminar con la participación estadounidense en el “inaceptable” acuerdo con Irán, que tuvo lugar el 8 de mayo de 2018, llevó a Alemania, Francia y el Reino Unido a expresar “pesar” y “preocupación”. Los tres países y la UE en su totalidad, procuran que las estructuras del JCPOA permanezcan intactas.

El 15 de mayo, Mogherini se reunió con los ministros de Relaciones Exteriores de Francia, Alemania, Reino Unido e Irán para discutir el futuro del acuerdo y expresó su confianza en que podría mantenerse en su lugar a pesar de la dificultad de la tarea. Está liderando el esfuerzo para poner en marcha mecanismos y medidas complementarias tanto a nivel de la UE como a nivel nacional para proteger a los operadores económicos de los estados miembros europeos.

El comercio e inversión europeos en Irán avanzaron rápidamente después de la firma del JCPOA en 2015. En diciembre de 2016, Airbus, el pionero aeroespacial francés, firmó un contrato con Iran Air por 100 aviones. En julio de 2017, el coloso energético Total y la Compañía Nacional Iraní de Petróleo (NIOC) acordaron colaborar en el desarrollo y la producción de la fase 11 de South Pars, el campo de gas más grande del mundo. En agosto de 2017, el grupo automovilístico alemán Volkswagen regresó al mercado iraní después de 17 años y comenzó a vender vehículos. En julio de 2017, la compañía ferroviaria italiana Ferrovie dello Stato firmó un acuerdo con Iran Railways para construir un ferrocarril de alta velocidad entre Qom y Arak. Además, Reuters reveló en septiembre de 2017 que el desarrollador de energías renovables con sede en Londres Quercus Investment Partners Ltd. tenía planes para invertir más de 500 millones de euros en un proyecto de energía solar en Irán.

La determinación de las empresas europeas para acceder a nuevos mercados es comprensible, especialmente en vista del crecimiento anémico actual de Europa. Para lograr este objetivo, están presionando a sus respectivos gobiernos para que abran canales poderosos como las cámaras de comercio y otras representaciones comerciales. Los gobiernos en cuestión tienden a dejar de lado los riesgos de seguridad en aras de los efímeros beneficios económicos y el apoyo de las industrias en las elecciones nacionales.

El ganador a largo plazo de este proceso es Teherán, que está explotando la fiebre empresarial europea para presentarse como un interlocutor internacional normal -si no para legitimar su posición como potencia nuclear normal- y avanzar en su agenda geopolítica en Medio Oriente. Al hacer la vista gorda ante la posible transformación de la región si Teherán logra sus ambiciones hegemónicas, la UE está posponiendo decisiones difíciles de política exterior. Sin embargo, el reloj no puede retroceder.

El desacuerdo entre la UE y los Estados Unidos sobre el JCPOAC es colocado por la mayoría dentro del contexto general del deterioro de las relaciones transatlánticas después de la elección de Trump. El acuerdo nuclear no es el único ejemplo de ese deterioro. La presión de Trump sobre los Estados miembros europeos de la OTAN para aumentar sus contribuciones al presupuesto de defensa, su retirada del Acuerdo Climático de París y su postura indiferente y en ocasiones desdeñosa con respecto al proyecto de integración europea contribuyen a la hostilidad.

Sin embargo, la dura postura de Trump sobre Irán le ha ofrecido a la UE una buena oportunidad para mirar más allá de las relaciones transatlánticas y reconocer las preocupaciones de seguridad de los árabes sunitas e israelíes. Un debate en línea de BESA de noviembre de 2017 sobre “lo que sucederá después” después del JCPOA señaló que, a pesar del destino final del acuerdo, sus fallas ahora pueden ser expuestas más fácilmente. Esto de hecho comienza a suceder. Francia, Alemania y Gran Bretaña están dando los primeros pasos para contener la influencia iraní, aunque no están de acuerdo con la política de Trump en Irán.

Después de enero, EE.UU. y la UE participaron en conversaciones diplomáticas para agregar nuevas sanciones y “arreglar” el acuerdo. Estas conversaciones no impidieron que Trump anunciara la retirada de Estados Unidos, pero demostraron que Europa ya no ignoraría el impulso hegemónico de Teherán. Después de su reunión de febrero en Berlín, la canciller alemana, Angela Merkel, y la primera ministra británica, Theresa May, expresaron su disposición a tomar otras medidas apropiadas para abordar los problemas “sobre la actividad desestabilizadora de Irán en Medio Oriente“.

En la misma onda, durante una entrevista en Fox News antes de su visita de abril con su homólogo estadounidense, el presidente francés Emmanuel Macron dijo que “no estaba satisfecho con la situación con Irán” y que “quería luchar contra los misiles balísticos [y] contener su influencia en la región“. Richard Goldberg escribió en Politico que los funcionarios franceses conceden en privado los defectos del acuerdo: los misiles, las inspecciones, los ocasos y la pérdida de influencia económica sobre la expansión regional de Irán.

Incluso la declaración conjunta de May, Merkel y Macron emitida inmediatamente después de la retirada de EE.UU. hizo referencia a sus preocupaciones “sobre el programa de misiles balísticos de Irán y sus actividades regionales desestabilizadoras, especialmente en Siria, Irak y Yemen”.

En el momento de escribir estas líneas, los detalles sobre las medidas propuestas específicamente por Francia, Alemania y Gran Bretaña están basadas únicamente en artículos de las agencias de noticias. En marzo, por ejemplo, Reuters vio un documento que sugería que una lista de personas y entidades iraníes deberían ser el objetivo. Junto con la falta de información, otro problema es que los estados miembros restantes deben estar de acuerdo con la propuesta para implementarla de manera práctica. Países como Italia siguen siendo escépticos, y la UE no tiene un historial de unidad fuerte.

Sin embargo, contrariada por la retirada de Washington del JCPOA, la UE apenas reaccionará ante posibles sanciones estadounidenses. Por ejemplo, el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas, encuentra difícil para su país proteger a las empresas. Esto no dejará a Europa más remedio que volver a centrarse en la cuestión de la seguridad a corto y mediano plazo.

La sensibilidad de Israel está jugando un papel en la configuración de la política exterior europea. Políticos, académicos, periodistas e investigadores israelíes han advertido durante años sobre los riesgos derivados de las aspiraciones regionales de la República Islámica en Medio Oriente. Sus voces no se escucharon en la mayoría de las capitales europeas, que estaban distraídas por su apetito de negocios con Teherán. Esto está empezando a cambiar, y Trump merece una buena parte del crédito.

Fuente: BESA – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío