Enlace Judío México e Israel.- Hace 90 años, la primera entrega del Oscar tuvo un ganador por demás incómodo: Emil Jannings terminaría siendo un alto directivo del Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels.

MARTIN CHILTON

Cuando se reveló el resultado de la votación para decidir el primer ganador del Oscar al Mejor Actor, la Academia de Artes Cinematográficas y Ciencias se dio cuenta de que tenían un problema. El “actor” que había recibido la mayoría de votos era en realidad un perro llamado Rin Tin Tin, protagonista de películas como A Dog of the Regiment y Jaws of Steel. Al concejo de películas le preocupaba que darle la primera estatuilla a un can difícilmente le diera credibilidad a sus nuevos premios. Para evitar que lucieran como dementes, pasaron el Oscar de 1929 a Emil Jannings.

En su año inaugural, la Academia concedió honores a performances en más de una película. Jannings ganó por su retrato de un cajero de banco en The Way of All Flesh (1927), y por interpretar al Gran Duque Sergio Alejandro en The Last Command, de 1928. Mirándolo a través del largo lente de la historia, la decisión fue un error: un comité tan preocupado por la vergüenza de honrar un perro terminó conmemorando a un hombre cuya carrera terminó en la ignominia de ser un vilipendiado propagandista de Adolf Hitler. Los Oscar despreciaron a un ovejero alemán… y en su lugar destacaron a un perro nazi.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, con Hitler y su ministro de Propoaganda Joseph Goebbels muertos, se dice que Jennings corrió hacia las tropas aliadas que invadían Berlín aferrando su estatuilla dorada y gritando “¡No disparen, soy ganador de un Oscar!”. No fue encarcelado, pero su reputación quedó destruida. El hombre alguna vez considerado el mejor actor nunca volvió a trabajar. A noventa años de aquel histórico premio, no resulta sorprendente que la Academia no hable demasiado de su primer ganador en el rubro Mejor Actor.

La extraña historia de Jennings empezó en Rorschach, Suiza, cuando nació el 23 de julio de 1884. Su padre Emil, un avezado hombre de negocios de St. Louis, murió cuando el futuro actor era pequeño. Su madre, Margarethe, se mudó con el niño –bautizado como Theodor Friedrich Emil Janenz— a Görlitz, en el extremo oriente de Alemania. Jannings dejó el hogar a los 16 años para convertirse en marinero, pero rápidamente decidió que quería ser actor. Su primer trabajo llegó cuando se unió a la compañía teatral de Max Reinhardt en Berlín en 1906. Consiguió su primer rol en 1918 cuando, utuilizando ya el nombre Emil Jannnings, protagonizó Die Augen de Mumie Ma (“Los ojos de la Momia”). Rápidamente se estableció como uno de los talentos del cine mudo alemán, protagonizando aclamadas películas como Othello (1922), The Last Laugh (1924) –a la cual Alfred Hitchcock describió como “casi el film perfecto”- y Variety (1925).

Su trabajo atrajo la atención de Hollywood y, en 1927, llegó a Hollywood con un lucrativo contrato con Paramount Pictures. Paramount le dio un control extraordinario sobre guiones, personajes y la elección de directores. En los dos años que siguieron hizo seis películas mudas, incluyendo Perfidia, con Gary Cooper. Tanto Perfidia como Alta traición y Street of Sin se consideran perdidas para siempre. Jannings era popular entre los fans del cine, y se las arregló para desactivar cualquier duda sobre su lugar en la sociedad estadounidense diciéndole a la prensa que había nacido en Brooklyn.

Jannings encajó bien en la rueda social de Hollywood –hay fotos de él junto a Greta Garbo-, pero para algunos de quienes trabajaron con él era un temperamental déspota. El alemán Fritz Feld, que apareció en 140 películas (incluyendo Hello, Dolly! y La pandilla de Cupido Motorizado), le dijo al escritor Michael Dobbs que durante la filmación de The Last Command lo llevó aparte y le dijo que quería echar al director Josef von Sternberg y ponerlo en su lugar. Fritz declinó la traición y Jannings terminó gritándole que era un idiota. Cuando terminó The Last Command, Jannings tenía 44 años y cargaba el equipaje de tres breves matrimonios que habían terminado en divorcio. Estaba alejado de sus dos hijos. Aunque se casó de nuevo, con una ex bailarina de cabaret berlinés y actriz llamada Auguste Maria Holl, eso no lo detuvo de hacerle proposiciones a muchas otras actrices.

Evelyn Brent interpretó a la pareja de William Powell en The Last Command. En su biografía The Life and Films of Hollywood’s Lady Crook recuerda que tras rechazar uno de sus avances Jannings le empezó a decir a integrantes del equipo que Brent “no era su tipo”. Cuando se enteró, la actriz de 32 años, que venía apareciendo en películas desde 1917, lo enfrentó. Cuando él le preguntó por qué no le interesaba tener una relación, ella le contestó “porque sos diez años demasiado viejo y 30 kilos demasiado gordo”.

Brent dijo que era un hombre temperamental y estropeado. “Emil Jannings podía enfurecerse por nimiedades”, señaló. “No le gustaba el abrigo de piel que estaba usando en una escena, y cuando me lo saqué y lo dejé a un lado podía ir y patearlo como un chico caprichoso”. Su bizarra conducta se extendía a compañeros varones. Paul Henreid, el actor austríaco que interpretó a Victor Laszlo en Casablanca, era un adolescente cuando actuó ese año junto a Jannings. En el libro de Michael Druxman Hollywood Snapshots, Henreid dijo que tenía un papel menor con un personaje que era asesinado. En la escena siguiente, Jannings debía estar parado junto a un ataúd que supuestamente contenía sus restos. Jannings le dijo que para tener “los sentimientos exactos” para la escena era esencial que el joven actor estuviera en el ataúd con la tapa cerrada. Henreid estuvo allí durante media hora hasta que reunió el valor para salir: Jannings se había ido a almorzar dejándolo en el ataúd.

Cuando se presentaron los premios al Mejor Actor, el 16 de mayo de 1929, los ganadores ya habían sido anunciados tres meses antes; Jannings se había ido nuevamente a Alemania. El departamento de publicidad de Paramount le había tomado antes una foto sosteniendo la estatuilla. La noche del Oscar en la que estuvo ausente fue algo muy diferente a la fiesta de los tiempos modernos. Hubo solo 270 invitados al Salón de baile Blossom del Hollywood Roosevelt Hotel, y la ceremonia no fue transmitida ni por radio ni por TV. Janet Gaynor, de 22 años, ganadora del primer premio a la Mejor Actriz (fue nominada otra vez en 1937 por Nace una estrella), usó un vestido que había comprado meses antes. Años después, en 1984, tuvo un triste final al morir en un accidente provocado por un conductor borracho.

Cuando posó con su Oscar, Jannings parecía tener un futuro brillante. Su impactante presencia en escena y sus habilidades como actor maravillosamente expresivo lo habían convertido en un reconocido protagonista de la era muda. Incluso Brent concedió que era “un actor espléndido”. Pero muchos de los actores y actrices que esa noche comieron pollo grillado sabían que se avecinaban nubes de tormenta. Todo el chismorreo tenía que ver con el éxito de El cantante de jazz, que había ganado dos Oscar, y lo que la primera película hablada podía significar para la industria. Estaba claro que ahora los actores deberían hablar en pantalla. Aunque Paramount había hecho pruebas de cámara con Jannings, rápidamente decidieron que su espeso acento alemán no era lo que necesitaban. El rechazó la oferta de doblar su voz.

Previendo que su carrera en Estados Unidos estaba condenada, Jannings volvió a hacer películas en Alemania. En un artículo de Los Angeles Times de abril de 1929, el crítico de cine Edwin Schallert lo describió como “el rey de las estrellas de cine europeas”, y agregó que “marcará una fase pintoresca en la historia de Hollywood”. Al principio pareció que el duro momento se traduciría en algo mejor en su tierra naral. En 1930 hizo El ángel azul junto a Marlene Dietrich. Ganó elogios por interpretar a un maduro profesor destruido por su pasión por una cantante de cabaret llamada Lola-Lola. En el libro Modern Times, Stanley Kubrick dice que uno de los mejores momentos en la historia del cine es “el modo en que Emil Jannings saca su pañuelo y se suena la nariz en El ángel azul”. Dietrich, de todos modos, llegó a odiar a Jannings y despreció su capacidad para actuar.

El inexorable ascenso al poder de Hitler a comienzos de los años ’30 coincidió con la declinación de la demanda de los servicios de Jannings. En marzo de 1933, para cuando Hitler tomó el poder, Goebbels ya había quedado a cargo del Ministerio de Propaganda del Reich. Goebbels pensó que Jannings podía ser una útil herramienta para los nazis, y sugirió que trabajara en las películas de propaganda. La primera que se concretó fue Der alte und der Junge König (“El rey viejo y el joven”), de 1935; allí Jannings interpretaba al rey prusiano Federico Guillermo I. Esa biopic se proponía presentar la idea del Führerprinzip, el concepto de ciega obediencia al líder. El director berlinés Veit Harlan estaba en buenos términos con Goebbels tras divorciarse de una actriz judía llamada Dora Gerson (quien fue luego asesinada junto a toda su familia en Auschwitz); luego fue elegido para conseguir una sólida performance de Jannings en Der Herrscher (“El rector”), otro film que promovía el Führerprinzip.

Jannings era aún considerado un actor en renombre en Europa y El rector fue exhibida en Inglaterra. Graham Greene, quien trabajaba en su novela Brighton Rock, reseñó la película para The Spectator y se burló del retrato que hizo el actor como leal jefe de una fábrica de municiones. “En Der Herrscher, Herr Jannings tiene la mirada vacía de un lobo de mar con enormes hombros y mojados bigotes que solemos aplicar a quienes no desean nada mejor. A quien términos humanos como la piedad, la furia, el terror no se pueden aplicar a esos ojos marinos, que parecen tener solo la leve expectativa de encontrar un pez”, escribió.

Pero en Alemania la película gustó al Führer, quien ya se había alejado de lo suyo al elogiar la performance de Jannings en Traumulus (“El soñador”). Los vínculos cercanos entre el actor y el dictador quedaron sellados cuando Jannings hizo campaña por Hitler en las elecciones de 1938, las últimas del Reichstag durante el dominio nazi. Su muestra de lealtad le garantizó un muy buen estilo de vida y avances en su carrera. Goebbels puso a Jannings en el directorio de Tobis Films y le dio “control artístico general” en las películas del estudio estatal. Su primer proyecto para Tobis fue producir y actuar en el biopic del microbiólogo alemán Robert Koch, que experimentó con humanos de la Africa colonial.

El film de guerra de 1941 Ohm Krüger (“Tío Krüger”) fue la más controversial película de Jannings. Goebbels quería algo que estimulara al público alemán ante la posible invasión a Inglaterra. Tuvo un presupuesto de alrededor de 6 millones marcos alemanes (unos 30 millones de dólares de hoy) para celebrar la vida de Paul Kruger, el hombre que lideró la Segunda Guerra de los Bóers contra los ingleses a fines del siglo XIX. Jannings, que era el productor, lanzó una campaña de prensa para promocionar su retrao de Kruger. Describió al imperialismo británico como “una enfermedad perniciosa” e hizo reeditar los diarios de Kruger. “El presidente Kruger fue el primer campeón consciente contra Inglaterra, un ejemplo de cómo nosotros los alemanes estamos ahora liderando la lucha contra el imperialismo británico. Lo interpreté porque fue elegido para empezar una lucha que será concluida en nuestra generación”, es citado en el libro de David Welch Propaganda and the German Cinema, 1933-1945.

Hitler y sus secuaces adoraron la película, y Goebbels nombró a Jannings “Artista del Estado”. También fue premiado con el Anillo de Honor del Cine Alemán. Fuera de sus fronteras, el líder fascista italiano Benito Mussolini elogió la película; Ohm Krüger ganó la Copa Mussolini al mejor film extranjero en el Festival de Venecia de 1941.

En el siguiente estreno, Bismarck’s Dismissal (“El despido de Bismarck”), Jannings interpretó al líder prusiano Otto von Bismarck, quien en 1871 ayudó a unificar el imperio germánico. Hitler admiraba al llamado “Canciller de hierro” y quedó encantado por la elogiosa comparación de los dos líderes. Según Jannings, Hitler era como Bismarck, porque ambos “representaban la misma situación histórica, un hombre contra el mundo”. Jannings ya era un brazo armado de la propaganda nazi. Fritz Hippler, que dirigía el departamento de películas del Ministerio de Propaganda, dirigió el film antisemita Der Ewige Jude (“El judío eterno”); en 1942, cuando publicó su libro Contemplations on Filmmaking, Jannings escribió el prólogo.

El historiador alemán Frank Noack, quien escribió la biografía de Jannings en 2012, dijo que la madre rusa de Jannings, que vivió en Berlín durante la guerra, tenía orígenes judíos. Aunque esto nunca fue abiertamente discutido por la prensa alemana, el autor especula que quizá el deseo de mantenerla segura fue un factor en su voluntad de trabajar para los nazis. Los oficiales británicos y aliados que interrogaron a Jannings tras la guerra señalan que él había trabajado con reluctancia para Hitler. Pero las alegaciones de inocencia no tuvieron mucho respaldo en los diarios de Goebbels. El Ministro de propaganda elogió específicamente el compromiso del actor con la causa nazi. “Trabaja como un poseso en su film sobre los bóers. Jannings se supera a sí mismo. Krüger es la mejor película anti británica que podíamos esperar”, escribió en abril de 1941. El comando aliado en Berlín detuvo la filmación de su última película Wo ist Herr Belling? (“¿Dónde está Mr. Belling?” y decretó que fuera sometido a una “desnazificación”. Se le prohibió oficialmente volver a filmar.

Jannings se retiró a Austria, donde fue entrevistado por The Rochester Democrat and Chronicle, un periódico de New York. La entrevista fue realizada por el redactor Klaus Mann -quien lo había conocido en sus días en Hollywood-, y fue publicada el 25 de junio de 1945. Mann describió el “pintoresco hogar del Lago Wolfgang” y dijo que Hannings había “prosperado bajo el nazismo”. Cuando le preguntó directamente sobre sus nexos con los nazis, Jannings contestó: “La abierta resistencia hubiera significado un campo de concentración”. Aseguró que Goebbels le había “ordenado” hacer películas de propaganda. En su autobiografía Life and Me, publicada en 1951, Jannings dedica solo algunas palabras a una oblicua defensa de su trabajo para los nazis. “Hay cosas de las que uno no puede hablar, cosas que nos impulsan en direcciones opuestas al mismo tiempo, ya que aparecen de una manera en la cabeza y de otra en el corazón, que podrían estar al unísono con el alma. Como mi corazón y mi alma pertenecen al arte de la actuación, le ordenaron a mi cabeza que no se preocupara por cosas que no le concernían”.

Tomó algunos años que la verdad sobre su rol quedara claro a la gente fuera de Alemania. Incluso en febrero de 1960 todavía se lo recordaba en Estados Unidos por su estrella en el Hollywood Walk of Fame, aunque su sitio web hoy no presenta ninguna referencia a su pasado nazi. En noviembre de 2004, su pueblo natal lo honró con su propia versión de la estrella. Pero su pasado salió a la luz y las protestas llevaron a que se removiera unos días después.

El sitio oficial de la Academia tiene una sección dedicada a sus premios inaugurales de 1929. Incluyen una foto de Gaynor como Mejor Actriz, pero no de Jannings. En su lugar hay una fotografía de Joseph Farnham, ganador de un Oscar como “Title Writing”. A pesar de todo, Jannings no fue borrado del todo de la historia. Aparece como un personaje de Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino, interpretado por Hilmar Eichhorn: Jannings aparece en una escena en la que Goebbels le pide que muestre su “Anillo de honor” por Ohm Krüger al soldado Fredrick Zoller. El Jannings de Tarantino es asesinado durante un ataque a los líderes nazis. En la realidad, los días finales del actor fueron dolorosos y tristes. Había tomado la ciudadanía austríaca y se había convertido al catolicismo, pero nada parecía traerle paz. Encontró consuelo en el alcohol, un factor importante en su muerte por cáncer de hígado el 2 de enero de 1950, a los 65 años. “Murió solo, amargado y en desgracia”, dijo su biógrafo, su cuerpo devastado y su legado contaminado para siempre como un vendedor para los nazis.

“Los placeres y las penas infinitas terminan”, dice el epitafio en su tumba. Su Oscar, mientras tanto, se exhibe en el Museo del Cine de Berlín.

 

 

Fuente:pagina12.com.ar