Enlace Judío México e Israel – Crecer en una comunidad cerca de Gaza significa vivir con el trauma toda tu vida, sin haberlo elegido.

SIVAN RAHAV MEIR

Los jóvenes del perímetro de Gaza, el área fronteriza con la Franja Gaza, se sienten abandonados e invisibles. Han vivido 18 años de cohetes y 8 meses de cometas y globos incendiarios. Tienen pocas esperanzas de que las cosas cambien. Recientemente marcharon durante cinco días desde sus hogares hasta la Knesset, donde se congregaron para protestar, pidiendo que los dejen crecer en paz. Luego de una semana en la que los grupos terroristas lanzaron más de 400 cohetes y proyectiles mortero contra sus hogares y las comunidades del Neguev, se reunieron frente a las oficinas del Ministerio de Defensa en Tel Aviv para protestar por el alto al fuego entre Israel y Hamás, que en su opinión, permitirá que el terror continúe.

La tregua actual puede haber detenido el terrorismo desde Gaza, al menos temporalmente, pero el trauma de los niños del perímetro de Gaza perdura. Shaked Rinek, una joven de 17 años del Kibutz Nir Am, me envió la siguiente descripción de lo que ella, sus amigos y vecinos están viviendo:

Hola. Mi nombre es Shaked. Tengo 17 años y vivo en el Kibutz Nir Am.

Quiero contarles lo que realmente significa vivir aquí, en la parte del Estado de Israel que está cerca de la Franja de Gaza. Ya han oído hablar de incendios, cohetes Qassam y globos incendiarios. Pero hay mucho más que eso. Vivir aquí es algo que se queda contigo toda tu vida, sin que lo hayas elegido. Porque es simplemente imposible olvidar los traumas.

Así que quiero que sepan que temo de las literas, porque cuando te caes desde lo alto a media noche por no ver la escalera en medio del pánico ante el sonido de la Alerta Roja, es traumático.

Y tengo miedo de trepar árboles, incluso el árbol en mi propio jardín. Porque cuando te caes de un árbol y eso te impide llegar al refugio antibombas, es traumático.

Cuando no puedes escuchar los anuncios de los altavoces, el sonido de las sillas en movimiento, el rugido de un avión cercano, los megáfonos, los motores de los automóviles o cualquier ruido súbito, eso también es un trauma.

Ver a mi padre salir a apagar los incendios casi todos los días durante los últimos ocho meses y luego verlo llegar a casa oliendo a humo, y ver en sus ojos otro campo quemado y otro animal cubierto de hollín, sí, eso también es traumático.

Dormir en un colchón en el piso de un refugio doméstico es traumático.

Echarse a correr súbitamente a velocidades que no conocías es traumático.

Ver a mis abuelos esforzándose por llegar a tiempo al refugio, mientras rezas por que puedan salvarse es traumático.

Escuchar los proyectiles de la Cúpula de Hierro que explotan con un estallido de locos cerca de tu casa cuando interceptan cohetes entrantes, explosión tras explosión, es traumático.

Ver a mi perro volverse loco cuando oye truenos, porque para él cualquier ruido es el de un cohete Qassam, es traumático.

Levantarse a media noche, lista para saltar de la cama y correr, y luego darse cuenta de que es invierno y era sólo un trueno, para luego no poder conciliar el sueño porque tu corazón late muy rápido, es traumático.

Durante la Operación Margen Protector me mudé de un lugar a otro por dos semanas, sin saber qué pasaba en casa, en el perímetro de Gaza. Luego no pude más y quise volver. Estaba al borde de las lágrimas. Tomé un autobús a casa. Lo más importante para mí era estar allí, con mi padre que se había quedado para proteger nuestra casa. Pero era muy peligroso quedarse, así que me fui de nuevo. Al día siguiente mi padre llamó. Los terroristas habían salido de un túnel a unos metros de nuestro kibutz. Ese trauma siempre quedará conmigo.

Esta es mi vida y la vida de todos los habitantes del perímetro de Gaza, llena de traumas, ansiedad y miedo. Sé que merecemos algo diferente.

Cuando compartí las palabras de Shaked en Facebook, Tirtza Shahar, una madre de Kiryat Shemona, quien tiene una hija de un año que también se llama Shaked, compartió sus propias experiencias en respuesta. Tirza creció en el norte de Israel, a la sombra de las Katyushas, y vivió años de bombardeos y terrorismo. Ella también pasó noches enteras en refugios antiaéreos y semanas fuera de casa durante las campañas militares. Recuerda las fiestas de cumpleaños que se cancelaban cuando sonaban las alarmas, un viaje al centro comercial con amigos que terminó con una carrera aterrorizada en busca de refugio, y cómo caminaba por su vecindario para ver las casas dañadas por los morteros cuando todo volvía a la tranquilidad. Hoy, sus tres hijos pequeños crecen en su ciudad natal. Ellos no viven bajo el temor de alarmas ni alertas, no saltan al escuchar ruidos repentinos ni temen salir al parque o al centro comercial.

Tirtza deseó a Shaked que en el futuro pueda criar a sus propios hijos en donde ella creció sin temor ni trauma, y que tengan una infancia feliz. Que gocen de la libertad que merece todo niño en Israel. Tirza aseguró a Shaked que vendrán días de paz y tranquilidad, y que reza para que suceda pronto.

Independientemente de lo que opinen del alto al fuego entre Hamás e Israel, tomen un momento para pensar en los niños del perímetro de Gaza. Y esperemos que Tirza esté en lo cierto.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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