Enlace Judío México e Israel.-Mientras iban pasando las primeras secuencias de la película Ray & Liz (Reino Unido, 2018, 107m) de Richard Billingham, la cronista pensó que ésta iba a ser la cinta más aburrida del festival, pues todo el tiempo estábamos en una habitación viendo a un alcohólico dormir mientras la cámara enfocaba su rostro desde ángulos asimétricos.

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Craso error. O en todo caso, está hecho a propósito por Billingham porque quiere que el espectador entre en ese cuarto y se fije en los insectos que están caminando por el bombillo, en la suciedad y en la obesidad de esta familia disfuncional. Y aunque el cinéfilo no quiera, va a meterse con estos seres, verá los brazos gruesos llenos de tatuajes de Liz, sus manos regordetas llenos de anillos que mueven las piezas de enormes rompecabezas, única actividad de ella en este hogar donde reina la indolencia. Raras veces en la pantalla se ha visto una desintegración familiar tan acuciosa y perfecta como la que logró Richard Billingham en esta película que, para muchos espectadores, se volverá inolvidable.

Si la familia se presenta poco favorable en el filme británico, hay que ver lo que Hirozaku Kore-eda ha logrado en Shoplifters (Japón, 2018, 121m). Este director nos muestra otra familia que se mantiene a través del robo. Sí, son ladrones que se pasan el tiempo constantemente comiendo y robando. Sus edades fluctúan desde ancianos hasta chiquillos y, una vez más, el cinéfilo estará obligado a entrar con ellos en otra habitación donde viven todos amontonados. Cabe aclarar que aunque sean ladrones son buenas personas y acogen a cualquiera que esté necesitado. La adquisición más reciente es la de una chiquilla que huyó de su hogar porque estaba siendo abusada. La niña encuentra entre ellos alegría, cariño, calor humano y sí, también aprende a robar.

 

Posteriormente, cuando la madre la recupere y le diga: “perdóname, hijita, perdóname. Te voy a comprar muchos vestiditos lindos”, la niña se le queda mirando con una decepción, pues esta madre sigue sin comprender que lo que su hija quiere es su amor, su tiempo y su afecto. El filme está estructurado de manera lineal, carente de una fotografía rebuscada. En verdad, lo que cuenta en cualquier familia no es sólo la sangre, sino el amor que los padres le dan a los hijos y a su vez los hijos a sus padres. Y en estos tiempos modernos, en que la mayoría de las familias son tan disfuncionales, el mensaje ético de Kore-eda habrá tenido tal resonancia que Shoplifters obtuvo La Palma de Oro como la mejor película de este año en Cannes.

La esperanza renace cada vez que este gran cineasta iraní Jafar Panahi, puede ofrecernos un nuevo filme. 3 Faces (Irán, 2018, 100m) lo confirma a pesar de que el gobierno de su país no le ha permitido ejercer su oficio. Recordemos la ingeniosa estrategia que él usa en This Is Not A Film (2011) cuando está en arresto domiciliario y es otro director amigo suyo el que lo filma. En 3 Faces, tendremos el privilegio de ver a Panahi como un actor más.

Continuará…

 

 

 

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