Enlace Judío México.- Israel se ha vuelto un estado rojo mientras los judíos estadounidenses siguen siendo azules.

WILLIAM A. GALSTON

“Israel es el hogar de todos los judíos,” declaró el Primer Ministro Benjamín Netanyahu en su discurso ante el Foro Global del Comité Judío Estadounidense en Jerusalén el fin de semana pasado. “Todo judío debe sentirse en casa en Israel.” Hay mucha historia comprimida dentro de estas frases tersas, y precisamente tanta controversia.

La afirmación de que Israel es la casa, y no sólo una casa, para todos los judíos es el núcleo del Sionismo clásico. Implica que ningún otro país puede ser una casa, aun si los judíos que viven allí piensan que lo es. Los judíos de Andalucía pensaban que estaban en casa—hasta que llegaron los gobernantes cristianos y los expulsaron en el siglo XV. Los judíos de Alemania pensaban que eran totalmente alemanes hasta que llegó al poder un régimen definido por el odio a todos los judíos.

Pero hoy, por primera vez desde la era talmúdica, hay dos centros fuertes y seguros de sí mismos de vida judía. Uno de ellos encarna la proposición sionista; el otro la rechaza de plano. Los judíos estadounidenses, la población judía más grande de la diáspora, no creen que estén viviendo en el exilio, o incluso en peligro. Estados Unidos es diferente, insisten ellos. En la medida que Estados Unidos se basa en los principios cívicos en vez de en la identidad étnica o religiosa, sus instituciones democráticas liberales pueden aceptar a los judíos como ciudadanos iguales, como prometió George Washington en su famosa carta a la Sinagoga Touro.

Para la mayoría de los judíos estadounidenses, Estados Unidos no es un lugar de descanso temporal que interrumpe el nomadismo incesante: es su hogar permanente. Cuando ellos dicen “¡el año próximo en Jerusalén!” al final de cada Seder de Pésaj, no lo dicen literalmente.

¿Y si ellos están equivocados y los pesimistas tienen razón? ¿Y si los manifestantes en Charlottesville cantando “los judíos no nos reemplazarán” son los presagios de un cambio trascendental desde el nacionalismo cívico a la identidad cristiana blanca como la base del estado estadounidense?

Aquí es donde la existencia de Israel se vuelve un hecho transformador. Un poema de Robert Frost contiene una línea que provoca el pensamiento: “Hogar es donde, cuando tienes que ir allí, tienen que recibirte.” Israel es el único país que garantiza entrada y ciudadanía inmediatas a todo judío que golpee a su puerta. Este es el sentido en el cual Israel es el hogar para todos los judíos.

Es también el motivo por el que Israel significa el fin del exilio judío. Durante dos milenios, los judíos enfrentaron una opción terrible entre la persecución y ser apátridas, como cuando el SS St. Louis, atiborrado con refugiados judíos, vagó de puerto en puerto en 1939 buscando un país que aceptara a sus pasajeros. La creación de Israel dio a los judíos una tercera opción.

En ese sentido, Israel cumple el objetivo sionista de la “negación del exilio.” Esto es consistente con la existencia de comunidades judías permanentes fuera del estado de Israel. El fin del exilio como una condición política no elegida no significa el fin de la diáspora como una condición voluntaria.

El surgimiento de dos polos permanentes de vida judía—uno en Israel y uno en la diáspora—ofrece nuevas posibilidades pero también presenta nuevos desafíos. Los desafíos son subrayados por una encuesta del Comité Judío Estadounidense publicada cuando se reunió su conferencia en Jerusalén.

En efecto, los judíos israelíes son un estado rojo mientras que los judíos estadounidenses son un estado azul. El 77% de los judíos israelíes aprueba el manejo por parte del Presidente Trump de las relaciones entre Estados Unidos e Israel, comparado con apenas el 34% de los judíos estadounidenses. El 85% de los judíos israelíes, pero apenas el 46% de los judíos estadounidenses, respaldan la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y mudar la embajada allí. El 59% de los judíos estadounidenses apoyaría desmantelar al menos algunos asentamientos como parte de un acuerdo final con los palestinos; apenas el 39% de los judíos israelíes lo haría. El 80% de los judíos estadounidenses pero sólo el 49% de los judíos israelíes favorece permitir que rabinos conservadores y reformistas tanto como rabinos ortodoxos oficien en las bodas, divorcios y conversiones israelíes. Y el 73% de los judíos estadounidenses pero apenas el 42% de los judíos israelíes apoyan que ambos sexos recen juntos en el Muro Occidental en vez de la separación estricta requerida por el judaísmo ortodoxo.

Subyacente a estas diferencias de política hay una disputa jurisdiccional profunda. Aunque tanto los judíos estadounidenses como los israelíes creen que son parte de un pueblo, y que se benefician uno de la fuerza del otro, ellos están divididos por la ciudadanía. Confiando en la idea de condición compartida de pueblo, el 53% de los judíos estadounidenses cree que es apropiado que ellos influencien las cuestiones de seguridad israelí. Hablando como ciudadanos de un estado soberano, el 68% de los israelíes discrepa.

Cuando la política israelí afecta principalmente a los ciudadanos israelíes, los no ciudadanos pueden ofrecer consejo, pero no pueden exigir influencia en el resultado. Pero cuando Israel actúa como el guardián del patrimonio del pueblo judío entero, como hace seguramente con el Muro Occidental, tiene una responsabilidad mayor de sopesar las opiniones de la comunidad judía más amplia. Debido a que las cuestiones de seguridad ocupan una zona gris en este continuo, los judíos dentro y fuera de Israel continuarán debatiendo no sólo la esencia de estas cuestiones sino también sus derechos respectivos a una parte en su resolución.

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.