Enlace Judío México e Israel.- No era necesario que Hannah Arendt realmente observara y escuchara a Eichmann en el juicio porque hacerlo habría socavado su tesis.

ALAN DERSHOWITZ

Una de las líneas más notorias – y mentiras – que surgieron del juicio de Adolph Eichmann por su importante papel en el Holocausto, fue lo que Hannah Arendt llamó la “banalidad del mal“.

Arendt fue asignada para informar sobre el juicio de Eichmann en 1961 en Jerusalén pero, según sus contemporáneos, ella rara vez asistió al juicio. Llegó a Jerusalén después de haberse decidido de antemano que Eichmann en particular y otros perpetradores de los males del Holocausto eran funcionarios comunes y banales. Ella informó sobre el juicio con una agenda.

No era necesario que realmente observara y escuchara a Eichmann porque hacerlo socavaría su tesis. Entonces, en cambio, ella escribió un enunciado mentiroso en el que construyó una caricatura de uno de los perpetradores más significativos del Holocausto.

Utilizo deliberadamente la palabra mentiroso porque Arendt lo sabía mejor.

Uno de los principales partidarios de Hitler fue el profesor Martin Heidegger, quizás el filósofo más influyente de su tiempo. Arendt era su alumno y amante. Y después de la guerra ella trató desesperadamente de rehabilitarlo. Él era todo menos banal.

Tampoco lo fueron Göring, Goebbels, Himmler, Hitler y los numerosos médicos y abogados que fueron enjuiciados en Nuremberg. Tampoco fueron los estudiantes universitarios quienes comenzaron quemando libros judíos que terminaron quemando niños judíos. Los perpetradores del Holocausto -desde los que lo organizaron en Berlín hasta los que lo llevaron a cabo en los campos de la muerte y de exterminio- incluyeron a algunos de los hombres y mujeres más brillantes de Alemania. Muchos abandonaron la universidad para participar en la “solución final” y regresaron a trabajos de gran prestigio en la Alemania de la posguerra.

Adolph Eichmann, que no era nada banal, como revela una transcripción del juicio. En la película Operation Finale Eichmann es interpretada por Ben Kingsley. Aunque la película participa de las libertades de Hollywood, un romance entre un doctor bello que en realidad era un hombre y el héroe israelí de la película, la representación ficticia de Kingsley de Eichmann es mucho más realista que el relato de Arendt, que presuntamente no es de ficción.

EL DIFUNTO Prof. Telford Taylor, que fue mi maestro, mentor, colega y amigo, había sido el fiscal principal del Segundo Juicio de Nuremberg. También me invitaron a informar sobre el juicio y me invitó como su asistente y traductor, pero acababa de ser elegido editor y jefe del Yale Law Journal y no podía aceptar su oferta, una decisión de la que me he arrepentido durante mucho tiempo.

Cuando Taylor regresó, me dio su versión del juicio, que variaba enormemente de la de Hannah Arnedt. Donde ella vio banalidad, él vio cálculo, manipulación y astucia. Estas características vienen mucho más claramente en la película que en el relato profundamente defectuoso de Hannah Arendt. En la película vemos a un juez de carácter muy manipulador y perspicaz que busca utilizar sus percepciones psicológicas para su beneficio.

Tampoco fue el libro de Arendt, Eichmann en Jerusalén: Un informe sobre la banalidad del mal, el único esfuerzo de los alemanes para atribuir la banalidad y la ignorancia a los perpetradores del Holocausto. En el galardonado libro The Reader de Bernhard Schlink, que se convirtió en una película aclamada por la crítica protagonizada por Kate Winslet, una mujer que participó activamente en el asesinato masivo de judíos se muestra avergonzada por su analfabetismo. Los lectores y los espectadores salen creyendo que ella podría haber sido más típica de las manos en los perpetradores que las SS y los Einsatzgruppen.

Deliberadamente distorsionar la historia del Holocausto, ya sea por negación, minimización, comparaciones injustas o caracterizaciones falsas de los perpetradores, es un pecado moral y literario. Arendt es una pecadora que colocó su agenda ideológica por encima de la verdad. Sin duda, también hay mentiras en Operación Finale, pero son diferentes en tipo más que en grado. Algunas de las escenas del drama y persecución son inventadas, pero qué más se puede esperar de Hollywood.

Lo importante es que Eichmann se presenta en su complejidad multifacética, en la forma en que Shakespeare presentó a Iago, Lady Macbeth y muchos de sus otros villanos malvados, no tan banales pero brillantemente malvados.

Es esencial para la memoria de las víctimas de la Shoá, así como para los esfuerzos futuros prevenir las recurrencias del genocidio, que no simplifiquemos con simplificaciones ideológicas e históricamente falsas como “la banalidad del mal“. Esa frase mendaz y peligrosa se debe extraer del vocabulario histórico del Holocausto y del juicio de Eichmann, no sea que en el futuro miremos la banalidad y perdamos el brillo de quienes repetirían los crímenes de Eichmann.

Fuente: The Jerusalem Post – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico