Enlace Judío México e Israel.- Tanto Israel como Hamás querían calma, simplemente no pudieron ponerse de acuerdo sobre los términos de un cese de las hostilidades, estableciendo en su lugar una serie de entendimientos mínimos.

TOVAH LAZAROFF

El ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, suena fuerte cuando habla de una “operación militar” en Gaza y de tratar a Hamás con “los más duros golpes”.

Sus palabras avivaron la fantasía de que la violencia de Hamás, como los cohetes y dispositivos incendiarios, desaparecerían si solo las Fuerzas de Defensa de Israel desataran toda su potencia militar.

El lanzamiento palestino de dos poderosos cohetes el miércoles por la mañana, uno que golpeó una casa en la ciudad sureña de Beersheba y otro que aterrizó cerca de la costa en el centro del país, casi pareció ser una forma de incitar a Lieberman.

Michael Oren, diputado de Kulanu, ex embajador de Israel en Estados Unidos, notó rápidamente que Hamás estaba explotando la falta de voluntad de Israel para una guerra total, del tipo que lleva a la victoria.

Lieberman ni siquiera ha usado la palabra, ni siquiera ha hecho referencia a un alto el fuego, y mucho menos a la paz.

Su mejor evaluación de un resultado de una operación militar fue de cuatro a cinco años de silencio, ni siquiera una década. La charla de Lieberman sobre los halcones de guerra no ha incluido una estrategia de cómo acabar con la amenaza de Hamás, sino una evaluación del atolladero con respecto a la política de Israel hacia Hamás y la Franja de Gaza en general.

Es un atolladero alimentado por las amenazas existenciales percibidas asociadas a las condiciones más básicas para cualquier forma de alto el fuego. Es por esta razón que las armas de la última guerra quedaron en silencio sin ningún acuerdo formal de alto el fuego.

Tanto Israel como Hamás querían la calma, simplemente no pudieron ponerse de acuerdo sobre los términos de un cese de las hostilidades, estableciéndose en su lugar una serie de entendimientos mínimos.

Las FDI probablemente sean lo suficientemente fuertes como para derrotar a Hamás y, si es necesario, volver a ocupar la Franja de Gaza, que estuvo bajo su control militar desde 1967 hasta 2005.

Pero Israel no está dispuesto a pagar el alto precio diplomático que costaría tal paso, o el precio interno de la pérdida resultante de vida de soldados israelíes.

Tampoco puede arriesgarse a satisfacer la demanda más básica de Hamás, que anule todas sus restricciones fronterizas, incluidos los bloqueos navales y aéreos que se impusieron para detener el libre flujo de armas hacia Gaza.

El bloqueo militar es anterior al gobierno de Hamás sobre Gaza, que comenzó en 2007 cuando éste derrocó a Fatah en un sangriento golpe de estado.

Israel sostiene que este bloqueo es más vital ahora que nunca, para evitar que Irán obtenga el mismo punto de apoyo militar en las fronteras del sur que el que tiene cerca de la frontera norte de Israel.

Hamás, a su vez, no tiene ningún deseo de firmar su propia sentencia de muerte aceptando la demanda de Israel de desmilitarizar la Franja de Gaza. El ala militar del grupo terrorista, con sus cohetes y túneles de infiltración, sigue siendo la única forma militar que tienen los palestinos.

Israel había esperado que las sanciones económicas que ha impuesto en Gaza durante los últimos 11 años ayudaran a su desaparición doméstica. En cambio, esas restricciones, además de las medidas económicas más estrictas del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, han llevado a un levantamiento popular, a nivel violento bajo, liderado por Hamás en las fronteras de Israel durante el último medio año, sin un final a la vista.

Los esfuerzos del jefe de los Servicios Generales de Inteligencia egipcios, Abbas Kamel, para restablecer la calma se han intensificado esta semana.

Se espera que el gabinete de seguridad, que ya se reunió el domingo con respecto a Gaza, se vuelva a reunir el miércoles.

Las opiniones allí se dividen con dureza, entre una respuesta militar limitada, como la que Lieberman defiende, y otra ronda de sanciones y apaciguamientos, como se ha hecho en el pasado.

Lo que es poco probable es que los ministros den luz verde a un plan, cualquier tipo de plan, que llevará a la victoria o la derrota, asegurando así por ahora que el conflicto de Gaza seguirá siendo un Día de la Marmota que se repite sin cesar.

Fuente: The Jerusalem Post / Traducción: Silvia Schnessel / Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío