El silencio de la humanidad ha permitido crímenes que jamás se deben repetir. Y cuando una persona o un grupo sufren experiencias notoriamente trágicas como el Holocausto, el derecho a la memoria se convierte en un deber: acordarse, testimoniar, aprender. La música nos ofrece un mensaje sublime y eterno contra el silencio y la intolerancia. No volvamos a callar nunca más.

 Maty Braverman, productora

Diego Bolaños para Enlace Judío México e Israel- El auditorio Rafael y Regina Kalach del Colegio Hebreo Monte Sinaí fue el escenario del concierto “La Música Silenciada” organizado por OSE, ORT y Yad Vashem en homenaje a los músicos perseguidos y silenciados por la xenofobia e intolerancia del nazismo.

“Son ustedes, judíos, depositarios honrosos y orgullosos de una herencia y tradición milenaria, que aporta a la humanidad un código de valores y ética vigente. Pueblo maravilloso que ha sabido sobreponerse a la adversidad, la envidia y a la intolerancia. Hoy estamos en este homenaje-concierto a músicos judíos perseguidos, mas finalmente no silenciados, porque su legado trasciende y toca el alma.”, dijo Sergio Bringas, director de Relaciones Públicas, al abrir el evento.

El evento contó con la presencia de la agregada cultural de la Embajada de Israel en México, así como el agregado cultural de la Embajada de Alemania.

Por su parte Irving Gatell, Director de Contenidos, comentó: “la música es un lenguaje universal que habla directamente lo más profundo del alma, razón por la cual no tiene fronteras ni muros, y menos aún requiere de visas o condiciones que nos permitan disfrutarla y sentirla. Nos pertenece a todos, ya que es el lenguaje humano por excelencia”.

En su mensaje de presentación del concierto-homenaje, Gatell aseguró que el objetivo del evento era devolverle la voz a los compositores que “hace casi un siglo, alguien quiso silenciar. Ellos sólo eran artistas comprometidos con su labor creativa, seres humanos que tenían algo que decir, y que habían escogido el lenguaje de la música para hacerlo.”

“Pero eran judíos también”, añadió, “y en el momento más obscuro de nuestra historia, debido a su origen fueron atacados por el régimen más intolerante, xenófobo y criminal del que tengamos memoria.”

Gatell invitó a los asistentes a ser partícipes del “compromiso moral, espiritual e histórico de devolverle la voz a todos aquellos a quienes el odio sin sentido intentó silenciar”.

Para iniciar el concierto se llevó a cabo el encendido de las velas para conmemorar a las víctimas del Holocausto; el Kadish estuvo a cargo del Jazán Leibele Jinich.

Se incluyó el siguiente repertorio: Canción sin palabras, Op. 109, de Félix Mendelssohn-Bartholdy; Meditación Hebraica, de Ernest Bloch; Tres Preludios de George Gershwin; Tanz, de Hans Krasa; Legende Op. 17 y Scherzo-Tarantella de Henryk Wieniawsky; Melodía Hebrea de Joseph Achron y para finalizar el concierto Tres bosquejos sobre temas hebraicos Op. 12 de Alexander Krein.

El concierto contó con la destacada interpretación de los músicos Adrian Justus, violín; Abraham Medrano, violín; Paul Abbott, viola; William Molina, violoncello; Eleanor Weingartner, clarinete y Jozef Olechowski, piano.

El latido cardiaco
Victor Achar

Emociones silenciadas, encendidas; el reproductor musical a merced del pulso

El niño, al mando del endocardio, juega a ser director de orquesta. No hay violín sin contracción ni piano rebanado, por un latido a corte quirúrgico

En el enamorado, una melodía lenta, y para nostalgia un concierto de cámara, los violines óseos en las cuerdas arteriales raspan las manecillas, corrompen al tiempo para disfrazarse de tortuga, una falsa eternidad.

Y mientras la orquesta interpreta la mejor de nuestras piezas, el exterior puede silenciarlo todo, podremos morir sin mostrar la música que nos hizo amar.