Enlace Judío México e Israel.- Un vistazo a la horrorosa práctica palestina de “Pagar por Matar”.

ARI LIEBERMAN

Cuando las fuerzas policiacas y de seguridad descubrieron a Ori Ansbacher, de 19 años, en el bosque Ein Yael de Jerusalén el viernes, ella ya estaba muerta. La policía destacó que fue asesinada de una forma brutal, habiendo sido acuchillada al menos 12 veces en el pecho y cuello. Había otras señales de brutalidad, pero por deferencia a las solicitudes policiales y a la dignidad de la familia Ansbacher, me abstendré de destacarlas aquí. No hace falta decir, este fue un crimen bárbaro aun para los estándares palestinos de barbarie.

Los equipos forenses barrieron el sitio en busca de pruebas y al cabo de 24 horas, había un significativo avance de evidencias que llevaron al umbral del residente de Hebrón de 29 años de edad, Arafat Irfayia. Tan fuerte fue la evidencia física que la policía destacó que podían asegurar una condena aun sin una confesión. Luego del crimen, Irfayia se ocultó en una mezquita en el poblado árabe de El-Bireh, y posteriormente hizo su camino a una casa adyacente a la mezquita donde lo arrestaron las fuerzas de seguridad israelíes. Su casa en Hebrón ya ha sido marcada para su demolición.

El domingo, Irfayia recreó el crimen para los investigadores. El día del asesinato, Irfayia, quien era conocido por la policía, dejó su casa en Hebrón armado con un cuchillo y fue a Jerusalén, donde se topó con su inocente víctima femenina. Fue un crimen de oportunidad y lamentablemente, Ori se convirtió en una víctima del monstruoso odio a los judíos y de las desviadas proclividades sexuales de Irfayia.

La horrorosa naturaleza del crimen resonó instantáneamente a lo largo de Israel y revivió las peticiones de pena capital para actos de terror con circunstancias agravantes. Los manifestantes se reunieron en la Plaza Rabin de Tel Aviv donde pidieron la pena de muerte para el asesino de Ori. Este sentimiento fue repetido por la Ministra de Justicia Ayelet Shaked, quien dijo que los fiscales deben buscar la pena de muerte. El Ministro de Seguridad Pública Gilad Erdan expresó una posición similar notando que ciertas circunstancias agravantes, tales como el abuso de la víctima y la incapacidad de rehabilitar deben ser considerados cuando se evalúa una causa capital.

Aunque Israel tiene un estatuto de pena de muerte, sólo ha sido implementado una vez en el caso de Adolf Eichmann, el famoso nazi que tuvo un rol integral en el asesinato de seis millones de judíos durante el Holocausto. Eichmann fue capturado en Buenos Aires por un equipo del Mossad y sacado de Argentina a Israel donde fue juzgado y condenado a muerte por la horca. Él fue ejecutado el 1 de junio de 1962, cremado, y sus cenizas arrojadas al Mar Mediterráneo, fuera de los límites marítimos de Israel.

Los que argumentan contra la pena de muerte razonan que la pena de muerte no sirve como una disuasión ya que la mayoría de los que llevan a cabo estos tipos de crímenes esperan morir y pueden incluso de hecho anhelar la muerte por la promesa de ser recibidos por 72 vírgenes y beneficios pecuniarios de por vida para los familiares del terrorista. Además, la muerte del terrorista sirve para elevarlo al estatus de martirio.

Muchos palestinos mantienen una mentalidad de culto a la muerte, la cual es avivada continuamente por el adoctrinamiento, agitación y propaganda gubernamental. Por ejemplo, en el 2015 el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, transmitió un discurso en la televisión de la AP en el cual dijo “…Bendecimos toda gota de sangre que ha sido derramada por Jerusalén, la que es sangre limpia y pura, sangre derramada por Ala, si Alá quiere. Todo mártir (shahid) alcanzará el Paraíso, y todos los heridos serán recompensados por Ala…”

Ambos lados en este debate sostienen argumentos válidos. No obstante, en el caso improbable que los fiscales en este caso busquen la pena de muerte, el cuerpo del asesino debe ser cremado para negar al enemigo la capacidad de dar al terrorista estatus de estrella con procesiones funerarias grandiosas y un santuario de entierro. Deben borrarse todos los rastros del terrorista.

La muerte trágica de Ori Ansbacher destaca otra práctica palestina inquietante conocida como “Pagar por Matar.” La economía palestina es una economía mendiga que subsiste con limosnas de las naciones de la Unión Europea, Noruega y Suiza. Pero esto no impidió que la AP reparta dinero en efectivo a más de 30,000 terroristas y sus familias por valor de cientos de millones de dólares por año. Es probable que Arafat Irfayia o su familia reciban ahora un estipendio abultado de los cofres de la AP, atención del nada suspicaz contribuyente de impuestos europeo.

En respuesta a la Ley Taylor Force, aprobada por el Congreso en el 2017, el gobierno de Trump recortó la financiación a la AP. La legislación, nombrada como un soldado estadounidense que fue asesinado por un árabe de la AP, se propone obligar a la AP a cesar la práctica repugnante de Pagar por Matar. En el 2018, la administración cortó u$s200 millones en ayuda económica asignados para la AP. Además, la administración cortó la financiación a la Agencia de Ayuda y Obras de las Naciones Unidas (UNRWA), a la cual el Departamento de Estado clasificó como una “organización irredimiblemente defectuosa.” Esa es una subestimación en el mejor de los casos. Los empleados de la UNRWA han dado ayuda y consuelo a organizaciones terroristas, distribuyeron literatura antisemita en escuelas dirigidas por UNRWA y permitió a Hamas almacenar cohetes en sus instalaciones educativas. Es una organización que sirve para perpetuar el conflicto en vez de terminarlo.

El asesinato brutal de Ori Ansbacher sirve para poner de relieve la razón por la cual la paz con los palestinos es una utopía inverosímil. Mientras Israel toma acción para arrestar a sus extremistas y llevarlos ante la justicia, los palestinos proporcionan a sus asesinos recompensas pecuniarias y nombran calles, escuelas y plazas como ellos. Una sociedad que se deleita con la muerte y la sangre no es una sociedad normal sino que es más bien un culto a la muerte, no merecedora de ninguna forma de estado.

 

Ari Lieberman es un abogado y ex fiscal que ha escrito numerosos artículos y publicaciones sobre temas concernientes al Medio Oriente y es considerado una autoridad en acontecimientos geopolíticos y militares que afectan a la región.

 

 

Fuente: FrontPage Magazine
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México