Su interpretación del ´Réquiem´ de Giuseppe Verdi dejó sin palabras a los funcionarios nazis.

BRYONY CLARK
En el verano de 1944 una delegación de funcionarios nazis, incluido Adolf Eichmann, recibieron a representantes de la Cruz Roja Internacional en el campo de concentración Terezin. La visita había sido planificada meticulosamente: se plantaron jardines, se renovaron barracas, se despejaron las calles.

Miles de prisioneros fueron deportados hacia el Este para reducir la superpoblación. La visita escenificada elaboradamente, llevada a cabo el 23 de junio, culminó con una actuación por parte del coro de prisioneros de Terezin.

El director Rafael Schachter eligió interpretar el “Réquiem” de Giuseppe Verdi.

“Cuando la música se detuvo, los nazis estaban sentados allí en silencio,” recuerda Zdenka Fantlova, 96, una sobreviviente de Terezin.Entonces Eichmann murmuró, ‘Interesante, muy interesante.’” Luego su señal de aplauso nerviosa surgió de a poco a través de la sala.

La Sra. Fantlova agrega: “Los nazis pensaban, ¿por qué los judíos interpretarían una oración cristiana para los muertos? Pero Schächter tenía sus razones.”

La obra maestra de cerca de 90 minutos de Verdi presenta una evocación temible del fuego y la furia, promesas de castigo póstumo, y duras advertencias de la ira de Di-s. Mientras otras puestas del texto en latín omiten las secuencias inquietantes y hacen hincapié sólo en el descanso eterno y serenidad, Verdi acentúa los temas del juicio, la justicia y la venganza. El himno apocalíptico “Dies Irae” es repetido durante la misma.

“Por lo tanto, cuando el Juez tome su asiento, lo que sea que esté oculto será revelado: Nada permanecerá sin ser vengado.” “Rafael dijo que cantaríamos a los nazis lo que no podíamos decirles,” dice Marianka May, 95 años, una sobreviviente de Terezin que cantó en el coro de Schächter. “Las palabras en latín les recuerdan que hay un juez, y un día ellos responderán ante ese juez.”

Terezin fue un gueto y campo de tránsito en la Checoslovaquia ocupada por los alemanes. El generalmente albergaba alrededor de 60,000 prisioneros, la mayoría de quienes a su tiempo serían deportados a campos de exterminio tales como Treblinka y Auschwitz. Terezin se volvió un centro para la élite intelectual judía—titanes en política, música y mundo académico. Una escena cultural vibrante prosperó en medio de la desesperación, con conferencias, conciertos y obras interpretadas dentro de las barracas.

En la primavera de 1943, Schächter, un director checo que dirigía el coro del campo, decidió enseñar a sus cantantes el “Réquiem” de Verdi.” La Sra. May dice, “En un ensayo, Schächter hizo un anuncio. Dijo: ‘Tengo un sueño de montar alguna música muy especial de Verdi, que nunca ha sido cantada en un lugar tal como éste antes.”

No fue tarea fácil, y el coro enfrentó muchos desafíos. Un transporte a Auschwitz en septiembre de 1943 eliminó a casi todos los 150 miembros. Schächter tuvo que empezar desde el principio con nuevos cantantes.

La música fue aprendida de memoria de una única hoja de apuntes, ingresada de contrabando por Schächter. Ellos sólo tenían un piano para el acompañamiento. Después de largos días de trabajos forzados, atacados con el agotamiento y la desnutrición, los cantantes tenían que lidiar con una de las composiciones más demandantes de Verdi.

Murry Sidlin, un profesor de dirección en la Universidad Católica de Estados Unidos, dice que él estaba incrédulo cuando descubrió lo que había hecho Schächter. “He dirigido el ‘Requiem’ por todo el mundo. Hay pasajes que son traicioneramente difíciles. Es un logro suficiente incluso en condiciones óptimas—donde los cantantes son experimentados, están bien descansados y saludables. El ‘Requiem’ demanda toda tu concentración y energía. Llegar a los ensayos después de una taza de papilla y un día de trabajo esclavo—no sé como ellos lo hicieron”.

La respuesta de la Sra. May: “Estar en el coro nos dio la capacidad maravillosa de pensar en el siguiente ensayo, la siguiente actuación—nos recordaba que vinimos de un mundo normal. Era salvador del alma. Yo sobreviví a la guerra y aún tengo un alma”.

Ellos hicieron 16 actuaciones entre septiembre de 1943 y junio de 1944. El 17 de octubre de 1944, un transporte se llevó a casi todo el coro, y a su director, a Auschwitz. La Sra. Fantlova se encontraba enfrente de Schächter en el camino al campo. “Había unos 130 de nosotros encerrados en el mismo camión” dice ella. “Las puertas fueron atornilladas, no había aire. El viaje llevó tres días, y nadie sabía adonde estábamos yendo”.

Ella recuerda a Schächter retirando una lata de sardinas de su media y pidiéndole a ella que la mezclara. “Ésta será mi última cena,” le dijo a ella. “Pensé que él estaba siendo un poco pesimista,” dice la Sra. Fantlova. “Después de todo, no sabíamos lo que iba a ocurrir—podía no ser tan malo.”

Schächter falleció en una marcha de la muerte en la primavera de 1945—sólo un mes antes de la liberación de Checoslovaquia. De los más de 150,000 judíos enviados a Terezin, sólo unos 17,000 sobrevivieron a la guerra.

Para el coro de Terezin, cantar el “Requiem” fue un acto de resistencia moral. Los condenados cantaron en desafío a sus captores y a la suerte que les esperaba. “Nosotros ensayábamos sin suficiente alimento, vestimenta o sueño,” dice la Sra. May “Pero los del coro tenían una razón para permanecer vivos.”

La Sra. Clarke es editora en el Guardian.

Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México