Enlace Judío México / Rab. Jonathan Sacks – Hace muchos años construí mi primer suca. Fue casi una completa catástrofe. Sucedió de la siguiente manera.

Mi esposa y yo nos acabábamos de casar y recién nos habíamos mudado a nuestra nueva casa. Una mañana, al dejar la sinagoga, un amigo me dijo “Voy a la maderería del barrio a comprar madera para construir mi sucá. ¿Te gustaría venir conmigo?” Encantado dije que sí. No teníamos carro y llevaba días pensando en cómo le haríamos para comprar y transportar los materiales necesarios para construir nuestro refugio. El ofrecimiento nos cayó del Cielo. Fuimos a su casa para recoger la lista de cosas que él necesitaba.

El contraste entre él y yo no podría haber sido más marcado. Mi amigo – que más adelante se convertiría en uno de los rabinos más grandes del mundo anglófono – estaba extremadamente bien organizado. Había hasta dibujado planos arquitectónicos, para su morada temporal. Iba a ser una estructura independiente con ventanas y una puerta e iba a requerir amplia habilidad en carpintería. Tenía una lista larga y precisa de los materiales que necesitaba y estaba listo para comenzar.

Yo estaba muy avergonzado. No tenía la menor idea de cómo construir nada, mucho menos una sucá. En la escuela siempre había sido el peor en el taller de carpintería y en cuanto a labores prácticos, cambiar el foco era el límite de mi habilidad. Humildemente lo seguí hasta su carro esperando que en algún momento la inspiración llegará.

En la maderería sacó su lista de materiales y terminó con un bulto bastante sorprendente de vigas, tablas, bisagras y tornillos. Yo me decidí por una lista improvisada de unas cuantas hojas de madera, algunos soportes y una bolsa de clavos. Cada quien llegó a su casa y empezó a martillar.

Antes de que la festividad empezará visitamos el resultado que obtuvo cada quien. El suyo era una obra de arte, era una casa de verano en la que cualquiera podría enfrentar el desierto con ecuanimidad. La nuestra era, cuanto más, modesta. Había juntado los tablones a los soportes de madera para formar tres paredes cuadradas, las había asegurado con clavos y finalmente las recargué sobre la pared trasera de mi casa. Se veía como una caja grande. Tenía un hoyo como puerta.

La festividad llegó finalmente y por mala fortuna hubo una tormenta durante la segunda noche. El viento sopló y resopló a diestra y siniestra. Al día siguiente vi a mi amigo descorazonado en la sinagoga. Su sucá había sido derrumbada. ¿Qué le pasó a la tuya? Preguntó.

“Todavía se sostiene” le dije. No podía creerlo. Su tabernáculo refinado había sido arrasado, cuando mi refugio improvisado había sobrevivido.

“Tengo que ver eso” me dijo. “No puedo entender como es que cualquier sucá pueda estar de pie con la tormenta que hubo ayer.” Así que fuimos juntos a mi casa para desentrañar el misterio. Pronto encontramos la respuesta.

A diferencia de la suya, mi sucá no era una estructura independiente. La cuarta pared de la misma descansaba sobre mi casa deteniendo a las otras tres. Para evitar que se cayera había unido una esquina de la pared a mi casa con un único clavo. Y fue ese clavo la que la mantuvo firme durante el ventarrón.

Mi amigo se rió y dijo: “Ahora entiendo el significado de Sucot. Puedes planear y construir el edificio más sofisticado que puedas pensar, pero si no está unido a algo estable, un día el viento llegará y se lo llevará. En cambio, puedes improvisar un refugio que se ve frágil y probablemente lo sea, pero si está unido aunque sea en un sólo punto a algo inamovible se sostendrá incluso en la peor de las tormentas.”

“Ese clavo en la esquina”, me dijo, mirándolo con una sonrisa que jamás olvidaré “es la fe.”

Fuente: Rabbi Sacks Online