Enlace Judío México e Israel.- Mientras trabajaba como enfermera entre 1915 y 1917 en un hospital alemán en la Bélgica ocupada durante la Primera Guerra Mundial, McKenna escuchaba conversaciones y hacía preguntas indiscretas.

Por ser mujer no podía servir a mi país como soldado, así que elegí el único camino que me quedaba para hacerlo, escribió Marthe McKenna.

Mientras trabajaba como enfermera entre 1915 y 1917 en un hospital alemán en la Bélgica ocupada durante la Primera Guerra Mundial, McKenna escuchaba conversaciones y hacía preguntas indiscretas.

Luego escribía notas en unos papelitos y los pasaba por la ventana a otros espías o a manos amigas que se perdían en la noche.

Muchas veces, por su dominio de varios idiomas, hizo servicios de traductora e intérprete, y llegó a ser tan indispensable en esas funciones que los alemanes le concedieron la Orden de la Cruz de Hierro.

Todo eso lo cuenta en su libro I Was a Spy! (Yo fui una espía), publicado por primera vez en 1932 y llevado al cine un año más tarde bajo la dirección de Victor Saville con Madeleine Carroll en el papel de McKenna.

Su historia es una de las elegidas por el diario The New York Times para la sección “Overlooked” (Pasadas por Alto), que se presenta así: “Desde 1851, los obituarios de The New York Times han sido dominados por hombres blancos. Con “Overlooked”, estamos incorporando historias de personas sobresalientes cuyas muertes no fueron reportadas por The Times”.

McKenna fue espía durante casi dos años desde principios de 1915. Informaba en mensajes cifrados sobre los movimientos de las tropas alemanas, ayudaba a escapar a prisioneros de los aliados cuando los llevaban al hospital, e incluso una vez se hizo pasar por un soldado herido para enterarse de filtraciones de inteligencia.

“En una hora debía encontrarme con mi coronel, y entonces, ¿qué pasaría después?”, escribió en su libro de memorias. “Pero en algún lugar cerca de allí estaría el Kaiser. !Cuánto odiaba yo a ese hombre a quien nunca había conocido! Ese hombre cuyos vándalos habían invadido mi país. Pero debo mantener la cabeza despejada pase lo que pase. Y rumiando eso me vestí”.

Historiadores han dicho después que muchos de los episodios relatados por McKenna no son verídicos, pero el propio Churchill admitió que aunque no podía dar fe de los acontecimientos descritos, la lectura del libro lo había consumido.

La descubrieron porque al cooperar en la explosión de un polvorín, perdió una pulsera que tenía sus iniciales y los alemanes la encontraron. Sospechaban que era de una mujer vinculada con el sabotaje, publicaron un anuncio invitando a la persona a recogerla y ella cayó en la trampa.

Al revisar su casa hallaron mensajes codificados y la acusaron de espionaje en noviembre de 1916. De no haber sido por sus servicios como enfermera, la habrían ejecutado.

“Uno de los terrores más grandes que tuve mientras trabajé como espía fue que alguna circunstancia imprevista pudiera traicionarme, pues nadie puede vivir una doble vida durante meses sin exponerse a grandes riesgos”, escribió McKenna. “En tiempos de guerra, dos y dos son un cuatro muy claro, y muchos civiles me habían visto en situaciones misteriosas. (…) Por eso, mientras menos supiera de los demás espías, y mientras menos supieran ellos de mí, mejor”.

Su nombre de soltera era Marthe Mathilde Cnockaert, y había nacido en octubre de 1892 en Westrozebeke, Bélgica, en un matrimonio que tuvo cinco hijos. Después de I Was a Spy! publicó más de una decena de libros de espionaje y relatos cortos, pero se cree que fueron escritos por su esposo, el oficial del Ejército británico John McKenna. Entre otros argumentos, dicen que después de la ruptura del matrimonio en 1951 no aparecieron nuevos títulos.

Al terminar la guerra, además de su país, los británicos y los franceses le rindieron honores. Murió en su pueblo natal de Westrozebeke en 1966.

 

 

 

Fuente:infobae.com