Enlace Judío México.- La primera vez que conocí a Inge Ginsberg, la mujer de 96 años que ahora se ha vuelto alguien casi icónico para el death metal, fue una tarde soleada de agosto en su hogar, en el estado de Nueva York. Esperaba que el sitio estuviera lleno de parafernalia de Metallica o algo parecido, pero no. Fue más bien como si visitara a mi abuela para tomar té juntas.

LEAH GALANT

Su historia me parece destacable. Creció en la Austria pre Segunda Guerra Mundial, huyó del Holocausto y terminó en un campo de refugiados en Suiza. Después de la guerra, ella y su esposo, Otto Kollman, se mudaron a Hollywood para construir nuevas vidas y ahí compusieron canciones para algunos de los artistas más destacados de esa generación, como Nat King Cole, Doris Day y Dean Martin.

A los 93 encontró una solución: el death metal, en el que puedes gritar las letras en vez de entonarlas afinadamente. Le ofreció una oportunidad para reinventarse a una edad en la que escasean esas posibilidades. Así que, más allá del espectáculo de sus actuaciones, la historia de Ginsberg en realidad es la de una mujer que busca nuevas maneras de ser escuchada.

Las historias como la suya me parecen sumamente importantes. Mis abuelos judíos huyeron de la Europa nazi, pero murieron antes de que yo pudiera apreciar sus historias sobre lo que vivieron. Y los beneficios de las relaciones multigeneraciones son para ambas partes. Tal como yo aprendí mucho sobre esta abuela metalera, sé que a Ginsberg le infundió una nueva energía la presencia del equipo de grabación.

Las mujeres como ella tienen mucho que enseñarnos y nos piden la atención para hacerlo. Nos corresponde escuchar.

 

 

Fuente:nytimes.com