Enlace Judío México – Los socios del Club Rotario de México extendieron una invitación a la directora de este medio, May Samra, a asistir a un encuentro en dicha institución, y dar una breve semblanza de Enlace Judío, el primer sitio judío del mundo de habla hispana.

Tenía yo 16 años cuando, en 1975, estalló la guerra civil en el Líbano. Era una niña judía en un país árabe con todos los conflictos que eso traía a colación. De pronto, las calles de mi ciudad se transformaron en un escenario de guerra, con tanques, francotiradores y explosiones de día y de noche. Por la ventana, podíamos ver a los muertos tendidos, a los guerrilleros corriendo y tomando cubierta, a las armas de grueso calibre. Encerrados en casa, escuchábamos gritos de torturados. La escuela judía había cerrado sus puertas y nos encontrábamos totalmente vulnerables. Cualquiera de estos guerrilleros podía subir las escaleras, romper la puerta y hacer de nosotros y nuestras pertenencias lo que quisiera. Como judíos, nadie nos haría justicia. Mi padre no quería salir del país para no perder su pequeño patrimonio.

Recuerdo una noche cuando el tiroteo arreció fuera de nuestro departamento. Teníamos almacenados en nuestro balcón tanques de gas, que se guardaban por la escasez que hay en las guerras, y desde el departamento escuchábamos las balas impactar el balcón. Cualquier balazo certero podía hacer explotar uno de los tanques y volarnos en pedazos. No podíamos salir al balcón y lo único que nos quedaba era rezar. Así pasamos la noche presos del miedo y la angustia, repitiendo miles de veces el “Shemá Israel”.

Después de año y medio de esta situación, mis padres decidieron enviar a dos de sus hijos al extranjero. A mi hermano le tocó México, a mí, Inglaterra. Al abordar el avión que me llevaba hacia este nuevo destino, nunca creí que el sufrimiento que estaba a punto de experimentar sería peor que el que ya conocía. Estaba a punto de quedarme sin familia, sin idioma, sin patria pero, peor aún, sin comunicación. Desde que llegué quise comunicarme con mis padres pero las líneas telefónicas (recuerden que no habían WhatsApp ni celular) eran para uso diplomático. Llamé cientos de veces durante los 5 meses que pasé en Inglaterra y la operadora me repetía lo mismo: sólo para uso diplomático.

Una vez, le rogué: “Por favor contácteme señorita, ayúdeme, es asunto de vida o muerte”.

“¿Cuál es el asunto de vida o muerte?” indagó la mujer.

“Quiero saber si mis padres y mis hermanos aún viven”.

“Ese no es asunto de vida o muerte. Todos los que llaman quieren saber lo mismo que usted”.

Una vez me informaron que la Sra. Samra había fallecido en Líbano. Creyendo que era mi madre, me volví loca de dolor. Cómo saber que no era mi madre sino la suegra de ella, la esposa de mi abuelo, quien tenía el mismo apellido. Había ido una mañana a comprar pan y fue víctima de un francotirador. Murió desangrada en la acera.

Allí aprendí el valor de la comunicación. Entendí que se debe de tener integridad y honestidad cuando se reportan los hechos.

Nunca volví a Líbano. Después de una escala de meses en Israel, mi familia y yo llegamos a México, que se volvió nuestra patria. No sabíamos español, no teníamos trabajo y mi padre contaba con cien dólares como capital. Éramos refugiados.

Como no podía pagar cursos en una escuela, me puse a estudiar español con un libro del método Asimil, repitiendo frases cuando volvía de mi trabajo como maestra de hebreo en una escuela.

Más adelante, me recibí de intérprete traductora, lo cual, hoy, sirve para comunicar noticias de muchos idiomas. Encontré trabajo en la prensa de la Comunidad Maguén David.

Con cuatro hijos, decidí ingresar a la Universidad Iberoamericana pero había un problema: había que revalidar mis estudios realizados en el Líbano y no encontraba yo el comprobante de haber cursado el bachillerato. Un día, haciendo limpieza de Pésaj (la Pascua judía), descubrí el preciado papel en el fondo de un cajón. Corrí a la SEP, en el Centro, y le entregué el papel cebolla arrugado. Miró el papel, me miró a mí, percibió mi desesperación y me dijo “Ven el viernes por tu revalidación”. No sé si este hombre supo el cambio monumental que aportó a mi vida, pues me permitió conocer la vida universitaria y formarme como profesional.

Hace 8 años, un mecenas de la Comunidad judía, Nathan Shteremberg, dejó de patrocinar una revista comunitaria independiente y la revista desapareció. El hombre se quedó con el sitio web de la misma. Me preguntó qué podía hacer con el mismo y le respondí: “Un lugar donde alguien pueda decir: no me gusta el color de la puerta de la sinagoga”. Se me ocurrió que podía establecer un sitio web de la Comunidad judía, la cual era muy cerrada y no permitía que se ventilaran sus asuntos privados. Un día que andaba en coche por las calles de nuestra ciudad, me llamó y me preguntó si quería dirigir este sitio web.

Así, gracias a Nathan Shteremberg, nació Enlace Judío: como un sitio web que reúne a las seis comunidades que conforman a la colectividad judía. Si no lo saben, incluye desde los judíos originarios de países árabes, hasta los judíos ashkenazíes de distintas tendencias religiosas.

Uno de nuestros roles es la lucha contra el antisemitismo, mostrando a México lo que es el judaísmo. Para enseñar la Torá, y mostrar que no es un libro satánico, grabamos en vivo al rabino sacando los rollos de su receptáculo y explicando cómo se lee y cuándo.

Hoy, después de muchas peripecias periodísticas, Enlace Judío es el sitio judío más leído del mundo de habla hispana. Su alcance llega a los judíos de México y de América Latina, pero también a los de España e Israel. También son parte de nuestra audiencia los evangélicos mexicanos, que son más de 10 millones. Así que este medio cuenta con 4 millones y medio de lectores anuales y 360,000 seguidores en Facebook. Tenemos un boletín diario con 30,000 suscriptores.

Enlace Judío ha sido una ventana a un sinfín de aventuras, las cuales han satisfecho mi adición por la adrenalina y mis deseos de ser libre y conocer al mundo. Debido a nuestra labor, hemos recibido amenazas de muerte y felicitaciones. Hemos descubierto que nuestra información es considerada confiable por El Financiero, Al Jazeera, Reforma, y los medios israelíes y marroquíes.

Nuestra mayor cobertura fue en el marco del sismo de septiembre 2017, cuando me uní como voluntaria traductora para el ejército israelí, y llegué a los derrumbes, mostrando al mundo, a través de Facebook Live, a los rescatistas israelíes que acababan de aterrizar y estaban localizando un cuerpo en un edificio colapsado. Los entrevisté en la banqueta y salí con ellos, pudiendo captar el momento en que decenas de personas les aplaudieron y agradecieron. Este segmento fue reproducido por CNN, medios israelíes e internacionales, y dio la vuelta al mundo.

Ese día, nuestra página de Facebook aumentó en 80,000 likes y ese mes, nuestros lectores en 100,000. 

En abril de este año, 2018, a través del mismo Facebook Live y en el marco de un viaje a Polonia e Israel, México conoció la Marcha de la Vida y los eventos conmemorativos de los 70 años de Israel. También entramos a Ramallah, la capital de la Autoridad Palestina. Prometí a los lectores que verían todo lo que veían mis ojos y lo cumplí. Miles viajaron conmigo, vieron el cementerio judío de Varsovia, la delegación de Marruecos a la Marcha de la Vida, las cámaras de gas y los crematorios de Auschwitz, y conocieron el Muro de los Lamentos y el Monte Herzl.

Estando en el Muro de los Lamentos, una mujer me escribió y pidió una plegaria para un familiar enfermo. Me detuve y le pedí a una mujer, la esposa de un rabino, que rezara por el doliente. Transmití en vivo sus bendiciones. Me lo agradecieron mucho.

El periodismo, además de información, debe de ayudar a sanar el mundo. Ojalá podamos aplicar esta tradición judía a nuestro trabajo diario. Muchas gracias.