Enlace Judío México.- Como dice Sally Kohn “el origen del odio es la ignorancia”. Si tan solo nos tomáramos al menos 5 minutos para conocer a quien nos desagrada sin tener alguna razón, podríamos cambiar de opinión, si en lugar de buscar una justificación o un culpable de nuestras complicaciones, haciéndonos responsables por nuestros actos, cambiaría también nuestra forma de ver las cosas.

GINA HALABE PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Nunca es tarde para cambiar ese camino del odio y del resentimiento hacia el camino correcto, y en esta serie de artículos, que saldrán una vez a la semana, se va a presentar a un personaje que nos demuestra esto.

Hoy les platicaré de Christian Picciolini.

Christian nació en el seno de una familia muy humilde y trabajadora. Sus padres eran migrantes que tuvieron que encontrar mil maneras para salir adelante y de encontrar la manera que a su bebé no le faltara nada, pero es en esta intensa búsqueda por sobrevivir que, a pesar de que había mucho amor, el primogénito de la familia (Christian) se sintiera solo y abandonado, pues hay que entender que sus padres trabajaban los siete días de la semana y en promedio 14 horas de cada día.

El sentimiento de soledad de Christian lo llevó a sentir resentimiento y enojo contra sus padres, buscaba su atención a toda costa y a los 14 años llegó un cambio radical en su vida. Escuchó por primera vez la palabra judíos, y no conocía de cerca a un comunista, pero sí encontró a la persona que lo haría sentir protegido, incluido y poderoso. Logró encontrar un propósito. La persona que lo sujetó se convirtió en su salvavidas… y fue quien lo metería al movimiento neonazi de Estados Unidos.

Escuchó el discurso del movimiento, le gustó y lo creyó. Estudió el reclutamiento, y muy pronto se volvió uno de los líderes del mismo.

Fue parte del movimiento por 8 años, en los que los prejuicios y los estereotipos rigieron su actuar, en los que el sentido de superioridad lo cegó y atacó mucho de lo que formaba parte de su vida o de su identidad.

Pero hubo un día en el que todo cambió, en el que abrió los ojos y se dio cuenta de todos los actos violentos que irracionalmente había cometido.

Se comenzó a cuestionar sus actos y los de sus compañeros, en los que el sentido de lealtad cada día se ponía en juego, en el que a aquel al que seguían no siempre actuaba de la forma en la que actúa un líder, el día en el que los mensajes de su música fueron inspiración para cortar la vida de 9 personas inocentes, todo volvía a poner en riesgo los conceptos que al principio lo llevaron a ser parte de este movimiento, identidad, comunidad y propósito.

Lo que definió su posición fue enamorarse a los 19 años de una mujer totalmente ajena al movimiento con la que tuvo un hijo. Al sostenerlo por primera vez entre sus brazos todos estos cuestionamientos, que tenían tiempo dando vueltas en su cabeza, regresaron con más intensidad.

Decidió retirarse de su liderazgo en las calles y abrió una tienda de música, que siempre le había gustado, al principio solamente era una tienda de supremacía blanca, música racista, pero empezó a pensar en lo que traería para su hijo y ante la sociedad una tienda de este carácter, después decidió ponerle más estilos musicales que fueran acordes a su ideología, venían de todo el país a comprar la música racista pero también le compraban de los otros estilos musicales y un día pasó lo que nunca creyó que podía pasar, sintió empatía por un adolescente negro enojado, a su mamá le habían diagnosticado cáncer de mama y Christian pensó automáticamente en su mamá, quien sufrió de la misma enfermedad, Christian declaró: “Pude sentir su dolor”, pero esta no fue la única situación en la que sintió empatía.

Empezó a sentir vergüenza de vender música tan racista, ya no encontraba la forma de justificar sus prejuicios, ya que conoció a los desconocidos a los que odió, cerró su tienda pero ya era tarde, puesto que su esposa se fue con su hijo porque las ideas de la supremacía no encajaban con el perfil de su familia y de nuevo se sintió solo.

Llegó la depresión de nuevo, hubo muy pocos que lo voltearon a ver con preocupación “tienes que hacer algo porque no quiero verte morir”

Una amiga le sugirió buscar un trabajo, logró superar todas las barreras mentales y entró a IBM. Como parte de su nuevo trabajo tuvo que ir al colegio del que fue expulsado en dos ocasiones a instalar equipos de cómputo. Se sentía nervioso, pues su experiencia ahí no había sido nada buena, y cuando vio al guardia de seguridad con el que había tenido una pelea física no supo qué decir, lo único que salió de su boca fue “Lo siento” y es en este momento en el que vivió y sintió algo nuevo, algo inesperado e indescriptible, en el que todos los prejuicios anularon todas las justificaciones y en el que conoció el otro lado del ser humano: el perdón. Prometió a partir de ese día contar su historia y ha cumplido su palabra, ya lleva más de 18 años haciéndolo.

Ha logrado que más gente que pensaba como él cambie. Pues él dice que “el odio nace de la ignorancia, el miedo es su padre y el aislamiento su madre.”

Él ha sido el motor para que más de 100 personas se salgan de este tipo de movimientos extremistas y descubrió que la clave está en mostrar empatía y compasión pues es lo que a ellos les falta, no se trata de ideología se trata de pertenecer, él les demostró que valen para la sociedad y eso les hizo cambiar.

El común denominador de las pláticas sobre este tema es que  el odio se basa en la ignorancia. Hay que vencer el miedo de lo desconocido, darle una oportunidad y conocer, no juzgar y actuar.

Christian nos mostró que nunca es tarde para cambiar, su cambio no sólo lo beneficio a él fue un paso más para la sociedad.

 

 

 

 

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