Enlace Judío México e Israel.- Squirrel Hill es una colonia dentro de la ciudad de Pittsburgh, caracterizada por ser el centro de la vida judía en el oeste de Pensilvania, pero también por su diversidad: debido a su cercanía con las universidades, además de judíos, viven asiáticos, afroamericanos, latinos, y muchas otras etnicidades. La gente es cálida, la convivencia con todos los vecinos siempre es muy cordial. En estos dos años que llevamos viviendo en Pittsburgh, realmente se convirtió en nuestro hogar. Si bien no es un área libre de crimen, ya que a veces hemos recibido reportes de asaltos, robos o “exposiciones indecentes” en los vecindarios aledaños y en el mismo Squirrel Hill, éstos no ocurren con frecuencia, y por lo general a altas horas de la noche. Comparado con la Ciudad de México, vivíamos en completa tranquilidad.

EDUARDO SCHÑADOWER EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Hace dos años, el día 4 de Julio, estábamos paseando por el centro de la ciudad a la media noche, para atestiguar las festividades del día de la independencia. Mientras caminábamos tranquilamente mi esposa, mi hija (en aquel momento a punto de cumplir un año) y yo, unos policías corrieron hacia nosotros y nos gritaron “¡move!, ¡move!, ¡move!”. Nos hicimos a un lado para que pasaran y de inmediato decidimos regresarnos al coche e ir a nuestra casa. Al día siguiente, casi no se mencionaba el suceso en las noticias, excepto un diario local que indicaba que se trató de un tiroteo como resultado de una pelea callejera, y que hubo dos heridos, pero ninguno de gravedad.

Ese había sido el incidente más grave que nos había tocado vivir en esta bella ciudad. Entonces llegó el sábado 27 de octubre de 2018. Como cualquier otro sábado, nos preparábamos para ir a la sinagoga. Mi esposa hace poco decidió apagar su celular en Shabbat. Yo hasta el momento no lo he hecho. Cuando ya estábamos por salir, veo un mensaje de una amiga de Chicago, preguntándonos si estábamos bien, acompañado de una captura de pantalla en la que la policía de Pittsburgh alertaba de un tiroteo activo en la esquina de Wilkins y Shady.

Revisé los mapas, y vi que se encontraba a tres cuadras de la sinagoga que frecuentamos. Pensando que probablemente sería algo parecido a lo que vivimos hace dos años, le dije a mi esposa: “vamos, pero en coche, por cualquier cosa”. Hasta ese momento, no había ubicado que en esa esquina se encuentra la sinagoga “Tree of Life”.

En mi correo electrónico empiezan a llegar mensajes de la universidad donde estudio, Carnegie Mellon, indicando que el tiroteo estaba ocurriendo en una sinagoga, y que estaban dando instrucciones de mantenerse a puerta cerrada dentro del campus hasta nuevo aviso. Empecé a indagar y me di cuenta de la naturaleza de lo que estaba ocurriendo. Decidimos entonces quedarnos en casa.

Estando encerrados en nuestro hogar, a dos kilómetros de distancia del incidente, y habiendo un par de colinas entre nosotros y “Tree of life”, todo parecía pacífico y tranquilo. A pesar de la relativa cercanía, la geografía del área impedía que, dentro de la misma colonia, pero tan sólo un poco más al sur, se percibieran los sonidos de la tragedia que estaba ocurriendo.

Asustados, empezamos a contactar a todos nuestros conocidos, tanto aquí en Pittsburgh como en México, para hacerles saber que estábamos bien, y para confirmar que ellos también estuvieran bien. Parecía impensable que, al mismo tiempo que nosotros escuchábamos pájaros y veíamos conejos y ardillas paseándose afuera de nuestra casa, en un edificio al que se puede llegar en auto en menos de diez minutos, se estuvieran teniendo que resguardar de los disparos.

Una profunda tristeza nos invadió, ya que nunca nos imaginamos que algo así se viviría en nuestro nuevo hogar. Entre toda esa gente tan amable, tan cálida, siempre dispuesta a ayudar, nunca nos imaginamos que podría haber un individuo lleno de odio irracional como el que disparó en contra de los miembros de la comunidad “Tree of Life”.

Conforme pasó el tiempo, nosotros encerrados en casa y viendo las noticias, se supo que habían arrestado al individuo, que había actuado solo y que no había más amenazas. Llegó un mail de mi universidad avisando que ya se podía salir a las calles.

A las cinco de la tarde, salí con mi hija para dirigirnos al sitio donde se había indicado que ocurriría una vigilia en honor a las víctimas, organizada de improvisto. Al dirigirme hacia allá, noté las calles desoladas, aún para un día lluvioso, el número de personas que se atrevía a caminar era mucho menor de lo habitual. Llegamos al sitio acordado, y ahí se veía una multitud interminable de personas, de todos los orígenes, reuniéndose para hacerse compañía ante la tragedia. Donde yo me encontraba no se alcanzaba a ver a los organizadores, y solamente podíamos escuchar a través de las bocinas que se habían instalado. Discursos conmovedores, canciones de paz, y una ceremonia multitudinaria de Havdalah en la que miles cantaron las bendiciones al unísono, y otros miles de vecinos que no las conocían, acompañando y sintiendo el dolor, porque Squirrel Hill, sin importar de dónde vienes o en qué crees, es el hogar de todos, y como se gritó al final de la ceremonia, “A tragedy for one is a tragedy for all” (una tragedia para uno, es una tragedia para todos).

Hoy, domingo 28 de octubre, por la mañana, se publicó la lista con los nombres de las víctimas, y aunque mi esposa y yo no conocíamos a ninguna de ellas, no podemos dejar de pensar en lo mucho que están sufriendo sus familias. A las cinco de la tarde, fuimos, ahora sí los cuatro, a la ceremonia oficial en honor de las víctimas. No logramos entrar al recinto, ya que estaba lleno. Afuera, una multitud enorme cubría toda la plaza. Se entonó el himno de Estados Unidos, con un sentimiento tan profundo, que nosotros, de conocer la letra, no hubiéramos podido evitar unirnos, pero ya que no fue así, nos quedamos escuchando. También se cantó el Hatikva, y hubo múltiples discursos, entre ellos, Jeff Finkelstein (presidente de la Federación judía de Pittsburgh), Naftalli Bennet (ministro Israelí de relaciones con la diáspora), Bill Peduto (alcalde de Pittsburgh) y otros cuyos nombres no logro recordar. Nosotros tuvimos que dejar el lugar durante el discurso de Peduto debido a que nuestros hijos estaban demasiado inquietos.

El ambiente que se respira hoy en día en la comunidad es tenso. Mientras en las sinagogas se ha visto un incremento en la seguridad, múltiples instituciones están ofreciendo asistencia emocional para los afectados. En redes sociales, los padres de familia preguntan si habrá un incremento a la seguridad mañana que se inicien las clases. Incertidumbre y tristeza nos llenan a todos en este momento en Squirrel Hill. Este vecindario tranquilo, inclusivo y amigable ha sido golpeado de la manera más dura imaginable, y ahora ha de comenzar un largo proceso de recuperación. Nuestros corazones están con las familias de las víctimas y esperemos jamás volver a escuchar de una tragedia semejante.

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