Enlace Judío México.- Se deben hacer esfuerzos para identificar las dinámicas que, al menos en parte, explican el aparente abismo creciente de la judería estadounidense con Israel.

CHARLES BYBELEZER

El debate sobre la “crisis” Israel-Diáspora volvió a los titulares esta semana cuando se supo que, a pesar de las protestas del primer ministro Benjamin Netanyahu, el líder opositor Isaac Herzog fue elegido nuevo jefe de la Agencia Judía. El desarrollo fue ampliamente interpretado como una bofetada a la reverencia del premier, un recordatorio no tan gentil de la importancia de la comunidad judía estadounidense, cuyas posiciones, como las de la oración igualitaria en el Muro Occidental, no pueden ser ignoradas sin consecuencias.

La Agencia Judía, que actuó como cuasi-gobierno en el Mandato de Palestina, desde 1948 ha sido principalmente responsable de promover y facilitar la inmigración judía a Israel. Cada vez más, sin embargo, se ha convertido en un puente entre la comunidad judía de EE.UU. y el gobierno israelí, mientras crece la preocupación por el “distanciamiento” de los judíos estadounidenses del Estado-nación judío.

Si bien el tema se ha cubierto ampliamente, ha habido pocos análisis detallados sobre si la supuesta tendencia puede revertirse. De hecho, cualquiera que dirija la Agencia Judía puede enfrentar una paradoja irreconciliable; es decir, mientras el apoyo general de Estados Unidos a Israel se mantiene en su punto más alto, los judíos de EE.UU. se vuelven cada vez más indiferentes, si no indolentes hacia Jerusalén.

La evidencia anecdótica se vio en forma de una entrevista reciente del presidente estadounidense Donald Trump, en la que afirmó que los cristianos evangélicos aprecian más que los judíos estadounidenses la reubicación de la administración en mayo de la embajada en Jerusalén.

Que una declaración de hechos pueda evocar tal inseguridad entre la comunidad judía estadounidense, de hecho, sugiere una creciente inquietud sobre su relación colectiva, en particular institucional, con Israel.

Sabes a quién realmente le gusta más, a los evangélicos“, afirmó Trump al entrevistador Mike Huckabee, ex gobernador de Arkansas y candidato presidencial. “Recibo más llamadas de ‘gracias’ de los evangélicos, y lo veo en las audiencias y en todo lo demás, que en los judíos. Y el pueblo judío lo aprecia, pero los evangélicos lo aprecian más que los judíos, es increíble“.

Es bien sabido que los judíos estadounidenses votan Demócrata por un margen de 3 a 1, y, como tal, no es de extrañar que una encuesta reciente del Comité Judío americano descubriera que el 71% de los judíos estadounidenses desaprueban a Trump, mientras que solo el 26% mantiene una opinión positiva de él.

Por el contrario, alrededor del 80% de los cristianos evangélicos, que conforman, según algunas estimaciones, hasta dos quintas partes del electorado estadounidense, apoyan al líder estadounidense.

No se puede negar que la embajada estadounidense todavía estaría ubicada en Tel Aviv si no fuera por este respaldo.

Lo que es sorprendente, sin embargo, es cómo los judíos estadounidenses se relacionan con Israel, como lo demuestra el hecho de que cuando se les preguntó si ven a los israelíes como parte de su familia (como metáfora), casi un tercio de los encuestados de AJC respondieron “no”. Solo el 12% consideraba a los israelíes como sus “hermanos”.

En particular, un total de tres cuartas partes de los judíos estadounidenses no tienen familia -la conectividad emocional que deriva de la cual forma la base del pueblo y, por lo tanto, de la nacionalidad- en Israel, a quienes se sienten cercanos.

En general, un 57% de los judíos estadounidenses desaprueba el manejo de Trump de las relaciones entre EE.UU. e Israel (con un 41% de desaprobación), según la encuesta de AJC, con solo un tercio de aprobación. En el otro extremo del espectro, más de dos tercios de los judíos israelíes apoyan la gestión del presidente estadounidense de las relaciones bilaterales, según una encuesta de Gallup realizada antes de que la Casa Blanca reconociera a Jerusalén como la capital de Israel. La encuesta AJC identificó esta cifra en más del 75%.

Según una encuesta de CBS News realizada en mayo, el 41% de todos los estadounidenses aprueba el enfoque diplomático de Trump hacia Israel, mientras que el 43% lo desaprueba. Como tal, de manera contra-intuitiva, una cantidad desproporcionada de judíos estadounidenses se opone a las políticas de Trump en relación con el estado judío.

En lo que respecta al traslado de la Embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalén, solo el 46% de los judíos estadounidenses expresaron su apoyo a la reubicación, mientras que el 47% se opuso, halló el AJC; esto, en comparación con un abrumador 85% de los judíos israelíes que apoyaron la mudanza. Una encuesta de la Universidad de Maryland encontró que casi el 75% de los judíos israelíes apoyó el traslado de la embajada, incluido el momento de la decisión (lo que sugiere una voluntad de desvincular la iniciativa del proceso de paz con los palestinos). Una encuesta similar llevada a cabo por el Instituto Democracia de Israel reveló que poco menos del 70% de los judíos israelíes creen que el movimiento hizo avanzar los intereses del país.

De hecho, virtualmente todo el escalafón político israelí estaba a favor de la empresa, con la excepción de los partidos árabes y la extrema izquierda Meretz (cuyo nuevo líder fue criticado por su posición, que algunos creen que la asumió simplemente para causar sensación).

Si bien se ha escrito mucho sobre la creciente división Israel-Diáspora, el enfoque de la conversación generalmente se limita al contexto de la política interna israelí; es decir, la incapacidad de Jerusalén para poner fin al conflicto con los palestinos y la aquiescencia continua del gobierno a los partidos ultraortodoxos, que han utilizado su influencia (se dice que manipuló un sistema electoral defectuoso) para frustrar los intentos de integrar a sus electores en la sociedad, de gran preocupación para los judíos estadounidenses, evitando que las denominaciones conservadoras y reformistas obtengan igualdad de condiciones en Israel.

Sin embargo, los mismos israelíes están divididos casi a la mitad en el tema palestino, mientras que una gran parte de la población detesta la capacidad haredi de hacer al gobierno rehén de exigencias insostenibles.

Sin embargo, no se discute que los judíos israelíes se distancien de Israel.

Tiene sentido que los judíos estadounidenses, a semejanza de sus contra-partes israelíes, alberguen opiniones opuestas sobre estos asuntos, que a veces podrían caer en burla abierta como fue el caso cuando Netanyahu dio marcha atrás en un compromiso que habría creado una segunda sección de oración igualitaria en el Muro Occidental.

Lo que no tiene sentido es la propensión de los judíos estadounidenses a confundir en todos los casos al pueblo israelí con el gobierno que eligió. En el caso del “Compromiso de Kotel”, casi el 60% de los israelíes apoyó la creación de la sección propuesta. Sin embargo, esto no disuadió a los líderes judíos estadounidenses de amenazar con castigar a “Israel” por la decisión de un hombre.

Esto es equivalente a oponerse, o incluso rechazar, a Estados Unidos porque a uno no le gusta la política de inmigración de Trump. Si bien es legítimo que un individuo tenga este derecho, no deja de ser una reacción inmadura, la respuesta “predeterminada” en un mundo cada vez más polarizado, dado que Estados Unidos siempre ha sido y siempre será mucho más que una sola política y la persona que ocupe la Oficina Oval.

Para profundizar más en el asunto, entonces, es necesario enfocarse en un tema en particular en el cual un gran consenso entre el pueblo israelí crea una gran incongruencia con el judaísmo estadounidense. Y la reubicación de la embajada estadounidense es un ejemplo perfecto porque aísla a la “variable” judía de los Estados Unidos ya que el “coeficiente” israelí es casi constante.

A este respecto, los judíos estadounidenses se identificaron más estrechamente con los árabes israelíes y los márgenes de la izquierda israelí, ninguno de los cuales mantiene mucho apoyo de los judíos de la nación. ¿Por qué no postular, entonces, que la creciente “crisis” entre Israel y la Diáspora es un subproducto del aparente cambio drástico hacia la izquierda de esta última en oposición al giro hacia la derecha del primero (que, por supuesto, ha sido bien documentado)?

Y aun así, ¿qué justificación hay para que los judíos estadounidenses se “distancien” de un país aliado, si no hermano, cuya mayoría promueva un sistema de valores diferente que, no obstante, está enraizado en principios similares?

Es una hipótesis interesante e inadecuadamente probada, especialmente dado que los valores compartidos explicarían por qué las posiciones de los evangélicos e israelíes de inclinación republicana sobre Trump, en general, y su reconocimiento de Jerusalén de la capital de Israel, específicamente, coinciden, mientras que aquellos de los demócratas de tendencia izquierdista, el partido de la mayoría de los judíos estadounidenses, no. Con este fin, el AJC descubrió que más del 50% de los judíos estadounidenses se identifica en cierto grado como “liberales”.

De hecho, hay otros indicios de que los valores divergentes, que se manifiestan en la “cosmovisión” de un individuo, pueden ser, de hecho, una causa -si no la raíz- de la creciente división Israel-Diáspora. Lo más preocupante, quizás, es que AJC descubra que un 20% de los judíos estadounidenses cree que Israel debe redefinirse solo como una democracia, liberando efectivamente al país de su “judaísmo”.

Los judíos israelíes, en su mayoría, pueden asociar tal posición con la de los enemigos exterministas.

Puede ser que los puentes que unen los dos lados se estén volviendo más cortos en relación con las brechas que los separan. Esto, ya que ambas poblaciones continúan evolucionando ideológicamente bajo circunstancias muy diferentes y en lo que parecen ser direcciones opuestas. Si es así, es injusto culpar a una de las partes sin investigar completamente los principios y prácticas cambiantes de la otra. Cualquier enfoque unilateral nunca puede encapsular las complejidades de una dinámica compleja y, por el contrario, puede exagerar las diferencias o crear un espejismo de su existencia, incluso cuando no las hay.

Afortunadamente, todavía hay tiempo para gente como Herzog et al. para trabajar en el asunto, dado que AJC descubrió que el 80% de los judíos estadounidenses todavía creen que un estado próspero de Israel es vital para el futuro a largo plazo del pueblo judío, de los cuales tres cuartas partes aún se consideran miembros. Además, un 70% de los encuestados respondieron afirmativamente cuando se les preguntó si “preocuparse por Israel es una parte muy importante de mi ser judío”.

El autor es editor gerente de The Media Line.

Fuente: The Jerusalem Post / Traducción: Silvia Schnessel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico