Enlace Judío México e Israel.- La cinematografía polaca puede verse como el ascenso de una serie de cineastas polémicos, críticos y revolucionarios como son: Wajda, Zanussi, Skolimowski, Kawalerowicz y W.J. Has, entre muchos. Por supuesto, incluido Pawel Pawlikowski cuya película Ida (2013), impactó a tirios y troyanos.

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Los que tuvimos el privilegio de ver ese estrujante filme en los tonos más sombríos del color sepia al recuperar un periodo histórico de su nación. Ahora en Cold War (Polonia, 2018, 90m), Pawlikowski regresa una vez más al pasado. Específicamente son los años cuarenta y parte de los sesenta, pero la manera genial de enfocar dicho pasado se hace a través de la música. O sea, este director, introduce el elemento artístico eminentemente subjetivo y lo subvierte en una crítica demoledora en su cinta. Ver esos coros que cantan al unísono vestidos con ropa típica de esa nación y encima de sus cabezas un póster gigantesco con el rostro de Stalin. Y, del mismo modo, hay una historia de amor imposible que corre paralela a esos conciertos y coros entre un profesor de música (Tomasz Kot) y su alumna (Joanna Kulig). Una nueva gran película de Pawel Pawlikowski.

 

Para buscar una historia cualquier fuente es válida. Y el caso más famoso es el del gran Jorge Luis Borges, con Emma Zunz, uno de sus cuentos más populares, que surgió de una noticia del periódico. Entonces, no es de extrañar que Hong Sangsoo elija para su filme Grass (Corea del Sur, 2018, 66m) a una protagonista (Kim Min-hee) escritora que va a un café con su laptop para escuchar las conversaciones, que en ocasiones derivan en pleitos de los clientes asiduos. Y como sabemos, a veces, la vida de los otros es más interesante que la propia. Con este material Sangsoo crea una comedia simpática y entretenida.

La esencia de lo mágico se acentuó en las películas de Alice Rohrwacher desde Corpo Celeste (2011), The Wonders (2014) y en su más reciente Happy as Lazzaro (Italia, 2018, 128m). Posiblemente esto se deba a que el punto de convergencia se marca en la pureza y la bondad de sus personajes que forman parte de la clase trabajadora de los pueblitos más remotos de Italia. Lazzaro (Adriano Tardiolo), el protagonista de esta cinta, es el emblema de un ser humano puro y generoso. Lo son también los peones que trabajan con él para la aristocrática y déspota patrona. En esta cinta sucederán muchas cosas y entre éstas hay que resaltar la amistad que nace entre Lazzaro y Tancredo, el hijo de la dueña, que se solidifica con una unión que ambos tienen con un lobo. Toda la película cobra un aire de fábula. La felicidad de Lazzaro es un filme espléndido.

 

Continuará…

 

 

 

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