Enlace Judío México e Israel – El mensaje de Netanyahu la semana pasada en París es que Israel necesita manos firmes al volante. Pero ahora ya no tiene un ministro de Defensa a quien culpar, y es difícil confiar en el ejército para obtener apoyo político.

ALUF BENN

La campaña electoral del primer ministro Benjamín Netanyahu destacará su amplia experiencia, su autoridad en temas de seguridad y sus reservas sobre aventuras diplomáticas y militares. Será una repetición de la exitosa campaña de David Ben-Gurión “Di sí al viejo” en las elecciones de 1959.

Ben-Gurión tenía 72 años, tres años más que Netanyahu cuando se postule para las elecciones de 2019. El mensaje se actualizará y se adaptará a la era de Twitter y la transmisión de las noticias, pero su esencia no cambiará; Israel necesita manos firmes al volante, no revolucionarios inexpertos.

De hecho, Netanyahu lanzó su campaña la semana pasada en París, en la conferencia de prensa en la que rechazó los llamamientos para intensificar el enfrentamiento con Hamás en Gaza. Mencionó el tema en el aniversario del fallecimiento de Ben-Gurión, y el domingo lo reiteró durante su breve discurso en la sede de las FDI en Tel Aviv, en el que se nombró ministro de Defensa, no a Naftali Bennett, quien exigía el puesto.

Netanyahu recibió el apoyo del ex jefe del Estado Mayor de las FDI y actual aspirante político Benny Gantz, quien habló en contra de “explotar nuestra justa guerra defensiva para obtener ganancias personales o políticas”. O traduciendo: “Bibi, espérame; no entregues la cartera de defensa a Bennett. Pronto te rescataré”.

Netanyahu justificó su disposición de dejar ir a Bennett y deshacerse de su alianza con la derecha radical citando riesgos secretos de seguridad que no puede revelar al público, sólo al Foro del Estado Mayor y a los jefes de la comunidad de inteligencia. Confíen en mí, dijo, sin entrar en detalles.

Pero es difícil llevar a cabo una campaña electoral en torno a misteriosos riesgos de seguridad y esperar que los altos mandos militares lo apoyen con sesiones informativas sobre la creciente fuerza iraní en el norte o las tensiones con los rusos en Siria. Es difícil confiar en las Fuerzas de Defensa de Israel para obtener apoyo político; Netanyahu entró en esta situación debido a dos operaciones especiales que terminaron mal: el bombardeo en Siria seguido por el derribo de un avión de reconocimiento ruso y la actividad en Jan Yunis, cuyo fracaso llevó a la última ronda de violencia en el frontera con Gaza.

Netanyahu y el jefe del Estado Mayor, teniente general Gadi Eisenkot, que no siempre trabajaron en conjunto, se unieron y lograron evitar muchas discusiones públicas o demandas para investigar ambos incidentes. Mientras tanto, ambos se deshacen del ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, quien se convirtió en un chivo expiatorio de las fallas militares, como ha sido la costumbre a lo largo de la historia de Israel.

Si Netanyahu continúa avanzando hacia el centro, que también lo ayudaría en el frente legal, preferiría confiar en el plan de paz de su amigo el presidente de Estados Unidos Donald Trump. Cabe suponer que el plan se presentará de acuerdo con el calendario político en Israel, para ayudar a Netanyahu y reforzar el mensaje de que él, y sólo él, puede reclutar a los líderes mundiales a su favor. Vota por mí y obtendrás a Trump por el mismo precio, dirá Netanyahu, en el trasfondo de las encuestas que indican la enorme popularidad del presidente estadounidense en Israel.

Parece que el plan de Trump será una variación de la Iniciativa de Paz Árabe, cubierta de azúcar para que pueda digerirse en Israel. Digamos, aislando los problemas centrales sin mencionar a Jerusalén o el tema de los refugiados. Destacando el reconocimiento del Estado-nación judío; el avance en las negociaciones sobre la desmilitarización, los acuerdos de seguridad y la ayuda económica a los palestinos; la expansión de la dimensión regional del acuerdo, incluida la normalización de Israel con los países del Golfo, algo que ya comenzó con la visita de Netanyahu a Omán. Un plan de este tipo también ayudaría al príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman, socio de Trump y Netanyahu, a salir del enredo en el que se ha metido por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

En lugar de parecer un tirano sediento de sangre, el príncipe Salman se presentará como el heraldo de la independencia palestina. Una respuesta negativa del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, no perjudicará la campaña de Netanyahu; simplemente mostrará que es más moderado y considerado y que está dispuesto a seguir la corriente de Trump.

Pero este esquema también plantea riesgos. Una crisis de seguridad en el norte o el sur pondrá a Netanyahu en primera línea, incapaz de esconderse detrás de un ministro de Defensa que pueda asumir la responsabilidad por el fracaso, y próximamente con un nuevo jefe del Estado Mayor menos experimentado que Eisenkot. Bennett y Lieberman presentarán a Netanyahu como un trapo de Hamás y Hezbolá, alguien que hipotecó la seguridad de Israel a cambio de inútiles visitas al Golfo Pérsico y planes delirantes de paz. Eso es exactamente lo que Netanyahu le hizo a Shimón Peres en vísperas de las elecciones de 1996.

Fuente: Haaretz / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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