Enlace Judío México – A lo largo de toda la semana de Sucot se llevaban ofrendas especiales al Altar del Templo. Nuestros Sabios nos enseñaron que los 70 toros sacrificiales de Sucot eran entregados en beneficio de las 70 naciones que conformaban el mundo de ese entonces. En Sheminí Atzeret, la festividad que aparenta ser el octavo día de Sucot, un sólo toro era sacrificado. Esta festividad es considerada como un regalo especial de D-os al pueblo judío. Era la última oportunidad que el pueblo tenía para festejar con D-os antes de la separación tan larga que existe entre las Grandes Fiestas y Pesaj. El maggid de Dubno explica esta ocasión con una parábola. Pregunta ¿por qué sólo una ofrenda era dedicada al pueblo judío?

La historia cuenta así: En una ocasión, un hombre rico realizó un viaje largo. Mientras viajaba compró muchos regalos para el regreso a casa con su familia. Al llegar, bañó con presentes a los hijos de su esposa (sus hijastros), mientras que a sus propios hijos les dio tan solo unos cuantos. Hizo aquello basándose en la siguiente lógica. Mis hijastros se alegraran únicamente de los regalos. Sin embargo, mis hijos se alegrarán porque he regresado. Aunque quiero que tengan regalos, no quiero que la dicha de recibirlos opaque la dicha de mi regreso. Por ello sólo les daré pocos presentes.

Para darle alegría a las naciones del mundo, D-os sintió que era necesario ordenarles la ofrenda de numerosos sacrificios. Y puesto que son los sacrificios únicamente lo que les traerá la dicha D-os les dio 70 sacrificios. Sin embargo, el pueblo judío siente gran dicha al saber que tiene la compañía de D-os. En Sheminí Atzeret, D-os quiere regocijarse con nosotros una última vez, todo lo que necesitamos es un último sacrificio para complementar la dicha que ya sentimos.

Esta dicha se extiende a Simjat Torá, el día que le sigue a Sheminí Atzeret en la Diáspora. Reb Naftoli de Ropshitz en una ocasión relató la historia de un hombre que le enseñó una increíble lección sobre la alegría. En Simjat Torá un año, vio a un hombre que disfrutaba profundamente la celebración del día. Su boca no podía parar de cantar y sus piernas no paraban de bailar. Estaba tan inmerso en la celebración del haber completado la Torá que a Reb Naftoli le pareció inusual que este individuo fuera un simple portero que sabía muy poco de la Torá y su estudio. Reb. Naftoli lo llamó aparte y le preguntó cómo podía estar festejando con tanto fervor. ¿Tanto había aprendido este año para que su celebración fuera tan entusiasta? La respuesta del portero fue lo que más impresionó a Reb. Naftoli. Éste le dijo: “Rebbe – ¿cómo puedo ver a mi hermano celebrar y no alegrarme?”

¡Qué este Simjat Torá podamos celebrar nuestros logros! Incluso si ese no es el caso, debemos unirnos a la celebración de nuestros hermanos y esperar que el siguiente año la dicha sea personal también.

Fuente: Orthodox Union