Enlace Judío México.- Leonardo Cohen y un grupo de firmantes que se identifican con la izquierda israelí enviaron una carta haciendo un reclamo razonable hacia mi último artículo. Y digo “razonable” no porque esté de acuerdo con sus puntos de vista, sino porque considero que es parte de la confrontación de ideas que siempre debe existir (y en ese sentido, celebro que Enlace Judío sea un portal donde este ejercicio puede hacerse).

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Hay un punto en el que la queja de Cohen y sus co-firmantes tiene razón: me expresé en un modo demasiado general, si bien creo que es evidente que me refería no a toda la izquierda, sino a sus sectores más radicales (e ingenuos).

Es obvio que no me refería a izquierdistas como Shimon Peres o David Ben Gurión. Estaba pensando más en personajes estilo Gideón Levy o Pedro Goldfarb. Porque es cierto: la izquierda tiene un amplio espectro ideológico, y los hay desde los muy razonables hasta los que verdaderamente resultan un dolor de cabeza para el sentido común (como también sucede en la derecha, por supuesto).

Así que no tengo ninguna objeción para ofrecer una disculpa a quienes se hayan sentido molestos u ofendidos sin realmente merecerlo.

Aunque también debo señalar una serie de preocupaciones.

En mi nota fui muy puntual sobre ciertos temas en donde la conducta de la izquierda israelí (ahora sí generalizo a propósito) ha sido un sinsentido surgido de estar más preocupados por consideraciones abstractas que por lo que sucede en la vida real.

Hay de extremos a extremos. Por ejemplo, una cosa es ver a Tzipi Livni e Isaac Herzog en 2014 insistiendo en que Israel tenía que rendirse a las exigencias de la administración Obama, con tal de no quedar “más aislados” a nivel internacional. Pese a que las exigencias de Obama y Kerry eran, literalmente, la rendición de Israel ante Hamás. En otras palabras: era la izquierda moderada solicitando una absoluta insensatez.

Más grotesco, por donde se le guste ver, fue notar la presencia de gente de Meretz en mítines donde se pidió la destrucción de Israel, o la defensa irracional y absurda de los anteriores jueces de la Suprema Corte –izquierdistas– que se encargaron de hacer todo lo posible para evitar que la congresista Zohabi –en tanto israelí, traidora a su patria– fuera separada de su cargo. Israel es el único país donde la Suprema Corte –en ese momento muy de izquierda– defiende el derecho de una parlamentaria a pararse en la sede del parlamento (la Knesset) y pedir la destrucción de su propio estado.

Esa es mi queja. Contra ese tipo de izquierda, que –lamentablemente, también abarca un amplio espectro–.

Y lo que me preocupa de la carta de Leonardo Cohen y todos sus compañeros firmantes, es que se limitó al “nos ofendiste, pide disculpas”. Está bien. No tengo ningún inconveniente por ofrecer disculpas en un caso como este.

Pero lamento profundamente que no haya habido ningún intento por abordar los verdaderos problemas de fondo referidos en mi texto original.

Me habría encantado escuchar un “nosotros no estamos de acuerdo con los izquierdistas que se han apersonado en eventos donde se pide la destrucción de Israel; reprobamos tajantemente esa conducta…”.

O un “nosotros no nos tragamos el cuento pseudo-histórico de la ocupación militar israelí”.

O algo así como “nosotros no estamos de acuerdo con que Zohabi siga llamando a la destrucción de Israel desde la Knesset”.

O, como alternativa, que me dijeran “vamos a confrontar ideas y te vamos a explicar por qué estamos de acuerdo con todo eso, y estamos en desacuerdo contigo”. O mejor aún: “te vamos a explicar por qué no estamos de acuerdo con todo eso, pero tampoco contigo”.

Es válido. Es la arena del debate, de la contrastación de ideas. Es, incluso, necesario.

Pero la carta se limitó al aspecto sentimental, aderezado con un “yo no sé cuál es la trayectoria de Irving Gatell, pero la mía es…”.

Así. Un rudimentario argumento que anduvo demasiado cerca de la Falacia Ad Hominem.

Yo entiendo que mis puntos de vista puedan resultarle odiosos a muchas personas. No me dedico a esto para ganar admiradores. Lo hago porque creo que hay que decir ciertas cosas, y en coherencia con ello las digo.

Lo hago porque veo que las víctimas más dañadas de toda esta sinrazón son los propios palestinos, y me indigna que no tengan alternativas. Que sus líderes abusen descaradamente de ellos, y que los sectores más radicales de la izquierda israelí (nótese que ahora no generalizo) se vuelvan cómplices de esa desgracia.

Mi idea básica sigue siendo que la solución verdadera al problema –que en objetivos teóricos tendría que traducirse en la fundación de un Estado palestino donde los palestinos puedan vivir en paz y dejen vivir en paz a los demás– sólo puede surgir de aceptar la realidad tal cual es para entonces poder transformarla. Y lo que yo veo en el terreno objetivo, es la absoluta falta de compromiso con la paz por parte del liderazgo palestino. Tanto el de Hamás como el de Al Fatah. Lo que yo veo es cómo el apoyo internacional y el de varios sectores de la izquierda israelí han hecho creer a los palestinos que pueden mantenerse en esa postura absurda e improductiva de exigir, sólo exigir, nunca ceder, siempre amenazar, fomentar la violencia, y seguir soñando con que algún día Israel será destruido.

Yo no puedo estar de acuerdo con eso que me parece una absoluta farsa.

Por supuesto, puedo equivocarme. Puedo estar pasando por alto alguna información o siendo demasiado sesgado en mis puntos de vista.

Pero pregunto: ¿dónde están los izquierdistas que van a aparecer para hacerme reclamos –tal vez igual de rudos o ácidos– pero con ideas, argumentos, información, verdadero debate?

Hubo una época en la que eso era la izquierda: nada de sentimentalismos, sino discusión, puntos de vista contra puntos de vista.

¿Saben? Extraño eso.

Por el momento sólo obtuve en respuesta el reclamo emotivo. Bien, contesto en la misma frecuencia emotiva (porque no me parece un desmerecimiento ni por parte de los firmantes ni por parte mío), y reitero mis disculpas.

Ojalá en otra ocasión reciba un aluvión de ideas. Argumentos. No nada más que me cuentes las glorias del Hashomer Hatzair (que las conozco), sino que nos sentemos a discutir en serio y con la realidad como punto de partida, cuál puede ser la solución viable para un conflicto que no desea ningún judío con un poco de sentido común. Y que urge solucionarlo.

Leonardo Cohen ya sabe por experiencia propia que soy creyente y amante del debate. Y aquí estoy para cuando se ofrezca otra vez. Sí, nos vamos a dar de sombrerazos. Pero prefiero eso que quedarme callado o sólo abordar asuntos colaterales.

Saludos cordiales.

 

 

 

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