Enlace Judío México / rab. Dovid Rosenfeld – “Rabí Simón dijo: Existen tres coronas; la corona de la Torá, la corona del sacerdocio y la corona del reinado. La corona de un buen nombre es superior a todas ellas.”

Nuestra mishná trabaja con dos temas distintos: ¿En qué consiste el concepto de una corona?, ¿cuál es su metáfora?, ¿cómo distinguimos a un verdadero rey, sacerdote o erudito de un estafador? Y ¿cómo funciona la corona de un buen nombre? Parece estar separada y ser superior a las demás coronas.

Me gustaría abordar ambos temas basándome en la corona de la Torá; ya que como el Talmud señala es la única corona disponible para todos aquellos que desean dedicarse a ella. “La corona del sacerdocio Aarón mereció poseerla. La corona del reinado, David mereció tenerla. Sin embargo, la corona de la Torá sigue en su lugar. Todo el que quiera tomarla, que venga y la tome” (Yoma 72b).

En Mishne Torá, uno de los libros más importantes de filosofía y leyes judías, Maimonides escribe que: “Quien quiera cumplir esta mitzvá correctamente y ser coronado con la corona de la Torá no debe interrumpir su mente con otros asuntos. No debe imaginar que adquirirá la Torá junto con el honor y la riqueza” (Ley 6). “Uno debe limitar sus actividades mundanas y estudiar Torá” (Ley 8). “Las palabras de Torá no permanecen en quien es laxo con ellas. Tampoco perduran en aquellos que estudian mientras se deleitan en mimarse y consumir bebidas y comida. Perviven sólo en aquellos que mueren por ellas, que constantemente se vuelca completamente a ellas, en alguien que no da descanso a sus ojos ni tregua a sus pestañas” (Ley 12). “Aquel que desea la corona de la Torá debe ser cuidadoso con todas sus noches; no debe desperdiciar una sola de ellas en el sueño, la comida, la bebida, la plática vana, y actividades similares, en vez de ello debe estudiar Torá y palabras de sabiduría” (Ley 13).

Si una persona estudia en la manera que describe Maimónides, gana la corona de la Torá. ¿Cuál es la particularidad de esta persona? Ha dedicado toda su persona a la Torá, en cuerpo y alma. No es simplemente una materia que estudia, aunque la estudie bien. Es el objetivo de su vida. Deja en segundo plano los intereses o actividades en su búsqueda por la Torá y D-os.

Dicha devoción no se nos exige a todos. Cada judío tiene la obligación de estudiar Torá aunque sea un poco cada día. Pero puede tener otros intereses, puede perseguir una carrera, tener vacaciones y vivir una vida “normal”. Así es como vivimos la mayoría de nosotros y es perfectamente aceptable en el ámbito del pensamiento judío. Alguien que actúa de esa manera sirve propiamente a D-os e incluso admirablemente. También cumple con la mitzvá de estudiar Torá. Sin embargo, no adquiere el mérito de la corona.

¿Qué es una corona? Es un objeto que no tiene ningún sentido utilitario. No “hace” nada, aun así, reyes y reinas la han usado universalmente, mientras que el vulgo jamás lo hace. La corona representa que su portador se identifica completamente con su misión. Un rey no solamente gobierna. Se identifica con el estado y se vuelve uno con él. Está tan unido a su nación que se vuelve su vida y única identidad. Él “es” el estado, por ende, su ser esencial – su cabeza – es coronada con el símbolo de su llamado.

Así también es con el discípulo de la Torá. Aquel cuyo único sentido de existencia es estudiar la Torá, entenderla y diseminarla por el mundo, aquel que vive de esta forma porta la corona de la Torá. No es una actividad que hace; es el sentido de su vida. Y asumir esta misión y si distracción alguna se dedica a ello, se convierte en la personificación de la Torá y todo lo que representa.

Si extendemos la metáfora de la corona un poco más, el verdadero discípulo de la Torá no puede faltar ni una noche a su misión. Si a una corona le falta una sola joya, dejaría de ser una corona. La belleza de la Torá no se encuentra en su utilidad, sino en su perfección. Debe ser plena e intacta, como la dedicación del discípulo de la Torá. No puede flaquear, no puede fallar una noche, su corona no sería completa. Una silla un poco tambaleante sigue siendo funcional; pero una corona apostillada es peor que inservible.

Nuestra Mishna concluye que la corona de un buen nombre es superior a las demás, o con mayor precisión “corona a las demás”. Los comentaristas nos dicen, no puede ser una corona separada, sino una que involucra a las otras tres. En otras palabras, las otras coronas son útiles si llevan con ellas un buen nombre. Sin embargo, ¿qué es exactamente un “buen nombre”?

La respuesta es que si me identifico plenamente con mi misión, debo tener un buen nombre también. Identificarse “demasiado” fuerte con una causa puede ser peligroso. Puede fácilmente convertirse en una obsesión, un fanatismo que me perjudique a mí y a los que me rodean. El propósito final de dedicarse a la Torá es amar a D-os y a la humanidad; la devoción del estudio de Torá, puede fácilmente tomar vida por sí misma y hacer que nos olvidemos de qué se trata todo.

Así que la Torá debe reflejarse positivamente en su portador. El verdadero discípulo de la Torá no debe únicamente estudiar diligentemente; debe también transformarse en un ser amado y admirado por los demás también. Poniéndolo en otras palabras, no sólo debe reflejar la sabiduría de la Torá; también debe reflejar su belleza.

Fuente: torah.org