Enlace Judío México e Israel – El hombre de la tarde recorrió el largo pasillo que conduce de la entrada del Salón de Actos al estrado que se halla al fondo, y parecía flotar, ir alado, envuelto en la estela de su monumental sonrisa. A su paso saludaba a sus amigos, a los miembros de su comunidad y a sus familiares, que lo aguardaban con sonrisas también espléndidas, ávidos de un abrazo, de un apretón de manos.

Pero no se trataba del paseíllo de un monarca o de un presidente del viejo régimen, sino de un “querido amigo, rabino, maestro”, como diría unos minutos más tarde Yahir García, funcionario de la Secretaría de Educación Pública y presentador de Tómale una selfie a tu alma, el más reciente libro del rabino Marcelo Rittner, que en esta soleada tarde ha convocado a una multitud en el ya de por sí ajetreado Palacio de Minería, donde mañana (hoy) finaliza la edición número 40 de la Feria Internacional del Libro, la más antigua de América Latina.

David Velázquez, editor del sello Grijalbo, que acoge el volumen, da la bienvenida al público a una presentación de libro que —aún no lo sabe— se convertirá en una fiesta. Una fiesta de la luz y de la razón. Una fiesta de la familia y de la conciencia. El Salón de Actos es todo luz. La luz natural que aún se filtra por los ventanales del techo y que resplandece contra las columnas y las esculturas blanquísimas que contrastan con las viejas butacas de madera.

El propio Rittner elogiará este salón del palacio unos minutos más tarde: “valió la pena la movilización y llegar a penas por hoy, a este edificio tan antiguo, y que es un símbolo de nuestro querido México.” Luz hay también de sobra en las miradas de los viejos compañeros de batalla del rabino: El jazán Leibele Jinich, el rabino Leonel Levy, quienes observan sonrientes el devenir de una tarde que será de luz también para los pocos asistentes que no pertenecen a la feligresía o a la familia del rabino, pero que escuchan atentos como quien piensa que está por recibir una verdad iniciática.

Pero antes, Yahir García dará lectura a un emotivo texto, especialmente confeccionado para la ocasión, que no escatimará en elogios para el libro que se presenta, sí, pero sobre todo para su autor, el líder espiritual de la comunidad Bet El por más de 25 años.

“Querido amigo, rabino, maestro, Marcelo Rittner”, comenzó diciendo. “Para nosotros es en verdad un honor que Marcelo, de la talla académica, intelectual, espiritual y personal, tenga a bien presentar sus pensamientos, su estructura conceptual en un libro. En un libro que presentamos hoy, que para el mundo editorial, para el mundo académico, que para la propia cultura nacional e internacional es un aporte muy valioso y muy importante en el ejercicio de la conciencia y de la creación y la reconstrucción del sí mismo.”

Lo que García no dice pero el propio Rittner nos recordará más tarde, cuando el tiempo le ceda la palabra y estas líneas sirvan para retomar su voz, es que Tómale una selfie a tu alma es su tercer libro. Antes fue un éxito de ventas Aprendiendo a decir adiós; también publicó Y Si no es ahora, ¿cuándo? Pero retomemos las palabras de García:

“Marcelo Rittner es una verdadera fuente de inspiración. Para quienes tenemos el honor de conocerlo, como artífice de la palabra y el pensamiento, de la reflexión personal y colectiva, a través de la concepción mental entre lo abstracto y lo concreto, Marcelo Rittner es un extraordinario constructor.” Y continúa:

“Pero también, Marcelo, hoy nos convoca tu mente lúcida, nos convoca tu dedicación al trabajo, tu espíritu incansable en demostrar que el mundo puede ser mejor; hoy nos convoca tu pensamiento proactivo materializado en tu palabra escrita. Hoy nos convoca, Marcelo, la profundidad de tus ideas y tu inquebrantable compromiso con la ética, la estética y la moral como pilares de la sociedad (…).”

Mientras su invitado lee su ponencia, el rabino mira a la audiencia cautiva. A veces contempla el salón blanquísimo, las luces de los grandes candelabros que se han encendido para compensar la tibieza de un sol que comienza a desaparecer tras los techos de los viejos edificios del Centro Histórico de la Ciudad de México; otras veces mira a su familia, que lo admira de vuelta desde las primeras filas de sillas colocadas frente al podio.

Sigue Yahir García: “Y aquí, el primer cuestionamiento: ¿cómo ser capaces de conocernos en medio de una vorágine de likes, de perfiles de portada, de exteriorizaciones en muchas ocasiones vacías? Marcelo Rittner aborda desde su análisis el devenir de una sociedad en la que estamos inmersos entre la realidad, la virtualidad, el ser, entre la definición y el definido, contenido y continente, es en realidad una realidad articulada entre el imaginario colectivo y la materialización social de distancia y medianía sin la presencia del ser.”

Marcelo Rittner ha hablado a favor de la familia muchas veces y en esta ocasión predica con el ejemplo. No continúa la presentación con las sesudas voces de sabios académicos sino con las entrecortadas, nerviosas e incipientes voces de dos de sus nietos, quienes suben al podio para leer y comentar un par de fragmentos de la obra de su abuelo, recibidos y despedidos con sendas ovaciones.

Solo falta que Sharon, hija de Marcelo, suba también para decir “en el transcurso de mi vida he sido testigo de verte crecer, cumplir tus sueños, proponerte metas nuevas y cumplirlas. Lo hemos visto en tu faceta de padre, esposo, yerno, suegro, cuñado, abuelo y rabino. En todos estos momentos has logrado dejar una huella. Ese eres tú.”

Quien para entonces haya permanecido inmune será tocado ahora que la voz al fin queda en manos de quien nos reúne a todos este día: el rabino Marcelo Rittner, luz de la tarde, esta tarde apacible de domingo, de feria del libro. Pero antes de tomar la palabra, Rittner toma una selfie. Al frente, la mitad de su rostro; atrás, todos nosotros, quienes aguardamos con ansias disfrutar de uno más de sus legendarios discursos.

“Bueno, no soy tan serio como me describen. Acabo de tomar una selfie de todos ustedes. Algunos habrán pensado que ‘¡qué bonito, estamos todos juntos…!’. Y yo, la verdad, es que tomé la fotografía para ver en la noche los que no vinieron”.

Como tantas veces hizo al comentar la perashá de la semana en Bet El, Rittner elige el humor como una puerta de entrada hacia un público, el de hoy en día, tan difícil de atrapar. Un público, una sociedad que recibe cientos de estímulos provenientes de una pantalla luminiscente cada hora. Incluso cada minuto.

Al respecto, Rittner sigue: “les confieso que esto de la tecnología me tiene un poco enredado. Cuando más o menos creo haber aprendido a usar Facebook mis preciosos nietos sonríen: ‘abu, Face es para los viejitos de tu generación. Ahora tienes que aprender a usar Instagram.’”

Luego habla de la “mujer española” cuya voz lo guía a través del tráfico. “Y por ejemplo, cuando llego al panteón en mi función pastoral, escucho la voz que dice ‘has llegado a tu destino’ y la verdad es que no logro bajarme del coche porque me invade una angustia existencial que todavía no aprendí a manejar y sigo de largo.”

 

La cuna de la inspiración

“Dos personas que me alentaron a crear este libro —lee Marcelo Rittner discretamente— fueron Maya Angelou y Leonard Cohen. Maya escribió: ‘un pájaro no canta porque tiene una respuesta, canta porque tiene una canción.’ Y Leonard Cohen escribió: ‘no seas el mago de tu vida, sé la magia.’

“Soy alguien que vive convencido que cada uno de nosotros tiene una canción propia, que tal vez aún no pudo escuchar por estar distraído con los ruidos externos.

“Creo que cada uno de nosotros tiene una magia de vida que necesita irradiar y contagiar a otros. El problema es que muchos no tienen el valor de hacerlo porque aún no han podido responder a la pregunta central de este libro: ¿quién eres?”

Luego, Rittner citará a Picasso, Hesse, Neruda y García Márquez. Su libro, la pieza que hoy sirve de pretexto para que varias generaciones de admiradores del rabino se reúnan en un escenario inusual, está construido sobre el pensamiento de estos y muchos otros poetas, artistas, intelectuales, científicos y filósofos a quienes Marcelo Rittner rinde tributo desde las primeras páginas: Freud, Camus, Borges, Wilde, Peres, Mozart…

La lista de inmortales abarca todos los ámbitos del pensamiento y la cultura. Hasta el papa Francisco figura entre los nombres ilustres. La inmortalidad, sin embargo, no parece figurar entre las preocupaciones de este singular rabino:

“No sé qué pasa después de morir pero hoy no es mi primera preocupación, como tampoco lo es mi fecha de caducidad. A mí me interesa la vida antes de morir. La pregunta que me interesa es ¿hay vida antes de morir? Porque si vamos por la vida en piloto automático podemos perder nuestros años y los aspectos más hermosos de esos años, y de alguna manera te moriste años atrás y nunca fuiste tú mismo.”

 

¡Comienza hoy!

No podía concluir su discurso sin agradecer a su familia y a sus amigos. También a sus presentadores y a su editor, y al director general de Penguin Random House México, Roberto Banchik. “Ariel González, editor; David Velázquez, hijo mío, gracias por tu paciencia y tu profesionalismo, me encantó trabajar contigo. Gracias, de corazón. Yahir, gracias, me encantó tu presentación. Hasta pensé que hablabas de otro libro.”

Otra vez, del llanto a la risa, de la introspección a la comunión grupal. Así, con esa facilidad, Rittner vuelve a jugar con la atención y las emociones de un público al que, para entonces, le urge estallar en aplausos, pero que tendrá que esperar unos segundos más:

“A todos ustedes, gracias por llegar, por decir ‘presentes’, especialmente porque a partir de ahora, aunque no lo quieran, están en esta selfie. Y gracias a Dios por permitirme llegar a este momento, vivirlo como un sueño más. Después, el café se enfría, la prioridad cambia, después el encanto se pierde, después lo que era temprano se vuelve tarde, después la nostalgia pasa. No dejes nada para después, porque en la espera de ese después puedes perder los mejores momentos, las mejores experiencias y los sentimientos más profundos. Canta tu canción, sé la magia de tu vida. Comienza hoy. Gracias.”

 

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