Enlace Judío México e Israel – Benjamín Netanyahu, Mahmoud Abbas y Yahya Sinwar son incapaces de acordar un alto al fuego a largo plazo. Todos harán todo lo posible por evitar la guerra en Gaza, pero no intentarán ponerle fin al sufrimiento.

ANSHEL PFEFFER

Nada parece estar funcionando en Gaza. Los enfrentamientos semanales en la frontera son ahora diarios, los globos incendiarios continúan flotando hacia Israel, la situación económica y humanitaria de Gaza sigue deteriorándose e incluso pequeños fragmentos de luz, como el suministro de combustible, financiado por el régimen de Qatar, fue suspendido por Israel en respuesta a los intentos de romper la valla fronteriza.

El martes, el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, advirtió que Israel lanzaría un golpe militar “incluso a costa de una confrontación a gran escala”, y que “un fuerte golpe contra Hamás es la única forma de detener los ataques palestinos contra Israel”. Pero esas son declaraciones vacías, ya que en el terreno no hay preparativos para tal ofensiva.

Los tres hombres que tienen la situación de Gaza en sus manos, Benjamín Netanyahu, Mahmoud Abbas y Yahya Sinwar, son incapaces de acordar un alto el fuego a largo plazo, que incluya un alivio del bloqueo israelí-egipcio sobre la Franja. Sin embargo, ninguno quiere una escalada. A su manera, cada uno se asegura de no alcanzar el punto de ruptura.

Sinwar, la primera persona que ha combinado el ala militar y política de Hamás en Gaza, se embarcó recientemente en una ofensiva diplomática durante una entrevista para un periódico israelí (más tarde su gente intentó negar que sabía que sus palabras llegarían al diario Yedioth Ahronoth).

“Una nueva guerra no interesa a nadie, definitivamente no a nosotros ¿Quién realmente quiere enfrentarse a una potencia nuclear con cuatro hondas? La guerra no logra nada”, dijo. Nadie se hace ilusiones de que Sinwar es un sionista vuelto a nacer. Pero los oficiales israelíes que lo han seguido de cerca durante años no se sorprendieron.

Sinwar no está aferrado a las políticas de sus colegas que lideraron a Hamás en Gaza mientras cumplía cuatro cadenas perpetuas por asesinar a palestinos acusados de “colaborar” con Israel. Él calcula que no se ha conseguido nada en las rondas de conflicto armado desde el sangriento golpe de Estado en Gaza de 2006. Y mientras Israel continúa destruyendo los túneles de ataque de Hamás bajo la frontera, no derrama lágrimas. Sinwar no era uno de los líderes cuando se tomó la decisión de utilizar valiosos recursos y cientos de vidas de excavadores.

Su ambición no es sólo ser un líder de la guerrilla, sino también un estadista. Esa es la razón por la cual trata seriamente de buscar la reconciliación con Fatah y ahora se toma en serio la posibilidad de alcanzar un acuerdo con Israel. No ha repudiado la violencia. Para mantener la tensión, sigue enviando a miles de manifestantes a la valla fronteriza, sin importar cuántos mueran o resulten heridos. Pero sabe que ahora puede ganar más a través de un acuerdo que aumentando la violencia y lanzando cohetes contra Israel.

Existe un profundo desacuerdo dentro de la comunidad de inteligencia israelí, incluso entre aquellos que se reunieron con Sinwar durante sus 22 años de prisión, en cuanto a si es capaz de controlar a sus propios militantes, y a los miembros de Hamás, para alcanzar metas más amplias. ¿Es realmente capaz de alcanzar un alto al fuego a largo plazo con Israel? ¿O simplemente está jugando para ganar tiempo antes del próximo enfrentamiento?

Nadie se hace ilusiones acerca de Sinwar. Es un pragmático muy despiadado, pero hay una creciente evaluación de que se ve a sí mismo no sólo como comandante de Hamás y gobernante de Gaza, sino que cree que puede rivalizar el dominio histórico de Fatah sobre el movimiento nacionalista palestino. Está planeando salir de la larga lucha de sucesión que está a punto de envolver a la política palestina como el ganador final.

El hombre que Sinwar espera suceder, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, está en su punto más débil. El envejecido líder palestino cortó el diálogo con EE.UU. luego de que la administración de Trump decidió trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén, cortar el financiamiento a la UNWA y otros programas de ayuda para los palestinos, y cerrar las oficinas de la OLP en Washington. Mientras tanto, está siendo marginado por los regímenes árabes, incluyendo Egipto, Arabia Saudita y Qatar, de sus negociaciones con Israel e incluso Hamás. Pero aún conserva dos activos: la Autoridad Palestina y su aparato de seguridad.

Nadie más quiere asumir la responsabilidad de los tres millones de palestinos que viven en Cisjordania y, a través de este poder, la Autoridad Palestina de Abbas, por más débil que sea, seguirá ejerciendo influencia como co-garante de la seguridad y conducto de la mayor parte de los fondos a Gaza junto con Israel. Abbas no puede poner fin a la coordinación de seguridad con Israel – sin ella, pierde lo que queda de su influencia política y se arriesga a que Hamás recupere su posición en Cisjordania.

Mediante el recorte de presupuesto a Gaza, los intentos de impedir un acuerdo que lo ignore y la coordinación de seguridad con Israel, Abbas pretende seguir siendo relevante sin permitir que la situación salga de control y, por lo tanto, pierda su propio dominio de la Autoridad Palestina.

Las sanciones contra Gaza son profundamente impopulares entre el público palestino, y no sólo entre los partidarios de Hamás, pero Abbas se sale con la suya. Es poco probable que alguna vez haya tenido que postularse para la reelección. Gracias a la coordinación de seguridad con Israel, su control sobre las áreas palestinas en Cisjordania es indiscutible y puede prolongar el sufrimiento en Gaza sin que llegue al punto de ebullición.

El tercer líder que tiene en sus manos el destino de Gaza es Netanyahu. Para él, la situación actual no es favorable. Un acuerdo de alto al fuego a largo plazo con Hamás le costará a la derecha, ya que en su primera etapa no incluirá el retorno a Israel de los civiles retenidos en Gaza y los cuerpos de los soldados israelíes. Además, habrá mucho espacio para que su rival, el presidente del partido Habait Hayehudi, Naftali Bennett lo ataque por volverse blando. Ningún acuerdo implica la continuación de la escalada en la frontera con Gaza o de las acusaciones de que bajo su gobierno, la disuasión de Israel se ha erosionado. Ambos lo dañan políticamente, y Netanyahu está indeciso de qué es peor. Pero la tercera alternativa, una nueva campaña en Gaza, es aún menos aceptable. Pese a todas sus críticas contra el Plan de Desconexión de 2005, no tiene interés en volver a ocupar la Franja de Gaza y sabe muy bien que nada menos puede eliminar el arsenal de Hamás.

Los cálculos de Netanyahu se complican por esta temporada de elecciones. Una ofensiva en Gaza interrumpirá sus planes de presentar a los votantes un Israel floreciente y seguro bajo su liderazgo.

A pesar de su imagen y retórica, Netanyahu es realista cuando se trata de usar el poder militar, y de todos modos no confía en que el Ejército de Defensa de Israel ponga fin a otro conflicto importante en Gaza con resultados que lo beneficiarían. Él no se inclina a lanzar operaciones a gran escala y su cálculo político es que no lo ayudarían en las urnas. Junto con Sinwar y Abbas, hará todo lo posible por evitar la guerra en Gaza, pero no para poner fin al sufrimiento de los civiles allí. Aún no.

Fuente: Haaretz / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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