Enlace Judío México e Israel.- Es cierto que los judíos y cristianos tenían que pagar un impuesto especial por no pertenecer a la religión mayoritaria del Imperio, pero también es cierto que los judíos encontraron con los otomanos una gran tolerancia y una posibilidad de progreso. Existían medidas distintivas que indicaban que tanto judíos como cristianos tenían que usar accesorios en sus ropas que señalaran la religión que practicaban, pero esta regla no se cumplió con rigidez, y tampoco impidió que los judíos se integraran al resto de la sociedad con eficacia y rapidez. Lo mismo sucedió con la regla de no construir sinagogas nuevas, la cual se cumplió o incumplió según la tolerancia que el sultán en turno mostraba ante estos temas.

Lo que tal vez sorprendería, es que la tensión vino del interior de las comunidades judías, pues su procedencia era distinta y provocó que sus tradiciones litúrgicas y sociales no fueran las mismas. Y es que había judíos portugueses, judíos sefaradíes, judíos italianos, una minoría de judíos ashkenazim, caraítas y, por supuesto, judíos magrabíes. Los lugares de procedencia eran tantos que se instituyeron más de 30 comunidades judías distintas.

Con el paso del tiempo, las diferencias entre las comunidades judías se fueron desvaneciendo. Para el siglo XVIII, esas diferencias habían quedado en el pasado.

Los judíos lograron en el inmenso Imperio una eficiente organización y una verdadera autonomía. Los rabinos eran las mayores autoridades para las comunidades judías, al mismo tiempo que contaban con sus propios tribunales de justicia. Diversas takanot estipulaban un comportamiento social correcto y la sinagoga era el respetado centro de estudio y de rezo, pero también era el espacio que regalaba convivencia y esparcimiento.

Para un liderazgo organizado, las comunidades judías nombraban representantes ante los respectivos gobernantes, de este modo, la comunidad se lograba expresar a una sola voz, provocando con esto una productiva comunicación.

Los judíos introdujeron la imprenta al Imperio otomano, contribuyendo con esto a la cultura y a la educación; de hecho, el primer libro impreso en todo el Imperio otomano fue un volumen en hebreo llamado Arba´a Turim, impreso en Estambul el 13 de diciembre de 1493 por los hermanos David y Samuel Ibn Nahmías. En 1577, se imprimió el primer periódico con temática judía en el Imperio otomano, así como también se imprimieron centenares de libros en hebreo y en judeo-español, materializando en papel la presencia de los judíos, su autonomía, y su aportación.

En el siglo XIX, se ensamblaron diferentes factores que iniciaron el declive de lo que antes era un Imperio indestructible. Europa occidental comenzó a evolucionar con la revolución industrial, y con este agigantado avance el Imperio otomano se quedó atrás. Sus principales productos exportados dejaron de ser solicitados y la moneda otomana sufrió una devaluación que empobreció a la mayor parte de la población. Surgieron gobernadores locales, y con esto, el Imperio comenzó a fragmentarse. A la fragmentación política le siguieron pérdidas territoriales, y para comienzos del siglo XX, el daño al Imperio otomano ya era irreparable.

En 1914 estalló la Primer Guerra Mundial. El poderío otomano quedó reducido dentro de las fronteras de Turquía, y los judíos se toparon de nuevo con un futuro incierto. No era novedad en la historia colectiva judía, no era novedad que otra vez volvía el temor de ser, en tiempos cambiantes, una simple minoría.

 

 

 

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