Enlace Judío México.- Casi todo día en Europa hay una declaración, un taller, o un simposio sobre antisemitismo. Hace poco tuvo lugar en Viena una conferencia internacional sobre el problema, por ejemplo, bajo los auspicios del primer ministro austríaco Sebastian Kurz. ¿Tales actividades tienen algún efecto sobre el antisemitismo europeo que crece a diario? ¿Crean algún obstáculo para la difusión enorme y radicalización del antisemitismo online – odio al judío 2.0?

MONIKA SCHWARTZ-FRIESEL

A juzgar por los últimos diez años, cambiará poco. Se darán discursos elocuentes, se publicarán llamamientos, se pronunciarán clichés acerca de confrontar el odio al judío con una “lucha resuelta” y “con toda la severidad de la ley” – y después de algún sacudón de cabeza y retorcimiento de manos, todos regresan a lo de siempre.

Por años, el problema principal de las diversas autoridades europeas responsables por la lucha contra el antisemitismo ha sido que ellas residen en una cultura de clichés. Cierto, hay una conciencia mayor de la necesidad de confrontar la difusión del odio al judío. Pero para hacerlo, es esencial actuar sabiamente y evitar los dobles raseros.

Los investigadores han estado advirtiendo durante años acerca de la expansión, radicalización y creciente normalización del odio al judío. Esto está ocurriendo a lo largo de la sociedad europea y es especialmente preocupante en términos de su foco sobre Israel. Todos los estereotipos de la judeofobia clásica son proyectados sobre el estado judío. Su población judía es demonizada y su derecho a existir es discutido. Poco se hace por rechazar este patrón recientemente dominante, y el odio relacionado a Israel se está volviendo una forma políticamente correcta del antisemitismo.

Aunque esta forma de judeofobia dirigida a Israel es exacerbada por el conflicto palestino-israelí, se origina, como ha sido mostrado empíricamente por investigación reciente, en la hostilidad antigua contra los judíos y el Judaísmo. Por consiguiente, la lucha contra el antisemitismo debe mantener su foco en el origen del fenómeno: el lado más oscuro de las raíces de la cultura europea en la cual el enfrentamiento entre el Judaísmo y la Cristiandad más temprana estableció las bases de la judeofobia occidental.

La lucha de nuestros días contra el antisemitismo no es una tarea fácil. Es doloroso, y de hecho debe ser doloroso, si la sociedad europea va a entender la importancia total del fenómeno y los peligros que contiene.

Los debates públicos de hoy sobre el antisemitismo son dominados con frecuencia por gente que, aunque ansiosa por expresar sus opiniones personales, está claramente mal informada acerca de la larga historia y carácter estilo camaleón de la judeofobia. Ellos son alegremente ignorantes de la forma en que el odio al judío a lo largo de los siglos ha mantenido la misma semántica pero modificó sus formas y expresiones de acuerdo con las circunstancias cambiantes.

Por consiguiente, escuchamos afirmaciones apasionadas, rechazadas hace tiempo por la investigación empírica, que “el populismo de derecha es responsable por el antisemitismo contemporáneo,” o que “el conflicto palestino-israelí es la principal causa,” o que “el odio clásico al judío está en retirada.” Completamente engañosa, también, es la afirmación que “el antisemitismo y odio al musulmán están estrechamente relacionados,” o que los musulmanes de nuestros días sufren la misma discriminación que una vez sufrieron los judíos.

Una acusación engañosa, aunque común es que no se ha llevado a cabo aun ninguna investigación suficiente sobre el problema del antisemitismo. En esta forma, los resultados copiosos de la investigación existente sobre el tema son barridos bajo la alfombra y la lucha real contra el odio al judío es empujada hacia el futuro. También, en los últimos tiempos escuchamos y leemos frecuentemente que “el antisemitismo ha alcanzado el medio de la sociedad.” “¿Alcanzado”? El odio al judío siempre vino del centro social educado. Allí se encuentran sus perpetradores más representativos. Nunca ha sido de otra forma.

Como en el pasado, el antisemitismo moderno reproduce y multiplica las tendencias de odio al judío arraigadas profundamente en la consciencia occidental. Sigue al patrón antiguo que atribuye a los judíos todas las miserias del mundo. El rencor antisemita es dirigido siempre contra la existencia judía per se – y hoy, esto significa el símbolo más vital de la existencia judía, el Estado de Israel. La oposición a Israel es ahora el punto de encuentro de los aborrecedores de judíos de diversos colores políticos e ideológicos, el terreno común del antisemitismo moderno. La judeofobia antigua es proyectada sobre el estado judío.

Aquí radica el punto crucial donde debe intervenir la política oficial europea. Las diatribas de odio contra el estado judío se encuentran no en los márgenes sino en el centro de la sociedad occidental. El rencor contra Israel alimenta la diseminación del antisemitismo de nuestros días más que cualquier otro factor.

Consideren el cliché común, desenmascarado hace mucho como ficción y aun así repetido todavía como un mantra: “Toda crítica de la política israelí es igualada con el antisemitismo.” Este es un absurdo. Hay criterios claros en la investigación del antisemitismo distinguiendo entre “crítica de Israel” y “odio al judío dirigido hacia Israel.” No hay zonas grises en el antisemitismo.

No obstante, el criterio antisemita refiriéndose a la condena de Israel no es aun percibido claramente como un nuevo patrón de odio al judío. Esto debe suceder si los europeos van a enfrentar el nivel creciente de judeofobia del continente. Cualquiera que niegue el antisemitismo de hashtags como #MuerteaIsrael o llamados a boicotear al estado judío, está ciego.

Cuando los portavoces políticos critican (con razón) al nuevo partido alemán de derecha Alternative für Deutschland debido a su rechazo a enfrentar los frecuentes pronunciamientos antisemitas de sus partidarios, pero al mismo tiempo pasan por alto (o aplauden incluso) cuando Mahmoud Abbas escupe estereotipos judeofóbicos muy conocidos en el Parlamento de la UE; o cuando Recep Tayyip Erdoğan brama contra Israel con acusaciones surrealistas; o cuando Jeremy Corbyn difama al estado judío como una creación colonial injusta – entonces estos funcionarios tienen un problema serio de credibilidad. No es suficiente criticar a los neo-nazis de nivel bajo, islámicos o activistas del BDS. Cualquiera que quiera encarar seriamente el problema debe mirar el escenario de la política internacional y entrar con fuerza.

Cualquiera que se encoja de hombros ante la furia antisemita no ha entendido aun que el discurso de odio es una forma de violencia mental que contiene el potencial para la violencia física. Al final, el incendio mental se convierte en incendio físico.

La lucha contra el antisemitismo en el nivel internacional continúa siendo caracterizada por la restricción combinada con la ignorancia. Ambas son letales – primero para los judíos, luego para la democracia.

Monika Schwarz-Friesel es una científica cognitiva e investigadora en antisemitismo en la Universidad Pública de Berlin. Junto con Jehuda Reinharz publicó Dentro de la Mente Antisemita: El idioma del odio al judío en la Alemania Contemporánea (2017).