Enlace Judío México Israel- En el marco de la Feria Internacional del Libro Judío (FILJU) en el Centro Cultural Bella Época, del Fondo de Cultura Económica, Irving Gatell ofreció la charla Música Ladina, Música Yiddish: lo que cantamos los judíos.

En su ponencia, Gatell disertó ampliamente sobre las razones históricas, sociales, culturales, política y económicos que generaron las diferencias entre la cultura ashkenazí y la cultura sefaradí, y que fueron determinantes para que cada una desarrollara diferentes tipos de música, tanto profana como sinagogal.

Explicó que el Judaísmo Sefaradí se mantuvo estable durante por lo menos 1,300 años, por lo que no llegó a desarrollar la misma convicción de exilio que sí se dio en el Judaísmo Ashkenazí, sujeto permanentemente a todo tipo de expulsiones, persecuciones, marginación e intentos de exterminio. Tras la expulsión de España en 1492 -tragedia comparable en muchos aspectos al Holocausto-, los judíos sefarditas pudieron establecerse otra vez de un modo fijo en los contornos del Imperio Otomano, situación que se mantuvo sin cambios hasta finales del siglo XIX o inicios del XX. Esta relativa estabilidad permitió que la música de este contexto judío desarrollara incluso rasgos aristocráticos. Mientras tanto, la experiencia de las comunidades judías en el norte de Europa y, sobre todo, en el este, provocó el desarrollo de otro tipo de idiosincrasia. La música Klezmer es la expresión definitiva de un pueblo que tuvo que desarrollar un sentido del humor muy ácido para poder enfrentar la crudeza de su realidad, riéndose de sí mismos.

Por ello, se ha dicho siempre que la esencia del Klezmer es reír cuando se toca la música más triste, y llorar cuando se toca la música más alegre.